miércoles, 26 de noviembre de 2014

Peaky Blinders, a la espera de la tercera temporada



El día 11 de este mes me recomendaron encarecidamente una serie de televisión británica titulada Peaky Blinders. Como la recomendación venía de una persona de total confianza y de gustos similares en muchos aspectos me puse a la faena dos días después, el día 13, después de leer algunas buenas críticas que, según pude comprobar, están disponibles en internet desde hace tiempo ya que la serie se estrenó hace ya más de un año. Anteayer, día 24, terminaba el último capítulo de la segunda temporada de esta pedazo de serie.


Ambientada en la ciudad inglesa de Birmingham en el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial, cuenta la historia de la familia Shelby, conocidos como los Peaky Blinders, que en 1919 malvive a base de trampear en las apuestas de las carreras de caballos y trapicheando con el contrabando. 


Poco a poco la familia va diversificando el negocio liderados por el cabecilla del clan, el hermano mediano Tommy todo inteligencia y cojonera, mientras comienzan a ser vigilados muy de cerca por un inspector de policía venido de Belfast para limpiar la ciudad, Mr Campbell, personaje este de maneras  poco convencionales. A lo largo de los capítulos los Peaky Blinders se las tendrán que ver además de con los mafiosos locales con clanes irlandeses, gitanos, italianos o judíos para prosperar en el negocio.


La fotografía de la serie es sensacional, la música es memorable y las interpretaciones en muchos casos son antológicas. Sin disponer de los artificios técnicos de las series americanas esta producción de la BBC logra ambientar la época de manera sobria y sin abusar de los efectos especiales, con un manejo elegante de las escenas y de los planos. Está rodada con una ingente cantidad de buen gusto.


La música empleada en muchas ocasiones es de grupos actuales que para nada desentonan y que imprimen a determinadas partes de los capítulos un ritmo especial y trepidante. Sin ir más lejos, la intro de los capítulos, con Tommy Shelby atravesando las calles industriales de Birmingham entre carbón, mierda y humo al son de The red right hand es maravillosa.




Entre el guión y los actores van construyendo una trama adictiva que no deja espacio a puntos muertos o momentos de transición en ninguno de los seis capítulos de cada temporada. Todos los capítulos son importantes y en todos ocurren cosas. En definitiva, una serie muy bien hecha y que es imprescindible ver, o mejor dicho escuchar, en versión original ya que la serie no está doblada al castellano, quien sabe si porque no se han atrevido a mancillarla. En cualquier caso, aunque existiese la versión doblada sería obligatorio seguir viéndola con la voz original de los artistas para apreciar todos los ricos matices de su interpretación.


No me extenderé más puesto que lo bueno es verla desde el principio sin conocer más para que la trama absorba por completo al espectador. Para más detalles existen múltiples páginas y blogs en la red que alaban, casi de manera unánime, a semejante joya. Si tienen a bien hacerme caso, que ustedes la disfruten, yo espero con ansia el estreno de la tercera temporada.



domingo, 23 de noviembre de 2014

Retomando las viejas costumbres

Sábado de natación y domingo de BTT. Todo ello de manera bastante improvisada. 

24 largos para comenzar a amortizar el bono anual de la piscina cubierta que lleva muerto de risa desde mitad de septiembre. El invierno es muy largo y seguro que al final saldrán las cuentas pero tampoco es cuestión de dormirse y poco a poco hay que ir retomando la sana costumbre de la piscina. Porque la espalda lo agradece. Como había poca gente y encima el reloj no se miró en todo el rato, los largos fueron cayendo chino chano entre charrada y charrada.


Al salir de la piscina y después de unos cuantos mensajes tuercepedales por el wasap poco menos que me obligan a asistir a la salida dominguera con la BTT. A pesar de mi remolonería al final decido coger el toro por los cuernos e ir a la tienda a adquirir unas cubiertas nuevas ya que las viejas no dan más de sí. Datan de cuando España ganó el Mundobasket del 2006 y ya ha llovido desde entonces.

Al final las ruedas quedan apañadas aunque el resto de la pobre bici necesita un acondicionamiento. Sin embargo esta mañana ha cumplido y mal que bien ha realizado el cometido. Si no se ha ido más rápido seguramente ya no sea achacable al velocípedo de andar por barro sino al dueño que todavía estaba sudando la cerveza del viernes.

Sin rumbo fijo al final ha salido una cantidad de kilómetros indeterminada ya que ninguno de los tres integrantes de la marcha llevaba el cuenta ni la cuenta. Como debe de ser. Han sido 3 horas y media aproximadamente para ir de Barbastro a Costean y de allí hasta los alrededores de Hoz, pasando por Cregenzán y Burceat, para terminar en Castillazuelo y subiendo al Pueyo con final en el Barranqué. Sin sol pero sin pasar frío, más bien al contrario. Y con la compañía de un grupo de canes que nos han acompañado un trozo contribuyendo a que la temperatura corporal no bajase en exceso.

Al final ha resultado un fin de semana con actividades que estaban bastante dejadas y que han dejado un buen sabor de boca. Un fin de semana en el que encima me he convertido en veterano. ¡Qué viejos nos hacemos! Salud y kilómetros.


jueves, 13 de noviembre de 2014

Behobia-San Sebastián 2014, la madre de todas las carreras

Unos 800 km en lo que va de año, 500 de ellos desde junio, caminando y corriendo. Unos números similares a los del año pasado que para algunos son mucho y para muchos son poco. Al fin y al cabo son, que es lo que importa. Así me presentaba este año en la línea de salida de la Behobia, la madre de todas las carreras, en su edición nº 50. La idea era transitar como buenamente pudiera entre el ritmo de las dos horas y el que marcara el insigne payaso montado en bicicleta y que acompañaba el año pasado a los últimos clasificados. Después de haber disfrutado del fin de semana con los amiguetes.



Ir sin prisas y sin sufrir demasiado intentando no llegar a meta destrozado como el año pasado. Porque disfruté pero hubo bastantes más ratos en los que sufrí como un perro. Aunque compensados por los impagables ánimos de la gente, eso sí. Hace un año el fin de semana transcurrió con la familia y amigos. Este año sólo con amigos. Los Famosa´s me han abandonado a mi suerte en este año sabático que se han tomado en esto del caminar-almorzar-correr y se les echa mucho de menos.



En esta edición 2014 eran de la partida Jose, Lemus, Héctor y Nacho. Y nada más llegar el viernes por la noche a San Sebastián nos fuimos de Pintxo trail, que es como la trail de Guara (caminar, comer y beber) pero te deja mucho más cansado al día siguiente. La cosa se fue de las manos de mala manera y entre sidras, txacolis, pintxos, cervezas y algún cubata se nos hicieron las tantas de juerga. No es lo más correcto antes de una carrera, eso está claro, pero también es cierto que cuando llega cierta edad juntarse con los amigos para salir de esta manera comienza a ser complicadete. Y la camarera del último bar era tan amable sirviéndonos cervezas y platos de kikos que no podíamos abandonarla así como así y era nuestra obligación hacerle aprecio. Nos reímos mucho. Pero mucho, mucho. Y lo pasamos muy bien así es que... que nos quiten lo bailao.



Con ese cuerpo jotero continuamos la fase de hidratación previa a la carrera acudiendo el sábado a la sidrería Petritegi de Astigarraga a degustar las viandas típicas. Tras dar buena cuenta del bacalao con pimientos, el chuletón, la tortilla del bacalao, chorizo a la sidra, nueces, queso y membrillo, rumbo a Anoeta a recoger el dorsal y cenar pronto para echarnos a dormir con todo dispuesto y una buena dosis de nervios merodeando por las tripas.

El caso es que me cuesta conciliar mucho el sueño, me duele la tripa y tengo frío. Dentro del piso que hemos alquilado cerca de la estación de Gros me ha tocado dormir en la habitación de los calurosos y el radiador está apagado. Mientras en la habitación de los frioleros Nacho se cuece de calor y ambos terminamos durmiendo poco y mal. A una hora indeterminada de la madrugada por mi cabeza ronda la idea de quedarme durmiendo la mañana del domingo y ver la carrera animando. No me veo corriendo, al menos no en esas condiciones, aunque por suerte el sueño termina agarrándome y duermo algo.

A las 7 tocan diana y me levanto deprisa para vestirme de caminacorricolari sin darle muchas vueltas a la cabeza. Porque como lo piense mucho me quedo en el sobre. Desayuno sobrio a base de galletas y aquarius, no tengo el cuerpo para florituras. De camino a la estación de tren me voy templando aunque los viejos fantasmas de las molestias en el pie van apareciendo. Pero el ir camino de la salida de la Behobia le levanta el ánimo a cualquiera. Sabes que acudes a una fiesta y que no puedes faltar a la cita.

Tras hacer el viaje hasta Irún embutidos en el tren en el que coincidimos con un chico de Valladolid con el que charramos bastante, decidimos acercarnos hasta la salida caminando ya que aún es bastante pronto. Nos da tiempo a desayunar otra vez, charramos con una señora que nos pregunta cuántos corremos porque le ha parecido leer que somos treinta mil y cree que es mucho. Que la Behobia como siga a este paso va a congregar tanta gente como la Maratón de Nueva York. Yo no sé cómo anima la gente en Nueva York, señora, le digo. Pero correr aquí es una gozada, son ustedes geniales. 

Vemos a los patinadores, las sillas de ruedas y a los handbikers yendo por la primera cuesta de Irún. Impresionante cómo suben estos artistas las sillas de rueda a pulso traccionando las ruedas con sus brazos. También vemos la salida de los primeros corredores y a partir de ahí todo el jolgorio posterior de los treinta mil valientes/afortunados que nos hemos congregado ahí para esa gran fiesta.



Llegamos al fondo de la zona de salida y allí nos encontramos con unos cuantos barbastros, Óscar, Isabel, los grandiosos Blanca y Chéliz entre ellos. Además de los señores Trendy y familia y toda la tropa de las Adidas mygirls (Lemues entre ellas ya que iba vestido de arriba a abajo de la mencionada marca alemana y en su dorsal se leía "Sonia"). La espera hasta el bocinazo de salida se hace muy amena con esta compañía.



Al final, a las 11:30 el speaker pone la última canción con la que despedir a la última remesa, los últimos de la Behobia, el grupo que está a rebosar de guapas neskas. Esta no es otra que "Sigo siendo el rey". Con ese soniquete y el "llooooraaaaar y lloooooraaaar" enfilamos hacia el centro de Irún. Como el año pasado mucha gente en la calle y las piernas frías y torponas que no van. Lemus y Jose se van adelantando y van a otro ritmo, yo lo prefiero ya que casi es mejor ir a mi bola y a lo que dispongan mis fuerzas. Nos quedamos Héctor, Nacho y yo aunque debido al tropel de gente que vamos unas veces me adelanto yo a ellos y otras me adelantan ellos a mí.



El trayecto hasta Ventas se hace algo más ameno que el año pasado, quizás porque no llueve y puede que haya todavía más gente, o quizás porque me obligo a ir por el exterior de la calzada chocando la mano de todos los crietes de los que sea capaz. Pero aún así voy a más de 6'/km. Si fuese cómodo pues no sería un mal ritmo para ir todo el rato pero es que el pie se está cargando y ya sé lo que pasa en estas situaciones.

Aprieto los dientes y me concentro en llegar entero a lo alto de Gaintxurizketa así es que en cuanto comienza la subida allá por el km 5 paro y sigo caminando. Héctor y Nacho siguen corriendo, les digo que voy a lo mío porque si no reventaré. Justo delante a unos veinte metros van los supercampeones Blanca y Chéliz a un ritmo lento pero constante. Son como tractoretes, corriendo la subida a algo más de 8'/km pero sin reblar. Me clavo tras ellos caminando y ni les cojo ni se alejan así es que me digo que ese ritmo es bueno y así es como hago el puerto este año a diferencia del anterior que lo subí a todo trapo.

Me saludan unas señoras de Huesca, unos zagales de Sariñena y unas mozas de Zaragoza. La gente que anima desde la cuneta grita un constante aurrera Carlos, oso ondo, txapeldun y los de la redolada que te alcanzan por detras te van diciendo venga Barbastro tira p'arribamecagonlaputa. También hay una chica muy educada que me anima, como la miro con cara de extrañeza me aclara que iba acompañando a los señores Trendy que van más atrás. Y así va pasando la subida en la que no me falta conversación. Luego os cojo bajando, les digo, aunque no me lo acabe de creer.

Coronamos Gaintxurizketa y comienzo a correr otra vez. El pie no va. Voy despacico y la cosa pinta mal. Aunque si aumento un poco el ritmo parece que voy mejor. En ese momento, allá por el km 8 de repente hace click la cabeza. Llevo todo el rato pensando en cómo hacer para que la cosa funcione y no moleste cuando quizás lo adecuado sea no pensar y ponerse a correr y disfrutar que es a lo que he venido. Quedan 3 km por delante de bajada, así es que sin pensar en que después de esa bajada queda aún la mitad de la carrera, comienzo a apretar para llegar lo más lejos posible de manera cómoda mientras paso aplaudiendo al Pirata que ondea la bandera con la música heavy sonando a volumen infernal.

Llego al avituallamiento de Lintzirin, todavía en bajada, alcanzo a Blanca y Chéliz que paran a beber. Cojo un vaso, les echo un grito de ánimo y sigo zumbando cara abajo. Son mi colchón, sé que si la cosa se pone fea son mi coche escoba pero las piernas se están soltando y encima estoy disfrutando así es que sigo. Voy mirando a ver si alcanzo a Héctor y Nacho sin darme cuenta de que ellos están parados en el avituallamiento. Me echan un grito pero no les oigo y los dejo atrás sin saberlo.

Me dan un toque por la espalda, me giro y es Mr Trendy. Me comenta que Miss Trendy ha tenido que abandonar por unas molestias en la pierna. Seguramente es lo mejor que ha podido hacer si no acababa de encontrarse fina, habrá más carreras, y la Behobia es para disfrutarla, no para sufrirla. Conversamos un rato mientras corremos a un ritmo vivo, vivo para mí, mientras alcanzamos a sus tíos y tras un kilómetro y pico se va a buscar a su tío el pequeño que va por delante. Mr Trendy se va zumbando ligero, recuperado por completo del fuerte cacharrazo que también sufrió con la bici (aunque el suyo fue peor). Ahí vamos dos que han besado este año el suelo del San Caprasio, corriendo y disfrutando.

Llegamos al final de la bajada. Y acontece uno de los mejores momentos que he vivido con unas zapatillas puestas. Comienza una zona de llano, pero es un llano muy diferente al que en ediciones anteriores había que sufrir en el puerto de Pasajes. Esta vez se cruza por en medio de Rentería y es un gozo. Si no está todo el pueblo en la calle al menos lo parece. Es sencillamente impresionante. Decir que parece que el Tour de Francia está cruzando el pueblo resulta manido pero no se me ocurre otro símil. A mí en mi pueblo no me anima nadie tanto ni de esa manera. Te sientes como Gregorio enfilando línea de meta en la Media de Barbastro. O como si hubieran clonado a tu madre cinco mil veces y la hubieran puesto en la acera a animar como si fueses a ganar alguna carrera. Sientes el aprecio de la gente y se convierte en un momento absolutamente memorable.



En medio de la nube en la que flotas llevas una sonrisa de oreja a oreja, te acercas a los extremos de la calzada a chocar las manos de los txikis y los aitas y los aititas quieren chocar también sus manos como si fueses primero. Gritan tu nombre y no con desgana sino con una sonrisa y la misma ilusión con la que se lo han gritado a los más de veinte mil corredores que han pasado antes que tú. Es indescriptible, lo de Rentería este año es el gran acierto de la Behobia. Los 40 euros de la inscripción quedan más que amortizados en esos 3 km sensacionales.



Subiendo Capuchinos vuelvo a parar a caminar. No porque me moleste el pie del cual ya ni me acuerdo sino porque me obligo a guardarme para seguir corriendo en las bajadas. Me pasa el grupo de Zaragoza con los que llevo haciendo la goma desde Gaintxuriketa y me ofrecen un gel pensando que voy mal. Les digo que no, que gracias, que los cojo bajando. Y esta vez me lo creo, vaya que si los cojo. La gente de las cunetas sigue a lo suyo, obligando a todos los que pasamos a amar la Behobia de por vida.



Bajamos hacia Pasajes, esta vez tocando el puerto de manera muy suave y tangencial. Casi se agradece ver alguno de los montones de chatarra que otros años causaban empacho. Sigo a lo mío rebasando a grupos que me han pasado en Gaintxurizketa, he cogido en Rentería y me han vuelto a pasar en Capuchinos. Comienzo a llevar las piernas cargadas pero no así el pie, he conseguido mi objetivo. Una molestia se ha enmascarado con otra pero esta es mucho más soportable, quedan 5 km a meta y esto ya está hecho. Por unos instantes viendo el cronómetro sobrevuela por la mente la idea de bajar de tal o cual tiempo. La desecho inmediatamente, corre y disfruta y a la mierda el tiempo.

Enfilamos Miracruz y vuelven a alcanzarme las mozas de Zaragoza entre gritos de la gente que se desgañita animando. Como voy subiendo caminando me animan más que al resto, lo de esta gente es de quitarse el sombrero, una familia entera gritando txapeldun!!!. No te dejes, marca ritmo me dice un señor. Es acojonante. Han pasado veintipicomil tíos por delante suyo y se preocupa de un matao que no conoce de nada y que seguramente no va a volver a ver en su vida diciéndole que siga adelante. Pero yo sí me acordaré de algunas de sus caras, son breves segundos en los que intercambias una sonrisa, un chocar de manos o un saludo y esa energía te impulsa hacia delante.

Coronando Miracruz sigo corriendo poco menos que obligado por las de Zaragoza a las que pierdo bajando. Aquí comienzo a llevar las piernas francamente cargadas pero no hay dolor. No lo ha habido desde el km 8 en el que he montado en la nube de endorfinas que me lleva hasta la meta. Sigo como puedo intentando alcanzar a Héctor y Nacho pensando que todavía están por delante. O a las de Zaragoza a las que veo que se han escapado unos metros. 

Enfilo Zurriola, y el Kursaal y no alcanzo ni a unos ni a otras. Se pone un tío sin camiseta a la par, aprieto, sencillamente no quiero salir en las fotos con este flipao. Llego a recta de meta y sigo chocando manos de críos hasta donde puedo llegando a meta en 2h 02'. He disfrutado como un enano llegando 10 minutos antes que el año pasado y con las piernas y el pie en mucho mejor estado. Parece que la decisión de no pensar y simplemente correr ha sido acertada.


Los galgos Lemus y Jose esperan tras haber llegado en 1h 50'. Nacho y Héctor llegan en 2h 08' cuando pensábamos que ya habían entrado. El primero en llegar a meta de todos los participantes fue José Carlos Hernández con 1h 01' 40" y la primera muchacha en cruzarla fue Vanesa Veiga con un tiempo de 1h 09' 58". El resto de veintisiete mil corredores y corredoras que cruzamos la línea de meta llegamos después. No vencimos la carrera pero sí a nosotros mismos y en cualquier caso ganamos. Joder que si ganamos...

Y Arantza, allá donde esté, la pobre chica que falleció el año pasado a 2 km de meta volvió en cierta forma a la Behobia, la madre de todas las carreras, gracias a sus familiares y amigos y al enorme Pedro Nimo, el primer clasificado el pasado año. Portando el dorsal que ella llevó hace un año, el 19.880, participaron todos juntos para recordarla haciendo lo que a ella le gustaba. Correr.



La gente muchas veces pregunta por tal o cual carrera, qué tal está, si se puede hacer marca, si es dura o divertida o cientos de aspectos más. Luego también hay gente que pregunta por la Behobia. Uno puede enseñar cientos de fotos como las mostradas en este entrada y que están sacadas del Correo Vasco y del Diario de Navarra. Sin embargo realmente uno no sabe muy bien cómo explicar semejante cúmulo de sensaciones y emociones, pero quédense si acaso con este consejo: Behobia sólo hay una y hay que vivirla.


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