lunes, 30 de marzo de 2015

Ganar una carrera sin cruzar en primera posición la meta

Todavía no estamos en abril y dudo que en lo que resta de año, y ojalá me equivoqué, disfrute tanto como ayer viendo una carrera ciclista. Lo visto en la 77ª edición de la clásica flamenca Gante-Wevelgem ha de guardarse con respeto y cariño entre los mejores recuerdos de lo acontecido en el mundo del ciclismo en los últimos años. Y en gran parte es debido a un ciclista que no llegó el primero a la línea de meta pero curiosamente ganó. ¡Joder que si ganó!...

La Gante-Wevelgem es una carrera que discurre por Bélgica, fundamentalmente de perfil llano aunque jalonada por pequeñas cotas o muros, atravesando carreteras estrechas y sinuosas así como tramos adoquinados. A lo largo de 240 km. El ciclismo puede ser bonito de muy diversas formas y esta es una de las más maravillosas y por desgracia más desconocidas en nuestro país donde será difícil encontrar mención alguna a esta prueba en las secciones deportivas de los periódicos generalistas o en los partes de noticias de los diversos servicios desinformativos de la televisión.

En todo caso se habrán hecho eco debido a la multitud de accidentes que tuvieron lugar en la prueba, pero no por la espectacularidad de la carrera en si misma, que tuvo y mucha. A los 240 km de recorrido se unieron unas condiciones meteorológicas inmundas e infrahumanas con lluvia y ráfagas de viento a velocidades espectaculares. Para cuando la tele conectó con la prueba quedaban 100 km hasta la línea de meta y sinceramente pensé que era un buen momento para echar la siesta. Pero me fue imposible.

La carrera venía literalmente destrozada con el pelotón hecho pedazos, los ciclistas se erigían como héroes circulando por carreteras mojadas y salpicadas de ramas caídas de los árboles debido a las incesantes ventoleras que los agitaban. Sus caras eran un poema y el chepeo que debían imprimir al pedalear en muchas rectas para avanzar contra el viento como si subieran la más infernal de las rampas de un puerto de montaña no hacían más que constatar la sensación de que lo que allí se contemplaba era el mismísimo Averno.

Un valiente buscó la gloria a más de 80 km de meta saliendo de lo que quedaba del deslabazado pelotón para contactar con la cabeza de carrera, el holandés Tjallingii. Su nombre, Jürgen Roelandts, ciclista belga del equipo Lotto Soudal. En un movimiento extraño y que a primera vista nadie comprendió por temerario el bravo ciclista flamenco tras alcanzar al holandés cambió el ritmo para darse a la fuga él solo, dejando a su compañero de escapada Tjallingii, y zamparse una buena ración de viento y adoquines. Mientras por detrás la carrera se terminaba de definir formándose el grupo definitivo de valientes que terminaría disputándose la clásica, Roelandts seguía y seguía.


Por detrás la gente pinchaba o caía. Debido a los adoquines o literalmente volados por el viento hacia la margen de la carretera. O bien porque la bolsa del avituallamiento se enganchaba en las ruedas de la bici. Guardar la vertical con la bicicleta era una tarea de titanes como bien mostraba la esplendida realización de la televisión belga. Y Roelandts seguía y seguía. Y la ventaja aumentaba pese a que detrás le perseguían buenísimos trotones. Geraint Thomas, Terpstra, Vanmarcke, Vandenbergh, Debusschere, Oss y Paolini. Pero Roelandts seguía y les metía tiempo, cerca de 2 minutos.


La carrera transitaba por bosquecillos y muros adoquinados atestados de gente que haciendo frente al mal tiempo animaban a sus ídolos. Una charanga reconfortaba el ánimo de los valientes ciclistas quienes tras coronar uno de los muros conectaban con un tramo de estrecha carretera flanqueada a ambos lados ¡por tractores!. Algo así como un kilómetro con granjeros belgas haciendo una tractorada reivindicativa, haciendo sonar el claxón y vociferando al paso de los ciclistas.


En el segundo paso por el muro de Kemmelberg aconteció la, para mí, verdadera victoria del día. En esa pequeña montaña donde en la Primera Guerra Mundial tuvo lugar una batalla, en la que en cosa de un kilómetro se salvan 100 m de desnivel con algunas rampas a más del 15%. Con el pavimento adoquinado. Fue allí donde además del sonido de la charanga se escuchó a la gente allí congregada jalear al bueno de Roelandts.

¡Jürgen, Jürgen, Jürgen! le gritaban a su paso. Tras casi 50 km escapado en solitario y poniendo en jaque a los grandes favoritos de la carrera, su renta máxima de 2 minutos comenzaba a flaquear. ¿Qué importaba? Haber llegado a meta el primero hubiera supuesto una gesta memorable. Al alcance de tres o cuatro elegidos. En aquellas alturas de la carrera ya se veía que le iba a ser muy complicado puesto que tras coronar y volver a pasar por el pasillo formado por los tractores restaban 35 km a meta llanos y por buenas carreteras donde el grupo perseguidor le podía echar mano.


Lo cogieron a mitad de camino, a falta de 17 km y aunque aguantó el primer tirón, en cuanto se desató la batalla ya no pudo seguir a los más fuertes. De entre ellos llegó el primero Luca Paolini de forma merecida puesto que cualquiera de los 39 supervivientes que lograron cruzar la línea de meta lo hubiera merecido.

Sin embargo, para mí, el auténtico vencedor fue el bueno de Jürgen Roelandts, aclamado en el muro de Kemmel mientras trataba de trepar por esa infernal cuesta. Haciendo frente a la gravedad intentando avanzar por la resbaladiza e inclinada superficie adoquinada, con el viento racheado en contra. Un pitera donde los haya que desde ayer forma parte del particular grupo de ciclistas que ganaron una carrera sin cruzar los primeros la meta. Porque dentro de unos años la gente quizá no recuerde que en 2015 ganó Paolini pero seguro recordarán que Jürgen Roelandts anduvo más de sesenta kilómetros en solitario por el mismísimo Infierno.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Viajes en el Tiempo

El pasado lunes TVE, la tele que pagamos todos, nos ofreció un nuevo capítulo de su serie de producción propia El Ministerio del Tiempo. De trama bastante inusual y diferente a lo establecido en estos lares se trata de al menos un producto divertido y que entretiene si uno se olvida de los fallos en el continuo espaciotiempo en los que los guionistas se empecinan en incidir capítulo tras capítulo.

Y es que no existe libro, serie o película que salga indemne tras vérselas con el Tiempo y es de cajón que para ofrecer un mínimo de divertimento hay que desafiar las leyes de la Física y revolcarse en el barro al más puro estilo Regreso al Futuro. Hay una película, por lo menos, titulada Primer que no lo hace y que en lugar de cambiar rigor científico por espectáculo se queda con el rigor en detrimento de la diversión. Es un ladrillo de cuidado.

Así pues en TVE han optado por tirarse a la piscina y a pesar de dejar algunos cabos sueltos en cada episodio presentar una serie muy digerible y bastante entretenida. Lo cual para una noche de lunes está muy bien y es de agradecer. Aparte de que termina a una hora tolerable para los que tenemos que madrugar al día siguiente.

Y es ahora cuando empiezan los spoilers (o dicho en román paladino) ahora se cuenta parte de la trama de la serie y del último capítulo en particular.


El Ministerio del Tiempo es, como su propio nombre indica, un departamento gubernamental que se dedica a velar por la Historia de España impidiendo que nadie pueda cambiar el pasado, por ruinoso que este sea, ya escrito y establecido. No lo dicen, pero deben de haberse dado cuenta de que no serviría de nada cambiar detalles de la Historia pasada ya que por malos que estos fueran, nos las arreglaríamos para parir otros peores. Esto es España. Para ello el Ministerio cuenta con una serie de puertas que dan acceso a diversos momentos del pasado, y sólo del pasado ya que no se puede viajar al futuro, y de agentes de diferentes épocas que actúan de enlace con la sede central del Ministerio establecida en nuestro presente.

Vamos, que lo del DeLorean de Marty McFly era más plausible, pero sigamos.

En estas que en el pasado capítulo la misión consistía en encontrar el recibo del Guernica y para ello envían a tres de los agentes al pasado a recuperarlo antes de que se extravíe. De estos tres agentes se podría hablar largo y tendido pero tan sólo diré que uno es el hijo de Sancho Gracia haciendo de ambulanciero, el cual tan pronto le pega cuatro hostias a Lope de Vega por cargante como se presta a hacer de novio ficticio de su compañera de trabajo. Brinca de época en época como quien viaja en el Metro ya que aparte no tiene que dar explicaciones en el trabajo porque está de baja laboral.

La moza mencionada anteriormente, que tiene a sus padres bastante moscas con tantas desapariciones misteriosas del núcleo familiar a horas intempestivas. Ella se va a hacer misiones a través del Tiempo pero ellos se deben de pensar que se va de fiesta a algún festival de rock todo el fin de semana... pues no, porque la moza vive en el siglo XIX. En las mentiras que la zagala le mete a su santa madre no inciden demasiado porque no debe de haber guionista que acierte a desentrañar semejante misterio. Como decía, lo del DeLorean a ratos parece mucho más plausible.

Y el tercero en discordia, un veterano de los Tercios de Flandes que navega entre siglos con aparente facilidad. Tan pronto trata a la gente como vuesa merced y se maravilla por el funcionamiento de una escopeta de postas como los trata de gilipollas y se pone a conducir motos de gran cilindrada como si lo hubiera hecho toda la vida. Ayer para aportar veracidad a su personaje del siglo XVI le hicieron soltar un ¡zagal! como si fuese un palabro antiquísimo y en desuso actualmente. Antiguo seguro pero en desuso, por lo menos en el Alto Aragón, no.

Hete aquí que en cierto momento del capítulo nuestros agentes del Tiempo, a los que se supone que debemos de pagar el sueldo todos, descubren a un americano que como ellos navega por el Tiempo para birlarles el recibo del Guernica y de ese modo devolver el cuadro de Picasso al MOMA de Nueva York. El Ministerio, haciendo un ejercicio de rapidez y mejor gestión, igualico que en la vida real, intercepta al agente yanki y actúa con él sin contemplaciones.

Cuando los agentes preguntan a los mandamases del Ministerio qué ha sido del americano interceptado, uno de los jefes interpretado por el hijo mayor de La Gran Familia espeta:

"Ya le hemos encerrado, y bien lejos. El Ministerio tiene un lugar a donde se manda a la gente que juega con el Tiempo indebidamente. Ahora mismo nuestro americano debe estar arrepintiéndose de no haber querido hablar con nosotros..."

Se abre plano del americano tirado en el lecho de paja de una celda raguñosa cuya puerta de rejas se cierra a su espalda. Mientras en pantalla se sobreimpresiona la leyenda "Huesca, año 1053", el americano implora clemencia al carcelero el cual tiene pintas de ser un zagal de la montaña (al servicio del gobernador de la taifa de Zaragoza, eso ya no se sabe). El americano pide al carcelero que llame a la embajada y este se vuelve con cara de tocino malcenao sin decir palabra y dejando al yanki lloriqueando en la celda. Memorable.

Prisión de máxima seguridad ubicada en la heroica y leal ciudad de Huesca, o lo que fuese en el año de nuestro Señor de 1053. Momento en el cual Huesqueta venía a ser Wasqa y no era aragonesa sino musulmana. ¿Lo habrán encerrado en el castillo de Montearagón pues? Pues tampoco ya que es posterior a la fecha, construido como fortificación de cara a conquistar la capital. Veremos en qué deriva esto en próximos capítulos y si nos explican las vivencias del yanki y su simpático carcelero en tan simpar lugar. De cómo matan el tiempo en la prisión y de si echan alguna partida al guiñote. Por de pronto TVE ya ha anunciado que habrá segunda temporada de la serie, genial.




martes, 10 de marzo de 2015

Gran Premio Rondadora

El pasado sábado tuvo lugar el estreno, tardío estreno, de la temporada de bici de carretera. Buscando una motivación extra para coger el velocípedo de andar deprisa, aparte de quitar las telarañas que criaban en las ruedas desde el pasado mes de agosto, se decidió dar el banderazo de salida en el corazón del Sobrarbe.

Tras un almuerzo por todo lo alto en el Sánchez para coger fuerzas antes de la extenuante  y larga jornada diseñada por las mentes navaleras, la temporada comenzó a eso de las 10 de la mañana en dirección Campo por la N-260. Éramos de la partida Nacho, Héctor y un servidor.


Carretera en buen estado, arcén ancho salvo en algún tramo y profusión de terceros carriles y entraderos por donde se rueda bastante tranquilo, con algún que otro repecho interesante. En las inmediaciones de la localidad de Arro nos saltamos el túnel cogiendo el desvío de la antigua carretera que ahora está convertida en una pista de tierra. Es el particular tramo sterrato del día en el que en Siena se disputa la clásica Strade Bianche.

A partir de allí fuertes subidas en las que Héctor acelera el paso con su pedalear parsimonioso mientras sube pendientes del 8% a puro plato. También le da para otear cados donde coger setas e ir señalándolos y radiándolos aunque en cierto punto se da cuenta de que estamos unos cien metros más atrás chemecando y deja de hacerlo.

Al llegar a La Cabezonada, parada en la fábrica de Rondadora, con visita guiada a las instalaciones, explicaciones del proceso y los comienzos de esta joven empresa, y degustación de una de sus refrescantes y suaves cervezas blancas de trigo. Sin duda habrá que volver pero la próxima vez en coche para poder mercar alguna caja.

Y desde allí regreso a Aínsa por el camino que hemos venido aunque esta vez con un esfuerzo sensiblemente menor para completar la etapa inaugural, de escasos 36 km, de la temporada de carretera en 1h 47', a unos vertiginosos 20 km/h.

jueves, 5 de marzo de 2015

Pedroche Express

También es casualidad. El otro día me da por publicar la última aventureta de los Tuercepedales en la que se relataba nuestras dotes innatas para el arte de la orientación y al poco me entero de una noticia que incrementaría notablemente esa penosa habilidad que tenemos para manejarnos por los caminos: La Pedroche va a ser la presentadora de la próxima edición de Pekín Express.


Para quien no lo sepa, Pekín Express es un programa concurso en el que los participantes deben llegar de un punto X a un punto Y (lo del punto X es en sentido figurado, no es el de Torrefarrera aunque viendo el devenir de la televisión en este país todo se andará). Y para quien no sepa quien es la Pedroche pues no sé, que se lo haga mirar o algo. Aparte de ser una moza muy simpática que sale en la tele, es aficionada a correr y a ir en bici, vamos, majísima.


Volviendo al tema, el trayecto entre los dos puntos debe hacerse en medios de locomoción de terceras personas quienes se deben prestar a ayudar a los concursantes o pagarles el trayecto. Los viajes de las primeras ediciones se solían desarrollar por la estepa rusa y China y en posteriores ediciones del concurso por África.

Con lo cual, o uno es un hacha descifrando mapas, o maneja el cirílico, el mandarín y el suajili o está bien jodido. Aparte de las dotes de sociabilidad necesarias para convencer a un ruso de la Siberia profunda para que te lleve en la flagoneta, gratis por la filorcha, hasta el siguiente punto de destino.

Todo ello nos lleva a rememorar otra etapeta por Qatar hecha con mi hermano Jesús hace unas semanas en la que  también partiendo de Berbegal fuimos en dirección oeste no sin antes perdernos nada más salir y acabar en Lagunarrota cuando deberíamos haber ido en dirección a Laperdiguera. Un absoluto despropósito que nos obligó a dar media vuelta una vez pedaleados unos 8 km para retomar la ruta inicialmente prevista pero cogiéndola de cruzado y en sentido contrario al marcado en nuestras hojas de ruta. Un sindiós.


No quisiera profundizar en demasía en los extraños acontecimientos acaecidos en una de las localidades de la ruta en la que siempre que pasamos ocurre algo extraño. Bien se nos aparece un macho cabrío, lo que viene a ser un buco, en el lavadero del pueblo como si uno fuera Santiago Segura inflado a tripis en El Día de la Bestia avistando al Maligno. O bien por el mismo pueblo se nos abren los cielos y lo que era un día nublado amenazando lluvia se convierte en soleado y espléndido.

Aparte de estos extraños acontecimientos ese día tras perdernos por tercera vez bromeábamos sobre la posibilidad de apuntarnos a Pekín Express donde sin lugar a dudas daríamos espectáculo perdiéndonos antes de tomar la salida al más puro estilo Perico Delgado en Luxemburgo. Probadas muestras de nuestro talento hemos dado en repetidas ocasiones como también quedó recogido en el blog el infausto día en el que a escasos tres kilómetros, ¡tres!, de casa no sabíamos encontrar el camino de vuelta a no ser que hiciéramos un descenso del Vero en pleno mes de enero. Con tan mala fortuna de que cuando volvíamos sobre nuestros pasos el camino se encontraba plagado de cartuchos de cazadores recién disparados. Absolutamente dantesco.

La dirección del programa nos sancionaría sin duda cuando el resto de concursantes ya hubieran llegado al destino del día y nosotros no hubiéramos salido aún de la ciudad inicial deambulando por ella y buscando lugares donde almorzar. 

Y nosotros sin saber que el casting del susodicho programa estaba en marcha y que encima la presentadora iba a ser Cristina Pedroche. Qué cruel es el destino cuando ahora que nos enteramos de la noticia el casting ya está cerrado. Cómo cambiaría la cosa el saber que al final de cada etapa La Pedroche estaría allí para recibirnos y darnos la enhorabuena por ser tan espabilados y haber disputado tan bien la etapa. Qué ocasión perdida, qué mala suerte. Habrá que estar atentos para la próxima edición y apuntarnos rápidamente al casting y, eso sí, tratar de no perdernos cuando vayamos.



domingo, 1 de marzo de 2015

Vuelta por Qatar

Tras recibir alguna que otra reprimenda debido a la peligrosa tendencia del presente blog en el que la escritura de nuevas entradas brilla por su ausencia, voy a relatar la última aventura Tuercepedales para el escaso público, aunque nunca suficientemente valorado, que se nutre de las paridas pergeñadas por el estalentao del autor, usease yo.

Nos encontramos en un inicio de temporada marcado por la calma y la tranquilidad por parte de un amplio sector de la familia tuercepedal debido a la falta de objetivos lo suficientemente duros como para demandar una preparación más exigente. Nos encontramos en una tierra de nadie o travesía del desierto la que no nos espera ninguna Pax Avant en verano y en la que si se tiene que subir al Tourmalet muy probablemente se haga en furgoneta acompañando a los coequipiers más valientes. Ha salido el año vago, que le vamos a hacer.

Otros componentes Tuercepedales sin embargo han alcanzado un estado de motivación muy por encima del que debe de tener más de algún ciclista profesional pero por lo que respecta a mi hermano Jesús y yo nos conformamos con ir haciendo nuestros kilómetros en BTT muy tranquilamente para poder llegar de manera digna a nuestro objetivo cicloturista del año que son los phoskitos de la Treparriscos y los raviolis de la Puertos. Este año no va a haber rampotes del 14% ni cosas por el estilo.

Es por esto que para poder realizar una salida conjunta con el mayor número de Tuercepedales se perpetró lo del pasado sábado por los confines meridionales de la comarca en una nueva edición de nuestro particular Tour de Qatar.


Sábado, 8 de la mañana. Tras vestirme de tuercepedal me dispongo a atracar el cajón de los recuerdos, nombre con el que siempre se ha denominado en casa ese espacio de la cocina en el que habitan toda clase de artículos de repostería y bollería. Sin contemplaciones degluto una napolitana y cuatro donetes, todo lo cual pudiera parecer un desayuno normal teniendo en cuenta que me dispongo a coger la bici pero como más adelante se comprobará solamente supone un innecesario capítulo más en la vorágine alimentaria de la jornada.

Como ya he dicho, cojo la bici para realizar el trayecto que separa mi casa del Moliné, donde espera Nachete. Un escaso kilómetro el recorrido para que, tras meter el velocípedo de brincar charcos en la furgona de Jesús, entremos al establecimiento a ingerir la segunda napolitana de chocolate del día. La camarera, horrorizada, contempla como el pavor cunde entre nosotros al comprobar que no hay napolitanas suficientes para todos. Antes de que nos amotinemos y de manera hábil se antepone a la jugada diciendo que tiene guardadas más napolitanas y además nos pregunta si venimos de o vamos a pedalear. Vamos, todavía, vamos. Pues jodo, debe de pensar, menos mal que no vienen de, menuda banda de tragaldabas. Tras ello, cogemos los coches para dirigirnos a Berbegal, lugar de partida de la etapa del Tour de Qatar.

Allí, frente al cementerio, esperamos a David y Pablo quienes llegan en bici desde Barbastro. De este modo se puede comprobar cual es el sector motivado y cual el desmotivado en el grupo Tuercepedales. Y lo que es más importante, un tuercepedal que se precie siempre, siempre, siempre queda con otro de sus congeneres en lugares relacionados con los muertos. O en el cementerio, o en la rotonda de la funeraria o en lugares similares.

A pesar de la motivación de los sujetos antes mencionados, esta no es suficiente como para hacerles llegar a la cita a la hora convenida, motivo por el que Jesús, Nacho y yo debatimos acerca de lo humano y lo divino como la rampante endogamia en Islandia hasta mediados del siglo XX, así como las carencias de TripAdvisor en ciertos sectores bastantes potentes de la hostelería. Al menos durante ese rato no estamos comiendo.

Llegan David y Pablo y se da el banderazo de salida al Tour de Qatar. Lo primero que uno se encuentra es un rampote bastante exigente que le hace sudar media napolitana aunque el sufrimiento termina pronto ya que se alcanza el altiplano de esas latitudes del Somontano meridional desde el cual se divisa todo el Pirineo. Apostado en una curva en uno de los checkpoints se encuentra un comisario UCI.

A todo esto, hagamos un inciso y hablemos acerca de los particulares métodos de orientación de mi hermanos Jesús y un servidor a la hora de hacer una ruta BTT. No solamente no disponemos del último modelo de GPS Garmin sino que el viejo Forerunner la mayoría de las veces se queda en casa o en el fondo de la mochileta en el mejor de los casos. Nos va la marcha, así es que nos orientamos con hojas de papel fotocopiadas del libro de rutas de Javi Sam y Tom Gi (sr Ornitorrinco, me tomo la licencia de robarle los pseudónimos). El libro estaba muy bien hace veinte años y hoy por hoy debemos de ser los únicos pardales que lo seguimos utilizando en pleno campo de batalla pero a su favor tiene dos cosas por lo menos:


  • Hay que parar en cada cruce por cojones, porque no se piensen ustedes que nos estudiamos la ruta previamente en casa, no. Se empieza la ruta y se mira cual es el siguiente cruce o checkpoint, y hasta allí que se va y se para y otra vez vuelta a mirar los papeles. De modo que si no vas muy bien de forma las paradas son una bendición y uno sabe que a lo sumo a todo tirar, no va a hacer más de diez kilómetros sin hacer una paradeta.
  • Aporta una emoción y una tensión que un GPS no te da. En este mundo desnaturalizado en el que la gente busca emociones fuertes y se apunta a cosas tan absurdas como hacer diez ironmanes seguidas en un circuito cerrado de 3 km, el abandono del GPS es algo que la gente debería probar. Sabes que el riesgo de perderse es real, y es más, al final uno se pierde. Sobre todo si la ruta se realiza en sentido contrario al indicado, las posibilidades aumentan de manera exponencial. Si no hay cazadores pegando tiros en las inmediaciones perderse puede resultar divertido, si los hay pues ya toca un poco más los huevos.

Pues bien, en el primer cruce primera duda y he ahí el comisario de la UCI que no es otro que un abuelo que está por allá arriba dando vueltas con el tractor y que se muestra presto a ayudar. Eso sí, antes realiza una espeluznante pregunta en la que respondemos de manera correcta. No queremos saber lo que puede ocurrir si en el siguiente diálogo se responde otra cosa:

- Buenos días
- Buenos días, zagales
- Por favor, ¿para ir a Lagunarrota?
- ¿De dónde sois? ¿De Barbastro o de Monzón?
- ... de Barbastro
- Ah, bueno, pues tenéis que coger todo recto y bla, bla...

Inquietante pregunta, no queremos saber que ocurre si se le contesta que se es de Monzón. El llaneo agradable por el altiplano que lleva a Lagunarrota se pedalea por caminos en buen estado con ligeros toboganes. Tras pasar esta localidad el camino va descendiendo primero ligeramente y luego de manera más acusada hasta llegar a El Tormillo, lugar del que parte un pequeño puerto por carretera con asfalto algo machacado pero con serpenteantes curvas que nos llevan de nuevo al altiplano que habíamos abandonado y desde cuya cima se contemplan al sur las áridas tierras monegrinas.

Tras hacer cima se vuelve a descender para ir a parar al núcleo más meridional del Somontano, Terreu, el cual linda además de con Monegros con la ribera del Cinca. Al paso por Terreu avistamos un pequeño cobertizo en el que yace destartalado una pequeña joya. Un Ford Consul 375 hecho polvo pero que aún así llama de manera poderosa nuestra atención.


Desde allí aún se desciende algo más hasta ir a buscar el camino que nos conduce al Muro de los (mil) Juramentos, una atroz subida que presenta todos los ingredientes para soltar exabruptos varios por la boca. Es decir, pendiente elevada y progresiva hasta alcanzar una pendiente de tanto por ciento absurdo y desproporcionado; firme irregular con brechas provocadas por la escorrentía de las lluvias; camino machacado por la lluvia pero por otra parte seco como como la mojama con una proporción al cincuenta por ciento de arenilla suelta y piedra. Resultado: a la tarea de pedalear se une la de mantener el equilibrio e intentar que la bici no se encabrite, debiendo desistir de ello al tercer resbalón y el decimoséptimo juramento.

Tras este arreón uno pudiera pensar que ya está la etapa en el zurrón pero no es así. Ya que en Qatar además de pasar por paisajes más o menos áridos también resulta que sopla el viento de lo lindo. Y ahora toca llanear con unas buenas aireras pegando de frente o de costado. En la foto del google earth se aprecia una frontera que pasa por Berbegal y Lagunarrota debido a que allí debe de estar el límite del plano de la base de datos... o porque hasta allí llegan los poderes de los extraños fenómenos acaecidos en otra ruta del Tour de Qatar (pero en dirección contraria, hacia Lacuadrada) y de la que se hablará en otra ocasión.


Tras llegar a Lagunarrota se vuelve por donde se ha venido, todo ello para terminar en 2h 22' los 40 km, haber sudado las napolitanas y haber hecho hambre para el plato fuerte de la jornada. La comilona en la granja escuela de Selgua.

Como ya se ha dicho, el mundo tuercepedal se divide en estos momentos en aquellos que ansían participar (y hacer marca) en la QH y los que nos conformamos con ir a Graus y que las abuelas nos sirvan un buen plato de raviolis al terminar. Es por ello que la parte motivada se dirige a Selgua en bici y los vagos vamos en en convoy neutralizado. 

Y allí el merecido premio. Algún tuercepedal como Héctor se apunta a la lifara sin haber pedaleado ni un metro (aunque habiendo trabajado que es peor) y van desfilando las jarrotas de cerveza con limón; la paella de la que salen dos platos por barba; la brasada de costilletas, longaniza, panceta, chuletas de cordero y de la que también repetimos a pesar de que nuestros sufridos estómagos nos adviertan de que deberíamos ir parando; la sopa de chocolate blanco más densa que jamás hayamos comido y que está buenísima; cafés y por supuesto el vino tinto Crucillón para regar tan pantagruélica comida.

Con el comedor atestado de gente, despedidas de soltera, personajes simpares, cumpleañeras y los baffles atronando música discotequera y el Cumpleaños Feliz a niveles infrahumanos. Con todos esos ingredientes buenas risas nos echamos.

Una visita a los simpáticos animales de la granja entre los que echamos en falta al orondo tocino que en la última ocasión que vinimos a almorzar estaba tirado como un fardo dormitando sus últimas horas antes de la matacía. Y de allí para los coches y para casa. La parte motivada marcha con las bicis con el riesgo de acabar tirados en alguna margen bajo una chopera víctimas de los efluvios del Crucillón y el ajaceite. Al final todos llegamos sanos y salvos a casa.

Ayer hubiera escrito esta crónica, pero me fue imposible. Tras llegar a casa y ducharme entré en un estado semicomatoso de inconsciencia que me postró en la cama hasta la hora de cenar impidiendo cualquier movimiento que implicara un desplazamiento mayor al recorrido cama-baño-cama. Pero una vez pasado semejante trance ya puedo decir que para cuando queráis se vuelve a dar una vuelta por Qatar.




Entradas relacionadas

Entradas relacionadas