lunes, 28 de septiembre de 2015

Pitera Sagan se pone farruco


Peter Sagan es un ciclista eslovaco que de tanto tiempo que lleva dando guerra parece que tenga ya cincuenta tacos pero sólo tiene la mitad. Para la gente que no sigue el ciclismo es ese tipo que de vez en cuando le da la venada y llega en algún final en alto del Tour de Francia haciendo caballito con la bici. 


O aquel enfermo que en el podio de la E3 Harelbeke le tocó el pandero a una de las rubias azafatas. 


O ese que un año que le dio por ganar etapas en el Tour, y no llegar segundo, lo celebraba haciendo que corría como Forrest Gump, gesticulando como el Increíble Hulk o, en definitiva, haciendo alguna sobrada de pirado.


Para la gente que nos gusta el ciclismo también es conocido por ser el más habilidoso del pelotón, por ser un tipo diferente con un carácter entre chulo y rural, y porque de veinte etapas de una gran ronda puede terminar entre los tres primeros en ocho de ellas combinando las más diversas disciplinas. No es especialista en nada y es genial en todo. Pero es de los ciclistas que se ganan con creces el sueldo, disfrutando y haciendo disfrutar al personal


Después de clavarse un Tour de Francia memorable consiguiendo el maillot verde de la regularidad sin ganar ninguna etapa pero haciendo entre los cuatro primeros en diez etapas, ¡en diez!, haciendo una verdadera demostración de profesionalidad encima de la bicicleta, apareció por la Vuelta a España y por fin rascó etapa en una grande en este año 2015.

En la entrevista que le hicieron los de TVE le preguntaron que si ya que estaba en buena forma pensaba en ganar el maillot verde. El eslovaco puso una cara mezcla entre "este tío es gilipollas y hombre no me toques los cojones". Con su carácter rural le contestó que sí, que estaba pensando en ganar el maillot verde, pero el del Tour de 2016. Muy somarda. Otra respuesta no se merecían teniendo en cuenta que el maillot de la regularidad de la Vuelta no es verde y su color lo dicta el patrocinador de turno de cada año y encima la clasificación está ideada para que llegue con opciones hasta el último día Purito Rodríguez. Lo cual es directamente un insulto a todo lo que representa el maillot verde del Tour.

Al bueno de Sagan se lo llevaron por delante un par de etapas después a pocos kilómetros de meta. Una moto de la organización que no se dignó a parar a socorrer al herido y salió como una fuina hacia delante. El joven eslovaco la emprendió a golpes con todo. Con la bici, con el coche de asistencia, con el coche del médico. Probablemente le hubiera salido más a cuenta emprenderla a golpes con el señor director de carrera, el señor Guillén. Le hubieran multado igual pero se la hubiéramos pagado a escote entre unos cuantos para los que la última Vuelta ha supuesto una tortura por mala, infumable, peor ofrecida por televisión y rematadamente peor gestionada por sus mandamases. Lo que viene siendo una auténtica basura.


El pobre Sagan había pasado de la gloria de los campos Eliseos ganando el verde en París después de una serie de machadas apoteósicas a ser multado en la Vuelta por emprenderla a patadas con todo lo que encontró después de ser embestido por un imbécil. Reacción que hubiéramos tenido unos cuantos. Unos cuantos al menos de los seres asalvajados que frecuentan este engendro de blog. El pobre chaval no tuvo más remedio que poner fin a ese sindiós y marcharse a su casa donde sanó de sus heridas y, sobre todo, no tuvo que aguantar más estupideces made in Spain, ni subir todos y cada uno de esos diez finales en alto inéditos y que no eran sino, en muchos casos, caminos infernales que no frecuentan ni las cabras por feos y empinados.


El caso es que llegó el Mundial de fondo en carretera y hete aquí que Pitera Sagan consiguió uno de los mayores logros a los que puede aspirar un ciclista profesional. De los que se reían de él por ser el eterno segundón, de los que lo vilipendiaron hace un mes a causa de la caída poco menos que provocada por alguna maniobra extraña suya según profirieron algunas fauces de juntaletras. De todos ellos se descojonó en recta de meta, entrando como sólo un tío como él puede hacer. Ni llantos, ni gritos de rabia, ni gestos crispados. Una media sonrisa y unos gestos de negación y otra vez la sensación de estar pensando "hombre no me jodas".


Bici al suelo, casco y gafas para la afición, saludos a todos los que iban llegando detrás de él, caballito montado de nuevo en bici yendo a la zona de podio y morreo con refrote con la novieta. 


Le faltó mirar a cámara y gritar un "Guillén t'ajodan" pero eso ya hubiera sido el acabose.





miércoles, 16 de septiembre de 2015

Aquellos torneos de Fiestas...

Tras el preceptivo descanso veraniego, este humilde blog vuelve a ofrecer alguna que otra historieta para todos aquellos incautos que tengan a bien pasar a leerlo. Como el verano tampoco es que haya sido muy productivo en cuanto a práctica deportiva propia (ya habrá tiempo de rememorar el fantabuloso entrenamiento realizado todos estos meses de cara a la cita en Guara dentro de dos semanas) habrá que tirar de archivo y aprovechando que aún tenemos recientes las Fiestas del Barranqué y se está jugando el Eurobasket de tiones, vamos a recordar aquellos maravillosos torneos de baloncesto que algunos tuvimos la suerte de contemplar cuando éramos unos críos.


Año 1988. En esta ocasión son de la partida el Magia Huesca, el Barça y la Selección Yugoslava. 

El Magia, nuevamente con su plantilla compuesta por Granger Hall, Brian Jackson, Pagés, Alocén...  Aquellos equipos de los '80 y '90 si algo bueno tenían era la permanencia de los jugadores en las plantillas. Uno podía recitar los quintetos de memoria, los jugadores se implicaban con sus equipos y al revés. Eran como de casa. De hecho Granger Hall se casó con una chica de Almudévar después de estar seis temporadas en Huesqueta. Sin embargo en estos tiempos estar seis años en un equipo, y más de baloncesto donde se estilan mucho los contratos de "temporeros", se antoja complicado.

Estaban entrenados por Iñaki Iriarte, un histórico de los banquillos de la ACB.

El Barça, con Quim Costa (actual entrenador del Peñas), Chicho Sibilio, Trumbo, Santi Abad, Xavi Crespo y Audie Norris... Entrenados por Don Alejandro García Reneses. Entrenador a quien la Historia (como a Butragueño con las copas de Europa) le debe una final olímpica. La de 2008 los señores del COI y la FIBA tuvieron a bien sisársela vílmente con nocturnidad y alevosía. A estas alturas de la película difícil será que se la devuelvan.

Aquel Barça era el predecesor del equipo que se iba a estrellar año sí y año también en la Final Four contra los zagales de la Jugoplastika. Por el Ángel Orús estaba desfilando lo mejorcito del baloncesto europeo.

Y Yugoslavia. Qué decir... A los Radja y Kukoc del año anterior había que unir a los Paspalj, Zeljko Obradovic, Jure Zdvoc, Vrankovic, Divac, y el gran Drazen Petrovic. Entrenados por Dusan Ivkovic. Sonaba majestuoso por aquel entonces. Ahora, pasados los años y conocidos todos los logros de estos jugadores y entrenadores, suena irreal que en la pista donde muchos hemos tenido clases de educación física y hemos jugado montones de veces haciendo el canelo, ellos estuvieran allí.


De nuevo el pabellón se llenó hasta los topes y de nuevo la criallería la gozó encorriendo a aquellos gigantes para reclamar autógrafos. Conseguí unos cuantos. El que más ilusión me hizo fue el de Chicho Sibilio. Yo era del Madrid pero ese jugador me caía bien. De pequeños quien más quien menos ha sido siempre del Rey Baltasar y Chicho tenía un aire a rey mago bastante acusado, aunque en aquellos tiempos el Rey Baltasar en Barbastro tuviera el pelo blanco, ojos claros y fuese pintado con betún... pero eso ya son otras historias.

La colección del Peñas y de Yugoslavia también fue bastante bien, sin embargo faltaba la firma de la estrella principal. La firma de Petrovic. El genio de Sibenik es junto a Nikos Gallis (o Navarro a lo mejor), Sabonis, Pau Gasol y Nowitzki, uno de los cinco mejores jugadores europeos que he visto jugar. Perfecto si jugaba en tu equipo, desesperante si actuaba en el contrario. Todo lo que tenía de genial lo tenía por momentos de chulo. Por aquel entonces jugaba en la Cibona de Zagreb. Uno de aquellos cocos contra los que el Real Madrid siempre palmaba. El otro era el Aris de Salónica de Nikos Gallis, el resultado era parecido sólo que en Salónica además el público invadía la pista y tiraba las canastas cuando terminaba el partido. Otros tiempos.

Volviendo al torneo de Fiestas, en una de mis incursiones a la puerta de los vestuarios pasó Petrovic, absolutamente altivo, ni me miró. Yo tampoco tuve el valor de ni tan siquiera abrir la boca o extender la libreta a su paso para que firmase. Eso sí, mi cara debía ser un poema ya que justo detrás de él pasó uno de los masajistas del equipo, me miró, dijo algo en inglés o serbocroata e hizo gestos muy ostensibles de que esperase donde estaba. Marchó como una fuina detrás de Drazen y se metió en el vestuario. Al minuto salió con una foto firmada por Petrovic y me la dio con una gran sonrisa. La que le devolví a ese santo varón tampoco debió de ser para menos. Años después perdí la dichosa foto al igual que la firma de Granger Hall. La del saputo asimilado (por si no lo saben, Saputo es el acojonante gentilicio de Almudévar) si algún día me lo encontrara por Huesqueta, aún se la podría pedir, algo que lamentáblemente no podré hacer nunca con el malogrado Drazen Petrovic.

Yugoslavia ganó el torneo, después de enjaretarse raciones de calamares y gambas en el altillo del bar Victoria. De cómo esos mustaganes se acomodaron en tan reducido espacio, es mejor que se acerquen a tan emblemático establecimiento para que alguno de sus dueños les relate semejante acontecimiento. Esa misma Yugoslavia sería semanas después subcampeona olímpica en Seul, cayendo en la final contra Kurtinaitis y amigos, esta vez sí con la ayuda de Arvydas Sabonis. Viendo la final por la tele a ratos uno parecía que estuviese en la grada del Ángel Orús. Impresionante.


Año 1989. Faltaban poco más de dos meses para que el mundo cambiase por completo tras la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, en la tercera edición del torneo todavía pudimos presenciar uno de esos duelos de la Guerra Fría. EEUU-URSS.



Bien es cierto que la URSS que vino no era ni con mucho el equipo campeón olímpico del año anterior y EEUU... el equipo americano, que se llamaba Howlers All Stars, era la banda trapera del río versión equipo de baloncesto. Los he buscado por internet, no encuentro nada acerca de estos tipos, ni tan siquiera encuentro qué son los "howlers" aparte de un grupo musical o una especie de mono. A todos aquellos equipos los recuerdo con mucho cariño y desde aquí mi agradecimiento a todos ellos por venir a este foricachón de la provincia de Huesca donde para días vemos algo semejante, pero estos Howlers eran flojetes, las cosas como son. Había algún NBA que se supone que eran los buenos. Dean Pettus y Lawrence Grandingo. No he sabido encontrar nada tampoco de estos dos buenos hombres. En  serio, a cualquiera que aporte algo de luz a este misterio le estaré eternamente agradecido. El resto de jugadores provenía de la NCAA y de la CBA. El propósito de que se juntase toda aquella banda constituye también uno de aquellos misterios que en las frías noches de invierno surge en alguna conversación en algún bar a horas muy intempestivas.

El equipo de la URSS era una selección B (o si me apuran hasta C), pero al  menos vinieron Vetra, Tikhonenko y Goborov. Alguno venía de ganar el bronce el Europeo de junio. Vetra era bueno lo que para ganarle el puesto a Kurtinaitis, Homicius, Volkov y compañía pues como que no. Tikhonenko había sido campeón olímpico y Goborov era la nueva perla del baloncesto soviético. Por desgracia días después de jugar en Barbastro fallecería en accidente de tráfico en Moscú.

El Peñas vino con lo de siempre. Para qué más. Solamente contemplar a Brian Jackson sobre la pista haciendo de todo y todo bien y el espectáculo de Granger Hall lanzando los tiros libres valía el precio de la entrada.

La final la disputaron la URSS contra los Howlers All Stars. Yo iba con la URSS, porque aunque no estaba aquí, era el equipo de Kurtinaitis. Este jugador no era un Sabonis, ni un Gasol, ni un Petrovic. No era el mejor, eso está claro, pero por un lado están los mejores y por otro lado están los que uno admira. Eso siempre lo he tenido bien claro, tanto en el deporte como en otras facetas de la vida.

Aparte, en casa se iba con la URSS sobre todo por lo que respecta a mis hermanos. Uno de ellos guardaba celosamente una bandera con la hoz y el martillo en un cajón de la habitación donde no la pudiese pillar mi madre. Por las tardes se cogía la bandera, la sacaba, la izaba en un palo y se iba al pabellón a ondearla en uno de los fondos del graderío ante la mirada atónita de mi padre, con quien yo veía los partidos en la otra punta del pabellón. Al terminar el partido, plegaba la bandera, se la echaba al bolsillo y la volvía a esconder en el cajón. Al día siguiente, a la hora de comer mi padre le contaba a mi madre lo de la bandera. Horrorizados, ya no por la bandera en si sino porque al ondearla en la grada mi hermano debía ir sin sed (pero eran fiestas del pueblo, qué puñetas), le preguntaban por el paradero de la misma y en esa casa todos callábamos como putas. ¿Bandera, qué bandera?. No fuera a ser que se la quitasen y en la final no tuviésemos espectáculo.

Y en la final hubo espectáculo. La hoz y el martillo volvieron a ondear y no fueron los únicos porque había alguna pancarta de "Animo Tovarich". Aquellos americanos estaban espantados y alguno pensaba que tendrían que salir por patas. Pero es que eran fiestas, la gente iba empifolada, no es que los ánimos se enardecieran solamente por el partido. Y los soviéticos, miraban a la grada con los ojos como platos. Por momentos no sabían si estaban en Barbastro o en Magnitogorsk. 


Al final del partido, con la URSS vencedora, mi hermano el de la bandera y sus amigos y más gente invadieron la cancha al más puro estilo Munich '72 y se zamparon una botella de vodka con el amigo Tikhonenko. Semejante escena en uno de esos partidos de la gira Ñ que perpetra la selección de baloncesto todos los veranos es sencillamente inconcebible. Apretarse una botella de pacharán en plena cancha junto a San Emeterio (al resto de integrantes de la selección no acabo de verlos de esa guisa) supondría pena de cárcel aparte de suspensión de por vida para la práctica deportiva. Entonces supuso un poco de cara de acojone del pobre Valery y festival del humor a la mañana siguiente en casa aparte del requisamiento de la banderita. Otros tiempos.


PD. Este año 2015 se volvió a celebrar un torneo de Fiestas de baloncesto con equipos provinciales. Esperemos que con el paso de los años el evento coja fuerza de nuevo y podamos disfrutar con las estrellas del baloncesto.
De momento disfrutaremos con el Triangular Benéfico de Voleybol los días 22 y 23 de septiembre. A beneficio de Cruz Roja para que lo destine a los refugiados, que buena falta les hace, y que servirá de merecido homenaje al tristemente desaparecido Javi Del Valle.
Nunca pido nada a través de este blog pero creo que la ocasión lo merece. 
Acudan, por favor, es por una buena causa.

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