viernes, 25 de marzo de 2016

La regla de los dos tercios



Ayer hubo paseo con la bici de montaña. Después de tres meses de abandono. Queda un mes para la marcha de los Monegros y la cuestión es no presentarse en la línea de salida con serias dificultades para hasta montar en el velocípedo de brincar charcos. El destino de la excursión fue parecido al de una de las últimas salidas de diciembre, el Área 62 la cual ayer quedó rebautizada como Área 51 de Roswell por motivos que el atento lector y conocedor de este engendro de blog podrá desentrañar conociendo las correrías de los seres que se describen.


Nos perdimos. Otra vez. No se trata de ninguna novedad pero cuando se desarrolla de la manera como fue ayer es para relatar la aventura para que quede constancia escrita de cómo es posible perderse tres veces para ir a un punto distante unos seis kilómetros. Se trata de una circunstancia pavorosa en tanto en cuanto no aprendemos de los errores del pasado e incluso parecemos regodearnos en ellos. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Nosotros nos guardamos esa piedra en el bolsillo y la dejamos caer delante nuestro cuando nos aburrimos.



Ante la posibilidad de montar una salida en bici en la mañana de Jueves Santo pero intentando evitar la carretera el miércoles se terminó de concretar una vuelta, un paseo, con la bici de ruedas gordas. De hecho por circunstancias que no vienen al caso la salida se terminó de concretar ayer a las 9 de la mañana, lo cual no es excusa para la tropelía que viene a continuación.


Éramos de la partida Juanillo, Truli, Jesús y yo. A la merecida fama ganada a lo largo de los años por mi hermano y yo en el mundo de la orientación se unía la figura local encarnada por el fantástico Truli. Una colusión de facultades jamás vista, una novedad mundial que ninguno de los cuatro quiso prever. ¿Nadie? Bueno, nadie verdaderamente no. Juanillo confirmaba su asistencia via wasap a las 9:35 hora zulú, y yo le respondía que también venía Truli. A continuación se detalla un extracto de la conversación mantenida y en la que Juanillo, esa mente preclara, ya se anticipaba a lo que estaba por suceder.

-De acuerdo, pero por Dios que no haga de guía.
-Tranquilo que vamos de paseo.
-Que he ido dos veces con él y las dos nos hemos perdido; las dos con 30 km de más.
-Al Área 62 no hay mucha pérdida.
-Bueno, bueno... que esto me lo conozco.

El encuentro entre los cuatro jinetes del Apocalipsis tuvo lugar en la cruz de Santa Bárbara. Ya allí había motivos para abortar misión, nadie quiso verlos. Truli se encontraba enfrascado tecleando en su móvil sacando mapas del Instituto Geográfico. Para subir al Pueyo. Ya en el primer cruce se decidió tirar por la derecha. La izquierda suponía acometer el camino tradicional, el que todo el mundo conoce, el que no tiene pérdida. Pues nosotros tiramos por la derecha, abandonados a la pericia de Truli.

A los doscientos metros Truli comenzó a insultar gravemente a una chica china que hablaba desde su teléfono móvil el cual lleva sujeto a su manillar. El porqué lo lleva allí luego se aclarará aunque ya se puede avanzar que el motivo es demencial. El caso es que a la muchacha china que gobernaba los designios de la excursión algo no debía de cuadrarle y comenzó a vomitar palabras, pudiera ser que hablase en castellano pero al revés al igual que la niña del Exorcista aunque eso nunca lo sabremos ya que el volumen de los juramentos proferidos por Truli era claramente superior al de los mensajes de advertencia de la guía.

El caso es que Truli mató a la chica china y la guía dejó de realizar su función, quedamos a merced de los elementos y de la regla de los dos tercios. Pasamos por Granja Aventura pero al primer cruce un poco comprometido ya hubo disensión de opiniones y se optó por lo que dijo Truli. El resultado fue terminar en medio de un campo. Llegados a este punto fue cuando alguien planteó la cuestión de qué clase de track o mapa estábamos siguiendo a lo que Truli respondió de manera escalofriante: "yo llevo el GPS para saber dónde estoy pero no para saber a dónde voy". Brillante. 

La cuestión fue que tras cruzar un campo lleno de árboles plantados en el que supuestamente había un camino "hasta hace bien poco" pero en el que hay que hacer hincapié en que había árboles, y todo usuario de la piscina municipal del Barranqué conocerá que los árboles tardan eones en crecer y los de ese campo estaban crecidos, se vuelve a llegar a un punto perdido en el espacio sideral a partir del cual no era posible avanzar.

En ese momento, Jesús, ese otro tótem del mundo de la orientación decidió tomar el mando para sacarnos de semejante aprieto. La opción elegida para abandonar aquel vórtice de perdición fue una maravillosa trialera la cual nos llevó a realizar un bucle alrededor de unas carrascas por las que paseaban un señor con su hija. Cuando nos vio por primera vez el hombre puso cara de extrañeza al contemplar cuatro tarados por aquellos parajes no muy habituales para la práctica ciclista. Cuando a los cinco minutos nos volvió a ver justo al otro lado de la faja de carrascas yendo en dirección contraria sólo le faltó tapar los ojos a su hija para ahorrarle la visión de esos cuatro errores de la Naturaleza en pos de alcanzar las cotas más altas de la incompetencia. Seguramente la música de Benny Hill sonaba dentro de su cabeza al ver semejante escena.

Aún hubo tiempo para que Truli volviera a colocarse en primera posición del pelotón llevándonos a otro de esos puntos en los que el camino se corta en medio de una era. Ante las imprecaciones y juramentos del personal que le animaba a responder por dónde pensaba hacernos llegar a destino él tuvo el cuajo de decir aquello de "¿por qué me seguís? ¿por qué me seguís si no sé a dónde voy?". Delirante.

Por extraño que pueda parecer a estas alturas, conseguimos llegar al camino principal del Pueyo algo sobre lo que sinceramente albergué serias dudas. Cabe recordar que por aquellos caminos ya vagamos durante horas con el Enano y Agus en una lluviosa jornada de infausto recuerdo y que más recientemente en la capital maña tardé cuatro horas en llegar desde la zona del Casco hasta casa de Lemus Zapador inmerso en una interesante trail nocturna de vergonzante recuerdo. De Jesús ya se habló largo y tendido en esta blog el día que partiendo desde Berbegal en dirección hacia Laperdiguera terminamos en Lagunarrota, básicamente se encuentran en direcciones opuestas. Y Truli en cierta ocasión en la que viajábamos en coche a Bayona nos hizo subir por Zuera y Sos del Rey Católico y volver por una carretera perdida de las bardenas reales por la que el resto de la expedición se le amotinó ante tamaño dislate. El único ser que podía poner algo de raciocinio en la excursión era Juanillo y para lo único que abría la boca era para decir cada vez que llegábamos a algún camino cortado "Señor, llévame pronto".

El acongojado lector de estas Truliaventuras podrá creer que una vez llegados a la senda conocida por todo buen barbastrense que lleva al Pueyo llegaríamos sanos y salvos a nuestro destino que no era sino almorzar en la rotonda de acceso a la autovía sita a un escaso kilómetro del monasterio. No, no y mil veces no. El ser humano es una máquina espectacular que se complica la existencia hasta cómicos límites. Vayamos por la carretera directos, no. Vayamos por el camino que parte desde la ermita, tampoco. Subamos hasta la placeta del Sol y cojamos el camino que va hacia Castillazuelo, luego bajemos hacia la nacional, no tenemos ni idea de por donde se cruza hacia el área de servicio pero por algún sitio se podrá, vayamos.

Hasta la nacional se llegó moderadamente bien, no había mucha pérdida incluso para unos zotes como nosotros. Luego volvieron las comedias. Cruzando por encima de la autovía le comenté a Juanillo que ya llevábamos 14 km para un trayecto que debería haber costado no más de 7. Él comentó que aún nos quedaba un rato ya que las rutas de Truli suelen estar sujetas a la regla de los dos tercios (Dos tercios = 2/3 = 0,666 = el número de la Bestia). Y no le faltaba razón. Tras explorar un par de campos más se optó por ir a dar una vuelta por los contornos del vertedero para acometer el camino que lleva hacia el área de servicio. Rodeados de bandadas de cuervos, milanas bonitas y algún buitre que ante tanta insistencia de aquel grupo de cuatro impedidos que no hacían más que dar vueltas sobre si mismos se planteaba la posibilidad de darse un festín.

Al final llegamos al Área 62 aunque bien hubiera podido costar menos llegar al Área 51. Tuvimos menos dificultades para encontrar una mesa para sentarnos a degustar un almuerzo a base de dos huevos fritos con tres chullas de panceta y patatas panaderas. Ya allí aposentados y relatando al personal que así lo quiso nuestra incompetencia se acercó un incauto turista a preguntar. Aunque parezca mentira, un chico andaluz que no se vio amedrentado por los ostentóreos alaridos que provenían de nuestra mesa se acercó a consultar con su GPS. Increíble pero cierto.

El incauto pretendía ir a "Biela", lo que ya provocó aluvión de críticas hacia el mundo en general porque en el mapa se lee eso pero se pronuncia de otra manera, y no sabía que camino tomar ya que el GPS le planteaba dos rutas diferentes. Como el atento lector podrá imaginar ese consejo de sabios le propuso una tercera vía -uuuy, para ir a Viella lo mejor es que te bajes hasta Lérida... - ante la mirada ojiplática del andaluz a quien el buen tino y acierto que llegó a otorgarnos el vino y la cerveza que habíamos ingerido nos llevó a desdecirnos de semejante barbaridad y a ofrecerle la opción más razonable de subir dirección Benabarre.

La vuelta a casa no estuvo exenta de otra pérdida de camino pero como siguiendo la carretera del canal no hay más remedio que acabar abocados en algún momento a la de Berbegal al final terminamos llegando a casa, no por el camino que se había pensado, pero llegamos.

Terminaron saliendo 30 km para una ruta que no debería haber tenido más de la mitad. Lo que da miedo de verdad, porque la vuelta era sumamente sencilla incluso para nuestra torpeza, es que para la ida se aplicó la regla de los dos tercios de una manera matemática. Lo que en circunstancias normales no hubiera sido más que un paseo de entre seis y siete kilómetros costó la friolera de veinte. Lo que la razón dictaba se convirtió en un tercio de lo que terminamos pedaleando, los otros dos tercios vinieron de propina merced a nuestras habilidades.

Como ya se ha comentado, las habilidades de orientación de mi hermano Jesús y un servidor, se limitan a seguir las hojas publicadas por Javi y Tom hace años ha, en los que siguiendo referencias tan variopintas como acequias, tajaderas, carrascas, puentes o campanarios uno ha de situarse para llevar la cuente de por dónde hay que girar y por dónde coger el camino perfecto. Es un método imperfecto sujeto a que la higuera propuesta como referencia nº 17 haya sido erradicada de la faz de la Tierra hace ya mucho tiempo pasando de largo y entrando en bucles espaciotemporales con el consiguiente incremento de kilómetros por parte de los incautos que se guíen mediante estos primigenios tracks. Cada paradeta en las referencias para comprobar que se sigue el camino correcto puede ser empleado para comer, beber y soltar ventosidades varias. Uno le acaba cogiendo el gusto.

Por lo que respecta a las habilidades de Truli... se acaba convirtiendo en lo mismo, exactamente lo mismo pero pertrechado de unos mapas última generación a través de los cuales una solícita chinita te guía a destino. Lo malo de estas tecnologías que están en constante ebullición son las actualizaciones de software y que donde ayer indicaba un camino como una autopista hoy hay un campo con unas carrascas como casas. Qué le vas a hacer si te cambian los caminos de sitio... lo bueno de todo es que al menos cuando uno se pierde sabe exactamente dónde está y tan sólo se trata de encontrar un camino transitable que lo lleve a destino o de llamar al 112 y decirles que uno se ha perdido. ¿Dónde? pues aquí.

Conclusión: el que es torpe es torpe. Da igual que vaya a pelo, con hojetas del año la picor o con un GPS último modelo.

PD. a pesar de contar con la inestimable ayuda de uno de estos GPS último modelo ninguno de los cuatro zotes fue capaz de registrar la maravillosa ruta seguida. Mejor así, de esta manera será inimitable y no quedará expuesta a escarnio público por el resto de los tiempos. Quedan 35 días para Monegros y la inquietante sensación de que igual terminamos dando vueltas por Albacete, seguiremos informando.


6 comentarios:

  1. Yo os lo advertí antes de salir:
    "... Aún no he subido al Pueyo dos veces por el mismo sitio... "

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  2. He vuelvo a leerlo, por si me habia dejado algun detalle XDDD, maravilloso relato XDDD, creo que Truli va a inspirar grandes relatos, ya tengo ganas de ir de ruta con el XD

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  3. "¿Por qué me seguís si no sé a dónde voy?"
    ¡Jajajaja!

    Me parece sorprendente y maravilloso que una subida al Pueyo todavía pueda dar para semejante aventura. Me recuerda a nuestra niñez, explorando esos terrenos con bicicletas sin marchas, sin GPS, ni tan siquiera mapas.

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