sábado, 20 de mayo de 2017

La Monegros 2017

La crónica de esta carrereta se ha escrito de la misma manera que se corrió la prueba. Despacito. Así es que después de tres semanas ahí van las impresiones de la travesía por el desierto...

A continuación voy a enumerar 10 de las ventajas que supone hacer en grupeta la Monegros. Ó 10 de las cosas que pudimos disfrutar como si fuéramos críos. Desventajas también hay unas cuantas pero nos quedaremos con lo bueno. El año pasado se describió con profusión de detalles como Jesús y yo completamos el recorrido mano a mano junto a un tropel de gente yendo como cagallón por cequia azotados por el puñetero viento. Fue por momentos un auténtico infierno y aún así salimos contentos como para repetir. Este año el planteamiento inicial era completamente diferente. Junto a varios compañeros de trabajo de Jesús (Antonio, Carlos, Pilar y Mercedes) y David R de gregario de lujo la idea era completar la marcha corta chino chano. Y aunque nunca pensamos que fuera a ser tan chino chano he de reconocer que en el fondo me lo pasé como un enano.

La verdadera esencia del desierto
Cuando después de dos horas de pedalear te plantas delante de las faldas del alto de Piedrafita y por detrás de ti no viene nadie (pero nadie, nadie, nadie) y por delante tan sólo hay cadáveres desperdigados que ascienden las pendientes caminando puede decirse que estás metido de lleno en medio del puñetero desierto. Si encima el cielo amenaza tormenta y el fuera de control se cierne sobre tu cabeza la situación de desamparo se acrecienta. Uno pudiera darse media vuelta, buscar la carretera más cercana y solventar el trámite lo más deprisa posible regresando a Sariñena por la vía rápida. Lo malo es que en más de una ocasión me ha tocado ser esa persona a la que otros esperan y tratan de empujar hacia delante. Alguna que otra vez a base de insultos y gritos he logrado que esos otros que esperaban se marcharan adelante para que me dejaran apañarmelas pero otras veces han estado ahí hasta el final y lo cierto es que se agradece. Este sábado tocaba estar ahí. Así es que una vez lo asumes más te vale dedicarte a sacar las cosas buenas de esta experiencia. Una de ellas es captar la verdadera esencia del desierto. Ya que te quedas bien solo por esos lugares, contempla en su esplendor tamaño espectáculo. Porque una de las cosas que motivaba a coger la bici cuando se era crío (y ahora también) era llegar cuanto más lejos de casa mejor. Pues pedalear por esos pagos desérticos es como marchar a casa Cristo. El año pasado debido a ir incrustado en pelotones todo el rato y debido a la tensión que provocaba el hacer equilibrios para que el viento no nos derribara no se pudo disfrutar en su totalidad de las vistas. Este año de sobras.

Series a la carta
El ritmo fue tan sumamente cochinero que hubo ocasión de hacer multitud de aceleraciones y series en cualquier lugar imaginable. El mero hecho de parar a mear era jaleado entre la muchachada para tener la excusa perfecta. No para vernos la chorras, no se vayan ustedes a pensar mal, sino para tener que salir después disparados como alma que lleva el diablo para coger al resto de la grupeta. Con los caminos polvorientos como estaban aquello parecían machetazos en plena Roubaix o Strade Bianche. Fíjense ustedes que hubo ratos que por hacer algo de provecho me dio por ponerme detrás de la ambulancia que patrullaba los caminos. Cuando todo el mundo se apartaba dejando paso al auto y la polvera que dejaba tras de sí yo me clavaba a su estela a tragar polvo y ponerme de mierda hasta arriba. Incluso se dio el caso subiendo el alto de Piedrafita cuando David después de hacer una labor de gregario impagable decidió pegar un apretón en los repechos finales. No me lo pensé dos veces a la hora de salir detrás de él. Nos lo pasamos como críos echando carreras en la calle.

Adelantamientos por doquier
Es lo que ocurre cuando de buenas a primeras se producen estas aceleraciones. Que hay que ir adelantando a gente que bastante hace subiendo a trote cochinero. Al final se coge destreza en el asunto y será de vital importancia como se verá más adelante. Con diez años de edad esprintando en una calle de único sentido no había ningún problema en hacer estas maniobras. Con una GAC desvencijada y las ruedas de tres bicis en paralelo lamiendo los bordillos de las aceras. Un poquito como el día de la marcha.

Avituallamientos vacíos
O no tan llenos como en otras ocasiones. El primer puesto de Sigena estaba casi para nosotros solos y de hecho cuando marchamos ya estaban recogiendo. Lo malo hubiera sido que al llegar últimos no hubiera quedado comida pero como no fue así nos pudimos poner hasta arriba de pastelitos de manzana estableciendo una nueva plusmarca personal. Junto a la imprescindible dosis de botellín de powerade en cada uno de los dos avituallamientos tuve el inmenso placer de enjaretarme ocho pastelitos en total (4+4). Me supieron igual de bien que si me hubiera zampado cuatro tigretones y cuatro foskitos. En posteriores ediciones no se descarte elevar esta plusmarca a cotas más elevadas que rayen la absurdez humana.

Desentrañamiento de la fórmula del powerade
Y no me refiero a lo que reza la etiqueta acerca de sus ingredientes y composición porque doy por hecho que la mitad es mentira y la otra mitad es verdad a medias. Me refiero a que mientras uno pedalea por esas tierras baldías en las que en el horizonte no se aprecia ningún signo de civilización dos dudas fundamentales asaltan a la mente. ¿Por qué ese líquido reconstituyente teñido de azul cristasol, una bebida con color de desinfectante, ejerce semejante interés en los tuercepedales comunes bebiendo en cantidades ingentes esa suerte de pato WC como si fuera burbanflash de sabor tropical? Y sobre todo y no menos importante ¿qué clase de ingrediente secreto provoca semejante repretez intestinal y la necesidad imperiosa de soltar ventosidades? Señores de Powerade, necesitamos respuestas.

Conversión en flandrien
Llegado un momento en una de esas numerosas paradas que íbamos haciendo para esperar a la grupeta Jesús se me quedó mirando y dijo algo así como: Jodo, entre que vas lleno de mierda, el culote de Lotto, la cara chupada, la gorreta debajo del caso... pareces belga y que te apellides Van... Van algo... Van Lakommen. Para el año que viene ya está decidido. Habrá que volver a Monegros a llenarse de mierda (uno de los mayores placeres al pedalear esos caminos, pillar charcos, aspersores a todo gas, polvo por doquier) ungido con la sagrada driekleur del maillot de Bélgica.

Pedalear con zagalas
Los gachos somos simples. Cuando nos encontramos metidos de lleno en una marcha cicloturista y nuestras necesidades básicas quedan cubiertas (esto es, beber cristasol hasta encharcar la tripa, comer pastelitos hasta bordear el torzón, peder fuerte sin miedo a la muerte e ir marcando el territorio a base de pichadas) lo siguiente ya es empezar a pedalear como enajenados hasta hacernos mal. El tema este de ir charrando y mirando el paisaje no es mucho de nuestra cuerda y sea por un tema involutivo o por una configuración errónea de nuestro cerebro procedemos a pedalear como gilipollas. El hecho de contar con alguna zagala en la grupeta ayuda a atenuar estas acciones perniciosas para nuestra salud física y mental. No se ponen nerviosas y el tema de ir bordeando el fuera de control no les afecta. Se charra de manera agradable y no pierden la compostura. Bien por ellas.

Cansancio cero
No rompí a sudar fuerte en ningún momento. No es que hiciera mucho calor pero tampoco hacía frío y la cosa es que no sudé como un animal porque no llegué a cansarme. Bebí un sorbo de agua en el km 20 por aquello de decir que cada hora hay que beber algo. Luego ya se me olvidó y aparte de las dos dosis de pato WC no bebí nada más. Y oriné cuatro veces marcando el territorio monegrino de manera realmente sorprendente.

Parar a comer bocadillo en sitios insospechados
Por hacer algo en esas ocasiones en las que iba adelantando unos cuantos metros para luego esperar al personal iba sacando un bocadillo que llevaba en la mochila e iba comiendo. Fue como cuando de crío a mitad del campeonato del barrio consistente en dar vueltas a la calle hasta reventar se decidía de manera totalmente democrática parar durante diez minutos para subir a casa a devorar un bocadillo de jamón york. Nada de hacer equilibrios para comer. Parar y zampar contemplando la estepa monegrina mientras el cielo se iba poniendo marcando lluvia.

Esprintar llegando a meta
Los tres últimos kilómetros de la marcha transcurren por una carretereta estrecha y serpenteante en la que David puso la directa. Como Jesús y yo ya nos habíamos comido todos los pastelitos del mundo, habíamos bebido cristasol para aburrir y a las zagalas las habíamos dejado atrás nuestra mentalidad simple y limitada nos impulsó a seguir a David cual Vanmarcke a Sagan. Porque fue eso. Ir directos al matadero a sabiendas de que David, nuestro Sagan particular, nos trituraría en línea de meta. En diez minutos nos dimos un buen homenaje esquivando ciclistas por la izquierda y cuando llegamos a la zona vallada David bajó un piñóncico para lanzar el sprint. Jesús se abrió de patas y yo aún pensé en hacer una incursión pegado a la valla pero el sentido común vino a visitarme en última instancia para recordarme que sería muy triste empotrarse contra el vallado luchando por una posición de mierda a las seis horas y media de una marcha no competitiva. Así es que me dejé ir para entrar tranquilamente tras David, frenar en seco y casi caer a peso mierda contra el suelo.


Y esto fue poco más o menos lo que aconteció por esos lares. Que se podría haber hecho más deprisa la marcha... eso seguro. Que podría haber sido más divertida... pues eso ya no lo sé. Al año que viene más.

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