domingo, 30 de marzo de 2014

¿Por qué no tenemos pistas de atletismo?


Llevo reescribiendo esta entrada unos cuantos días y he de reconocer que he ido rebajando el tono bastante ya que si llego a plasmar lo primero que me pasaba por la cabeza seguramente me podía buscar algún follón. Y de hecho no estoy plenamente convencido de que haya gente que al leer estas líneas no se lo tome a mal o se moleste. Bueno, en ese caso, yo les diría que después de diez años sin pistas de atletismo muchos también nos sentimos bastante molestos. El título de la entrada viene motivado por que comiendo hoy con uno de mis hermanos, me ha contado como ayer estuvo con sus hijas en las pistas de atletismo de Monzón. Una de ellas tenía competición y en una de estas mi sobrina se acerca a mi hermano y le espeta con toda la inocencia, ignorancia, extrañeza, bondad y perplejidad con que se puede hacer una pregunta a la tierna edad de siete años: "Papá, ¿por qué no tenemos pistas de atletismo en Barbastro?"

Cuando me ha contado la anécdota me ha venido a la mente aquel anuncio de captación de socios del Atlético de Madrid en el que un niño viajaba con su padre en el asiento trasero de un coche y mientras el cabeza de familia conducía el chaval soltaba aquello de "Papá, ¿por qué somos del Atleti?" que desarbolaba al padre dejándolo sin respuesta debido a que ser aficionado a ese club trasciende a toda explicación lógica. 

Pues algo similar ocurre en el caso de preguntarse por qué en este pueblo no existen pistas de atletismo. Que a uno se le queda cara de tonto y no acierta a dar una explicación coherente. Sirva esta entrada al menos para explicar el cómo este pueblo llegó a quedarse sin esas instalaciones y el proceso que se siguió. El porqué es mucho más complicado.



Hace mucho tiempo, en este pueblo había unas pistas de atletismo. Para quien no sepa lo que son, lo cual no me extrañaría debido a la considerable cantidad de años que hace que desaparecieron, se trata de dos rectas paralelas y dos curvas en los extremos de las rectas compuestas por entre seis y ocho calles de 1,22 m de ancho sobre las que se disputan las diferentes carreras, siendo la calle 1 la que se encuentra en el interior de la forma elíptica resultante. La longitud de una vuelta, o cuerda, medida en esta calle 1 es de 400 metros, distribuidos de igual manera entre rectas y curvas. 



La vuelta a la pista se da en sentido antihorario de manera que las curvas son de "izquierdas". La recta de meta es donde se suelen disputar las pruebas de velocidad, conociéndose la línea de salida de los 100 metros como "el cien". De igual manera, si avanzamos desde línea de meta que a su vez es línea de salida para los 400 m, 800 m,



y 10000 m lo primero que encontramos es una curva. Una vez trazada se han recorrido cien metros y nos encontramos en el lugar de salida del 1500 m. Al avanzar los cien metros de la contrarrecta se llega al comienzo de la segunda curva y salida de los 200 m y también de los 5000 m. Ese lugar se conoce como "el doscientos". 




La superficie de las calles puede ser de ceniza, tierra o material sintético. En el interior de la zona elíptica descrita se extiende un rectángulo de unos 100 metros de longitud por 70 metros de ancho en el que se suele colocar césped. Esta zona suele estar habilitada como zona de recepción de artefactos provenientes de los fosos de lanzamientos, donde se celebran los concursos de peso, disco o martillo. Ocasionalmente estos artefactos deben esquivar futbolistas, o al revés (no pongan cara extraña, luego se comprenderá). La jabalina también es lanzada a esa zona de césped pero desde un pasillo especial habilitado a tal efecto y que parte desde la zona media de una de las curvas hacia el rectángulo de césped.



Además existen zonas especiales con fosos de arena y pasillos correspondientes para el salto de longitud y algo parecido pero sustituyendo el foso por colchonetas para efectuar los saltos de altura y de pértiga.



Además en una zona que puede variar pero que siempre se encuentra o dentro o fuera de la curva del doscientos, está el paso de la ría. Esto es una especie de valla fija empleada en las pruebas de obstáculos (no confundir con las carreras de vallas) y que cuenta además con un foso que se puede llenar de agua llamado ría y sobre el que se cae tras superar este obstáculo



(los atletas keniatas ni se mojan ya que superan el obstáculo de un salto prodigioso cayendo directamente sobre el tartán mientras corren a ritmo de 2'40''/km pero eso es otro mundo) 



Esto es, más o menos, una pista de atletismo donde como se ha podido comprobar existen múltiples actividades adicionales a correr, como por ejemplo lanzar, jugar a fútbol (luego comprenderán) saltar, marchar, y pasar vallas (ya que como antiguo alumno no muy aplicado pero alumno al fin y al cabo de una escuela de atletismo siempre recordaré que las vallas no se saltan, se pasan),



actividades diferentes al noble arte de correr. Arte este último con el que la mayoría de la gente relaciona en la actualidad, y más en este pueblo, el Atletismo.



Pues bien, el pueblo llegó a contar con hasta tres pistas de atletismo (como ahora, sí, como ahora). La más modesta se situaba en el campo de los Escolapios, donde hasta este año se ha venido celebrando la muestra gastronómica de los festivales del Vino en agosto. Si bien la cuerda era de unos 300 metros y las curvas eran un tanto achatadas cumplía la función para la que estaba destinada a la perfección. Esto es, realizar las clases de educación física del colegio mencionado anteriormente. Había foso de longitud, colchonetas, saltómetros, artefactos y vallas. Equipamiento arcaico y desvencijado pero útil al fin y al cabo.

Aparte, estaban las pistas del cuartel militar. Imagino que en tiempos debieron estar cuidadas y debieron contar con cierto equipamiento. Eran de tierra y su cuerda de 400 metros. Tras el abandono de los cuarteles estuvieron una época abiertas al público. Si bien no se podía hacer en ellas más que correr y dar vueltas era mejor que lo que actualmente tenemos en el pueblo. Hace ya unos cuantos años el perímetro del cuartel fue vallado y el acceso al recinto quedó prohibido, quedando esa pista y el frontón situado a su lado inutilizados.

Y luego estaban las pistas municipales. Las buenas, las de verdad. Con su cuerda de 400 metros, sus seis calles de tierra y su más o menos completo equipamiento. En las antiguas pistas de este pueblo se llegaron a celebrar hasta campeonatos provinciales ya que pese a que la antigua pista era de tierra, era de las mejores instalaciones que disponía la provincia a tal efecto. Estamos hablando de épocas pretéritas en las que existía por otra parte una gran falta de instalaciones (piscinas, polideportivo...) con sus cosas buenas y sus cosas malas, sus virtudes y sus carencias.

El transcurso de los años trajo mejoras y atrasos de todo tipo. Un polideportivo, una piscina climatizada, la ansiada piscina al aire libre... pero como digo, los años también se llevaron algunas cosas, entre ellas las pistas de atletismo.

¿Y qué pasó con las antiguas pistas? Pongámonos en antecedentes... si conocen el complejo deportivo donde se asienta el campo de fútbol "municipal" y las piscinas es fácil situar dónde se encontraban las antiguas pistas. Subiendo por la cuesta del campo de fútbol y dejando a mano derecha el polideportivo y la piscina climatizada se llega a un cruce, si se toma a mano derecha y se sigue de frente se llega a la puerta del campo "municipal" donde se pueden observar los cinco aros olímpicos.

A mano izquierda de la puerta se observa un campo de fútbol de tierra echado a perder. Un campo donde hasta no hace muchos años aún se disputaban partidos de liga local y que más tarde pasó a ser un erial. Este erial ha sido aprovechado por numerosos vecinos del pueblo para disputar partidos amistosos de fútbol e incluso de voleybol. El fútbol en ese erial suele ser cosa de magrebís y subsaharianos mientras que al voleybol le pega un numeroso grupo de sudamericanos. Gente que ha sabido dinamizar y aprovechar un campo que se ha dejado perder y en el que, de momento, no se cobra por utilizarlo. Si se cruza este erial se llega a la piscina de verano, también conocida como la piscina de la rana. Luego volveremos a la piscina.

Volvemos a la puerta con los aros olímpicos. Entremos. A mano derecha se encuentra el campo de césped "municipal". En este campo, de césped natural, ha disputado desde hace muchos años el Barbastro los partidos de fútbol. Este campo "municipal" siempre se caracterizó desde que tengo uso de razón por ser de uso casi exclusivo para la escuadra blanquirroja. Escuadra que muchos años de Barbastro tan sólo ha tenido el nombre ya que gran parte de la plantilla era de otros lares. Menos mal que en la escuela de ese club los niños sí eran del pueblo que si no, apaga y vámonos.




A mano izquierda se encuentra el campo de "césped" artificial. Este campo se ha caracterizado desde sus inicios por ser utilizado por equipos de menor categoría deportiva que el Barbastro, equipos juveniles, equipos de futbol 7... Al parecer este campo de césped artificial surgió de la necesidad de dar cabida a los diferentes equipos de la localidad y motivado también al parecer porque el uso desmedido del campo de césped natural provocaba que el terreno de juego se deteriorara sobremanera.


Si no han jugado ustedes en el campo de césped artificial, sobre esa capa de plastiquete, un 21 de junio a las 3 de la tarde con los pies escaldados no saben lo que es el Infierno en la Tierra. Y no me refiero a que el Infierno sea esa capa recalentada a cincuenta grados que te lacera las plantas de los pies como si fueran brasas candentes, no. El verdadero Infierno en la Tierra es estar asándose vivo en esa parrilla y ver el campo "municipal" con su césped natural también caliente pero no exento de cierto frescor no atribuible a los compuestos fabricados a partir de polímeros de hidrocarburos, VACÍO. Para que no se malmeta.




Pues en el lugar donde se asienta el flamante (y nunca mejor dicho lo de flamante sobre todo en verano) campo de "césped" artificial había unas pistas de atletismo. Al principio eran bonitas, años más tarde apañadas, después pasaron al grado de vetustas, estropeadas, parcheadas, para terminar en el último grado de la evolución de unas pistas de atletismo. Originariamente tenían seis calles. En sus últimos meses de vida lo prudente era no aventurarse a correr más allá de la calle 1.

La calle 1, la calle que linda con la cuerda más o menos se mantuvo arreglada mientras esta sufrida pista dio servicio. La calle 2 ya era otro cantar, te podías encontrar tramos con tierra recién colocada como a los cincuenta metros encontrar un barrete muy bueno para resbalar y partirse la crisma. Las calles intermedias eran algo así como lo que encuentran los exploradores polares entre la tierra firme y la banquisa de hielo: islotes de tierra firme, pequeños lagos de agua dulce, charcas con formas de vida desconocidas, hielo, ahora otra isla... un despiporre. Y la calle 6 si no recuerdo mal en su última época estaba prohibido totalmente el pisarla puesto que la lesión era segura.


El foso de salto de longitud era un rectángulo de diferente color a todo lo que lo rodeaba y al que se accedía por un pasillo. De ahí se deducía que era el foso ya que toda similitud con lo que en tiempos fue terminaba allí. La consistencia de aquella arena era mayor a la del cemento portland. La zona de salto de altura estaba dominada por especies selváticas que se apoderaban del armazón metálico que cubría la colchoneta y los fosos de lanzamiento no corrían mejor suerte.

En el césped natural interior normalmente entrenaban diversos equipos de fútbol que no tenían la categoría suficiente para hollar el campo anexo destinado a la práctica exclusiva del balompié. En ese césped natural interior a las pistas suelen caer los artefactos de lanzamiento (se llaman así, artefactos) pero claro, si coincide el entrenamiento de esa-gente-que-no-puede-jugar-en-el-otro-campo-porque-lo-malmete y el entrenamiento de jabalina se puede llegar a situaciones grotescas. El resto de disciplinas de lanzamientos, quitando el peso, esto es el martillo y el disco eran más complicadas de ejecutar. Más que nada porque la jaula de lanzamiento carecía de red, y de esa manera lo grotesco podía pasar a ser mortífero debido a que el artefacto no sólo podía salir disparado hacia el césped sino también hacia los aledaños de la pista.



Alguien debió pensar que si no ponían jaula de lanzamiento pues así dejarían de lanzar martillo y disco entre semana. Y percal solucionado. Algo parecido ocurrió con la zona de salto de pértiga. Como en aquella época no había nadie que saltase pértiga se desestimó habilitar la instalación completa entrando en un absurdo círculo vicioso en el que nadie saltaba pértiga porque no se disponía de la instalación y no se disponía de la instalación porque nadie saltaba pértiga. Alguien debía pensar en habilitar colchoneta y saltómetro cuando algún aventado se aventurase a dar el primer paso y saltar esperando caer sobre un fardo de sacos pero tal eventualidad no llegó a depararse.


Con todo este caldo de cultivo se llegó a un día en el que se decidió acometer unas reformillas en ese ya de por sí complicado escenario. Las pistas de atletismo que parecían ya de todo menos eso, unas pistas, se iban a tomar por saco. Bueno, bien, pensaron muchos. Que las arreglen que estas ya han durado lo suyo. Pero no, alguien tenía planes muchos mejores. De ese tipo de planes que muchos ignorantes no podemos llegar a comprender en su total magnitud.


Alguien tenía planeado hacer más campos de fútbol. Hombre, pues también está eso muy bien. Ya es hora de que esa pobre gente que no puede jugar en el campo bueno "municipal" porque está ocupado por otra gente que es más importante, puedan jugar de manera decente sin riesgo de que les caiga una jabalina de esos desaprensivos del atletismo... que mira que habrá deportes y haya gente que le dé por correr y lanzar cosas...


A todo el mundo le venía bien porque esos locos del atletismo veían la oportunidad de lanzar cosas por los aires sin miedo a pegar un jabalinazo a esos mozos que jugaban a fútbol y de poder dar vueltas a la pista arreglada sin recibir un balonazo. Pero se había pensado otra cosa. Cuando dijeron que las pistas se iban a tomar por saco querían decir exactamente eso. Que se iban a tomar por saco.



Es una cuestión de tiempo, no se preocupen, esto en un par de años se soluciona, les haremos unas instalaciones dignas, no van a pegar jabalinazos ni les van a pegar balonazos en un par de años se van a tener que exiliar a otro lugar pero después se van a hartar de dar vueltas en las pistas nuevas. La fantabulosa idea era arrasar las pistas y plantar un campo de césped artificial en su lugar. Las nuevas pistas iban a otro lado.


Algún ignorante propuso, mira que hay que ser ignorante e inconsciente, dejar las pistas donde estaban, arreglarlas cuando tocase y clavar el campo de césped artificial en el lugar correspondiente al de las nuevas pistas. Pero claro, razones como que la estética del conjunto podía verse trastocada, eran poderosas razones. También eran aquellos tiempos en los que los dineros salían de debajo de las piedras y se iba a lo grande. ¿Para qué aprovechar una instalación y hacer la otra partiendo de cero?

¡Se hacen las dos partiendo desde cero! Las nuevas pistas tenían que ir a otro sitio.

Y las pistas se fueron a otro sitio. Y de nuevo volvió a haber tres pistas en este pueblo. Esto es, el parque la Paz, la carretera del Canal y la carretera de la Boquera. Estas son actualmente las pistas de atletismo de nuestro maravilloso pueblo. Para concursos de saltos y lanzamientos y si uno es menor de doce años quizá pueda hacer algo en el pabellón de la Ferma. El resto de actividades relacionadas con el atletismo en esas tres maravillosas pistas. Por supuesto la poca gente que lanza martillo o esas otras raras actividades tiene que marchar a otros lugares porque aquí siguen en la misma tesitura.


A este paso, y ahora dejando el tono sarcástico a un lado y poniéndome serio, cuando quieran hacer las pistas ahí al lado de las piscinas al aire libre, puede haber transcurrido una generación de gente apuntada al club de atletismo que no sepa lo que son unas pistas de verdad salvo por las que ve en la tele o las que puede disfrutar por ejemplo en Monzón.



Siempre pendientes de subvenciones, de presupuestos de la DGA, de historias varias. Hace diez puñeteros años que las viejas pistas fueron arrasadas sin contemplaciones. Creo, y lo creo yo y muchísima más gente de este pueblo, que tiempo han tenido para solucionar el percal. Cierto es que estamos atravesando una época fastidiada en el tema económico (y en tantas otras cuestiones) pero repito que diez años es un periodo muy amplio de tiempo. ¿Que se han hecho muchas cosas en este pueblo durante esos diez años? Cierto. ¿Que algunas se las podrían haber ahorrado y no haberlas hecho dando prioridad a otras? También.


Mientras tanto, dos escuelas de niños y niñas de un club de atletismo y de una agrupación deportiva que a pesar de no poder entrenar en pista logran ser campeones en campeonatos provinciales entrenando como pueden en un pabellón ferial o en un parque. Pero que insisto, se están perdiendo lo bonito del Atletismo. Porque el Atletismo es mucho pero que mucho más que correr kilometradas por asfalto o echarse al monte a brincar charcos y trepar riscos. Es correr, sí, pero también lanzar



correr con la jabalina para hacerla surcar los aires, avanzar a toda mecha por el pasillo de salto de longitud para batir con todas tus fuerzas en la tabla y volar hasta el foso, 



dibujar una curva a grandes zancadas antes de intentar franquear el listón de la altura



pasar vallas que te llegan a la altura de la cintura en una recta de seis calles sintiendo el tableteo de los obstáculos de las calles vecinas cuando tus contrincantes las franquean, 



hacer carreras de relevos intentando no salirte de la zona al pasar el testigo al compañero, 



rodar con los pies descalzos por el césped después de haber entrenado o competido, 



esperar el disparo del juez para soltar toda la adrenalina impulsándose en los tacos de salida



Son muchas cosas que algunos afortunados tuvimos la oportunidad de hacer en las viejas pistas de atletismo. Cosas que se están perdiendo los críos de este pueblo y también la gente mayor. Cosas que a este paso poca gente recordará. Cosas que ojalá muy pronto se recuperen.

domingo, 16 de marzo de 2014

Muro de Roda y Panillo

De un fin de semana en el que no había nada planeado y que conforme se iba acercando se iba cruzando más y más al final aún ha salido algo bastante potable.


Esta mañana con Héctor hemos ido muy chino chano desde El Grado hasta el monasterio budista de Panillo. Echando el correspondiente almuerzo en Tres Caminos hemos subido primero el Alto de San Roque para llegar hasta La Puebla de Castro.



La Puebla, al fondo el Turbón

Desde allí, tranquilo descenso hasta la N-123a para coger el carril bici que lleva hasta Graus. Bien asfaltado, con espacio suficiente e incluso con carril para caminar es una gozada transitar por él. Se echa en falta algo de limpieza en ciertas zonas ya que hay tramos con tierra suelta esparcida pero en líneas generales está muy bien. Nada que ver con otros carriles bici, sin ir más lejos el simulacro habilitado en la capital del Somontano.

Al llegar a la villa de Graus, hemos recargado los botellines de agua y enfilando por la A-139 dirección Campo hemos tomado el desvío a mano izquierda de la carretera que lleva al valle de La Fueva. Tras unos siete kilómetros de dura ascensión ya que el firme de la carretera es muy cambiante tanto o más que las pendientes de las rampas, hemos llegado al pueblo de Panillo.

Desde allí un par de arreones más para llegar hasta el Monasterio Budista Dag Shang Kagyu. Este templo, fundado en 1984, es el hogar de un grupo de lamas tibetanos y destino turístico y espiritual para la gente que acude allí a visitarlo. Al parecer escogieron la ubicación del templo por su tranquilidad y porque invitaba al recogimiento y la oración. No es de extrañar ya que el lugar se encuentra en las profundidades de la Ribagorza y allí jaleo hay bien poco.

Mi Orbea Aqua y el cartel de bienvenida al templo

La visita ha sido corta, un poco por desconocimiento, un poco por prisas. Tan sólo hemos parado a contemplar el Buda de la entrada y la estupa que se yergue frente a él. Dentro de la estupa había gente rezando o celebrando algún tipo de ceremonia litúrgica así es que tampoco hemos querido molestar demasiado. Héctor eso sí, ha hecho rodar los cilindros que rodean la estupa en su creencia, quien sabe si equivocada o no, de que los señores lamas del templo controlan los designios del horóscopo del Diario del Alto Aragón. 

Héctor haciendo rodar los cilindros alrededor de la estupa

La Estupa

El Buda de la entrada; delante un Tuercepedales

Y hecho el ritual para contentar a los señores lamas, descenso vertiginoso hacia Graus. De no ser porque la carretera alterna tramos decentes con otros parcheados algo peligrosos en muchas rectas se podrían alcanzar los setentaypico kilómetros por hora. Como no queríamos pegar un brinco en alguno de los baches se ha ido un poco más calmados por si acaso.

Travesía por la villa de la longaniza sin parar en la pastelería Puyet (los mejores turrones de la redolada) a echar algo. Imperdonable, pero íbamos mal de hora. Otro día con más tiempo paradeta y si hay ganas subida a lo de la Virgen de la Peña a contemplar la panorámica, que para ser que mi padre se clavó veinte años trabajando en ese pueblo y de crío lo rondé bastante creo que no he subido nunca. Y ya toca.

Desde allí subida por el lado suave del Alto de San Roque. Pero subida suave con aire en contra es igual a repasar todos los santos del cielo. Mal que bien se ha coronado y después se ha descendido recordando el regular estado del firme que hace llegar a El Grado con todo el cuerpo dolorido por el traqueteo.

Al final, 58 km a 18,5 km/h de media. CHINO CHANO.

Y ayer sábado, así como el que no quiere, con Dani, también conocido como Chainho, una persona que merienda primero, segundo y postre y después cena surgió el ir a almorzar unos huevos fritos con panceta.

Como quiera que hacía un día espectacular y era una pena el desaprovecharlo quedándose en casa, cogimos el auto y enfilamos por carretera Aínsa. Así como el que no quiere surgió el coger el desvío de Ligüerre y adentrarnos en el valle de La Fueva. El objetivo era llegar al nucleo más importante de este pintoresco foricachón y desde allí, en Tierrantona, subir caminando hasta el Muro de Roda.

Creo que no pudimos elegir un día mejor. Con una temperatura propia de mayo y unos cielos despejadísimos y muy nítidos ascendimos a esta antigua fortificación.

Cotiella a tope de nieve

El comienzo del camino, Muro de Roda está justo en medio de la imagen (aunque no se distingue bien)

Subiendo al principio muy poco a poco se coge cierta altura desde la que si echamos la vista atrás se puede ver el pequeño valle que parece sacado de alguna película de Peter Jackson.



El valle de la Fueva (la Comarca), en el centro Tierrantona (Hobitton), al fondo el Turbón

El camino está delimitado por unos pastores eléctricos y algún grupo de vacas disperso. Alguna mira con curiosidad, otras con franca hostilidad lo que obliga a apretar el paso por si acaso le da por pegar un brinco. Una vez pasada la zona de las vacas y tras unos dos kilómetros de subida la pendiente comienza a acentuarse y se alternan los tramos de tierra con los de cemento, sobre todo en las curvas.

Aquí ya se distingue la torre

Rampote de cemento

Tras otros dos kilómetros y pico más de revueltas se consigue llegar arriba. Muro de Roda es un pueblo deshabitado como tantos otros del Pirineo, que comenzó siendo una fortaleza o torre de vigilancia gracias a su ubicación, 1036 m de altitud. Situado en lo alto de un tozal, se compone de dos núcleos de casas. La zona baja se encuentra fuera del perímetro amurallado, y la zona alta se ve rodeado por la muralla.

Puerta de acceso al perímetro y torre de la iglesia de santa María de la Asunción

Se comenzó a levantar allá por 1017, pocos años antes de que el reino de Aragón se conformase a partir de los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza y empezase a expandirse desde las montañas hacia el sur, y desde entonces la arquitectura del lugar es un cúmulo de diversos añadidos y reformas que van desde el siglo XII cuando se levantó la iglesia de la Asunción hasta el siglo XVIII cuando se remodelaron partes de la mencionada iglesia y de los diferentes edificios muchos de los cuales ya no se encuentran en pie. A mediados del siglo XX el pueblo quedó abandonado. Actualmente el complejo se encuentra en fase de restauración como se puede apreciar en parte del tejado de la iglesia si bien parte del recinto está un poco dejado y no todo lo bien cuidado que podría estarlo.


Misma puerta, diferentes vistas a cada lado

El interior de la iglesia se encuentra como es lógico dada la situación del pueblo, a oscuras, hay que andar con cuidado. Sin embargo, echando el flash se puede apreciar las curiosas pinturas que cubren las paredes y la bóveda de medio cañón del templo.

Altar mayor, en el suelo bajo las escaleras, criptas

La pila bautismal

Vista desde el coro, la tarima a oscuras no parece muy segura

Detalle de la bóveda de medio cañón

Si volvemos al exterior, las vistas son espectaculares. Por un lado el valle de la Fueva,  la Peña Montañesa, Cotiella, las Tres Marías y el Turbón y por el otro el embalse de Mediano.

Mediano


Esta es la vista panorámica que se contempla por el otro lado (pinchar aquí). Si a eso le unimos un sol que en esta época del año es más que de agradecer, uno no vería la hora de volver cara abajo. Tras un descanso en uno de los bancos habilitados a tal efecto y que desentonan bastante con el resto del lugar ya que son los típicos de mobiliario urbano, reemprendimos la marcha hacia Tierrantona.


Cotiella vista desde diferentes ángulos; la torre de la iglesia y unas ovejas


Esta vez en lugar de vacas, vimos ovejas por el camino. Por lo demás una bajada tranquila y sin incidentes para llegar a Tierrantona tras 11 km de caminata. Subir y bajar nos costó en torno a las 2 horas y media. Y así pasamos una agradable y soleada mañana de sábado.

lunes, 10 de marzo de 2014

¿Un domingo cualquiera?

Pues posiblemente no aunque en muchos aspectos ojalá muchos domingos fueran iguales y así poder decir que lo de este domingo ha sido un domingo cualquiera.

A las 7:25 h sonaba el despertador que para ser un domingo ya es una buena hora. No era para ir a correr, no era para ir en bici, tampoco para subir a la montaña. El caso es que a las 8 de la mañana había quedado con Agus en el puente el Amparo para subir al Coso pues había carrera. Una carrera organizada por el CAB pero en la que ninguno de los dos podíamos participar. No porque estuviéramos lesionados ni en baja forma (nosotros tenemos baja o muy baja forma, está estancada en un mínimo perpetuo) sino porque como mardanos que somos no se nos permite correr en esta prueba. Así es que como mardanos que somos subimos hacia el Coso a juntarnos con más mardanos del club y acondicionar la zona de salida y meta de la 2ª carrera de la Mujer.

Tras mover vallas y mesas de aquí para allá a lo largo del Rioancho y el Coso y dejar la cosa lista decidimos acudir a un establecimiento cercano a la zona a almorzar con Jesús, Carlos "Enano", Rafa que se se había dormido y aunque no llegó a mover vallas sí lo hizo para zampar, y más gente del CAB. Y eso que el sol calentaba y se estaba bien en la calle pero tanto como perdonar el almuerzo pues como que no.

Y llegó el momento en el que, una vez más, salió a colación el tema de las básculas wifi mientras nos metíamos un bocadillo de bacon queso entre pecho y espalda. Ese tema, que algunos escuchamos por primera vez hace un año, volvió a salir en todo su esplendor. Y en los rostros de los neófitos en la materia vimos una mezcla de extrañeza, asombro y perplejidad que sin duda también se reflejaron en los nuestros hace un año.

Figúrense, usted se compra una báscula con wifi. Se pesa, los datos se envían a su ordenador, su tablet, su iphone... donde un programita gestiona toda esta información y elabora una gráfica en la que se constata que desde que uno se junta con malas compañías los domingos para ir a caminar-correr y almorzar no hace sino incrementar su peso. Y no sólo eso, no. Además un gadget especial que usted puede colocarse en el pecho, la muñeca y hasta vaya usted a saber donde le mide la tensión arterial, las pulsaciones y determina el tiempo que usted tiene sueño ligero, sueño profundo, está desvelado, o soñando con que su equipo le gana la liga al Madrid en el último minuto, le contabiliza los pasos recorridos durante el día y el tiempo destinado a realizar actividad vigorosa. Un prodigio de la técnica. Para llorar de la risa que es precisamente lo que hicimos. Ya sólo por esto mereció la pena el madrugón (madrugón para ser domingo, que a esas horas entre semana ya estoy cotizando). Pero es que hubo más...

Salimos del establecimiento, nos reparten unos chalecos fosforitos y nos indican nuestras posiciones para la carrera. Tú a tal cruce, tú a tal otro. Rafa, Carlos el Enano, Agus y yo donde el año pasado. Al Cortés. Y bajando para allí otro momento memorable. Se nos unen Tom y Pepe Q, este último con una bici de estas plegables que parecen un poco a las que monta el payaso Krusty. O el payaso de la Behobia. El payaso de la Behobia es un personaje que debería ser obligatorio en toda carrera seria que se precie. Qué cojones de chips, clasificaciones, medallas, trofeos y demás gaitas (bueno, las gaitas y los gaiteros como se verá más tarde sí que son importantes)... Un payaso en bicicleta es lo que necesita una carrera seria que se precie de serlo. Y en Behobia lo tienen.

El señor Payaso de la Behobia-San Sebastián

Este caballero aparece en línea de salida cuando va a salir la zaborrilla, los últimos de los últimos de la fila (usease, nosotros). Este señor va ataviado con atuendo de payaso, la cara pintada, con su nariz roja y unas bocinas. Y va montado en una bicicleta. Pero una bicicleta de estas perreras o, vamos a denominar, de corte retro y/o juvenil. Vamos, como la GAC de paseo de hace treinta años o como la bici que puede tener una zagala de 6 añetes pero sin ruedines.

El señor Payaso de la Behobia sale con los últimos de la carrera y allí se pega todo el rato pa arriba y pa abajo animando y pretando la bocina. Cuando llega a meta termina de recibir el aplauso del público que lo ha ido jaleando todo el trayecto, recoge los bártulos y se mete en un tren de cercanías para irse a su casa con la satisfacción del deber cumplido.

Bien, pues el CAB todavía no se ha planteado poner un señor Payaso en bicicleta en alguna de sus carreras, sin embargo en este domingo cualquiera alguien se ha postulado para el puesto. Pepe Q aparece con su bici plegable que como he comentado en ciertos aspectos recuerda a la bici que lleva el señor Payaso de la Behobia. Mi hermano Agus ni corto ni perezoso se sube a ella y se recorre todo el Rioancho haciendo sonar un cencerro. Sí, un cencerro que a saber de dónde había salido. Ni qué decir tiene que toda la gente que sube a zona de salida conceptúa que veníamos de almorzar y viendo la banda que bajábamos haciendo la risa tampoco se extrañan en exceso. El que menos nuestro padre cuando yendo a comprar el periódico ve a uno de sus vástagos montado en bici y agitando un cencerro. Está curado de espantos.

Llegamos a la zona del Cortés, Pepe Q y Tom marchan con su bici y nos quedamos los cuatro del año pasado en el cruce en T. Aparecen los señores Gaiteros para ponerse a chuflar precisamente allí. Pues muy bien, charrada con unos y con otros y al final comienza la carrera.

Y llega la marea rosa. Un no parar de mujeres con camiseta y pañuelos rosa baja y baja y baja, enfilan por Corona de Aragón y luego hacia la plaza el Matadero. Y mientras siguen bajando y bajando y bajando. Así hasta 1000 mujeres. 1000 participantes que se dice pronto. Siendo como es una prueba de carácter no competitivo en la que lo importante es participar y llegar, resulta majo ver a abuelas, madres e hijas corriendo o, en muchos casos, caminando para llegar a meta. En una lucha simbólica por derrotar al cáncer, motivo por el que se celebra la carrera.


Sin duda que 1000 hombres no conseguiríamos ni de lejos contagiar la ilusión con la que estas señoras, muy mayores en algunos casos, logran realizar el recorrido de 4 km. Una carrera de hombres sería una competición a cara de perro, sería muy diferente. No sería lo mismo. Sin embargo, ya que el motivo más importante por el que se celebra es la lucha por el cáncer y de hecho gran parte del montante de la inscripción se destina a esa causa... ¿no sería lógico hacer una carrera (sin más) contra el cáncer en la que pudiéramos participar todos? Porque el cáncer, el maldito cáncer, es algo que nos afecta a todos y todas. Ahí dejo la idea.

Por la plaza del Matadero van apareciendo de vuelta las primeras clasificadas, dejando a los gaiteros un pequeño margen de tres minutos en el que pueden descansar de chuflar, y la marea más estirada comienza a arreciar de nuevo hasta que llega un amplísimo grupo de señoras mayores que llegan caminando. Alguna en un arranque de casta al ver que sólo les queda hacer el Rioancho de subida se echan a correr. ¡Bravo! Otras por cuestiones evidentes de la edad no pueden hacer ese brindis al sol. En cualquier caso se les aplaude y anima igual o incluso más si cabe. Y ya por último, aparecen las cuatro últimas clasificadas que se llevan uno de los mayores aplausos.

Entonces, el jefe de los Gaiteros lanza una pregunta a la "organización". Que debemos de ser nosotros porque es lo que reza en nuestro chaleco fosforito. Oye, Organización, ¿podemos subir los Gaiteros detrás de estas cuatro mujeres chuflando?. La respuesta, (aunque nosotros en eso no pintamos nada) nos parece cojonudo, adelante. Y esa fue nuestra última aportación a la carrera. Animar a los Gaiteros a que se colocasen de coche escoba.

De allí otra vez hacia la zona de meta a devolver los chalecos y entre medias felicitar a algunas corredoras y charrar con unos y otros. Y corriendo escopeteao hacia casa para cambiarme. Comenzaba la segunda etapa de este atípico domingo.

El caso es que hacía unos días había quedado con el comando navalero, Héctor y Nacho, para hacer una salida larga en bici. Luego me di cuenta de que se me iba a juntar con la carrera de la Mujer. Y me sabía mal perderme el almuerzo, no echar una mano y la juerga de la carrera. Pero también me sabía mal no ir en bici, máxime cuando Nacho tiene los horarios laborales que tiene y cuyos fines de semana son, esos sí, muchas veces atípicos. Total, al final un poco de encaje de bolillos y como indefectiblemente la salida debía tener parada gastronómica se decide salir sobre la 1 de la tarde en dirección Colungo para comer allí y después llegar hasta Lecina y volver.

Yo que sabía lo que es eso y Nacho que más o menos se lo figuraba éramos en cierto modo cautos en cuanto a completar los 88 km de la ruta. Más siendo marzo y llevar pocos kilómetros acumulados en las patetas, más parando a comer y más con una tarde con luz hasta las 18:45 h más o menos. Yo calculaba unas cuatro horas (por lo menos) de salida y con la parada a comer no me salían las cuentas pero en el riesgo está la emoción así es que tiramos el plan adelante.

Por suerte, conseguimos salir unos minutos antes de la una y hace un sol bien bueno. Por mal tiempo no será. Chino chano subimos por carretera Pozán a la marcheta. A partir de Huerta se incrementa un poco el ritmo pero sin sofocos. La subida a Colungo de 5 km, muy pero que muy tranquila. Resultado, llegamos allí a las 14 h justo para comer. A una media kilométrica que no llega ni a los 18 km/h. Como si fuésemos con la bici del Payaso de Behobia.

Y había que comer. No unas barritas, no unos geles, no una ensaladeta, ni un yogur desnatado. He dicho comer y como ya he dejado claro en otras entradas de este blog que perpetro, alimentarse es una cosa y COMER es otra.


Nos sentamos a la mesa en el restaurante La Olla, plato de olivas para ir picoteando. Yo llevaba el bocadillo de bacon queso en los pies. Damos buena cuenta del plato, justo en el momento en el que vamos a empezar a comer pan con pan (comida de tontos, que dice mi madre) aparece la señora dueña del restaurante con los primeros. Estos inconscientes buen plato de judías, yo unos macarrones. Ambos platos bien lucidos. Todo ello regado con cerveza, vino y gaseosa. El agua la pedimos pero no la sacan en todo el evento, tampoco se la reclamamos. 

Segundo plato. El comando navalero, chiretas y ternera a la plancha. Yo, picantón con patatas.  Más vino y más gaseosa. La primera botella cae. La señora dueña, sin encomendarse a nadie se lleva la botella vacía ¡y planta una segunda!. Pero es que la deja en la mesa hasta con mala leche como en plan de: no tendréis cojones. Pues hombre, en tiempos no solamente hubiéramos tenido el valor de enchufarnos la segunda botella sino que además le hubiéramos reclamado la cuarta botella cuando hubiese traído la tercera. Pero visto que nos quedaban 63 km por delante y no queríamos hacer la jugada de Tom Simpson en Mont Ventoux... la hemos dejado esmediada y hemos pasado al postre.


Postre. Tres comtesas, sin discusión. El postre por antonomasia del mardano afincado en las zonas rurales del Alto Aragón (y en las medio urbanizadas que son el resto, también). La señora dueña sin encomendarse a nadie llega con tres vasos de chupito, los planta en la mesa y clava una botella de licor. Pues habrá que hacerle aprecio. Y si ha dejado la botella es para que se la acabemos, que si se la dejamos con un dedo sin terminar le hacemos un feo. Chupito va, chupito viene, cafés y Héctor comienza a pergeñar en su cabeza la tropelía que cometerá a la vuelta. 

Al final, sobre las 15:30 h nos levantamos (no sin esfuerzo), pagamos 15 € por cabeza (un precio muy correcto) y marchamos. Los primeros cinco kilómetros del alto de San Caprasio son un páramo de irrealidad. De dar pedales por no echarse a una margen a dormir. El punto justo en el que si te entra más sopor no te planteas seguir y te quedas en el bar echando tragos o te das media vuelta. En la penúltima rampa del puerto he empezado a ser persona, bajando después una vez pasado el alto, entre pinares con la sombra y el fresquete me he terminado de templar.

Enseguida se planta uno en el cruce a Lecina y de allí hasta arriba son 3 km de una subida pestosa con campo magnético en la que las ruedas se pegan al asfalto de mala manera. A mitad de subida suena mi teléfono, es mi hermano Jesús que está por Colungo y quedamos para hacer la vuelta juntos quedando más o menos en la cima del alto de San Caprasio. Son las 16:55 h. Vamos un poco justos de tiempo. Héctor propone, ya puestos, llegar hasta Betorz. Es mandado a escaparrar sin contemplaciones.


Llegamos hasta Lecina, rellenamos botellines y cara abajo. Lo que antes se ha subido es hora de bajarlo y al contrario aunque nos plantamos en el alto de San Caparasio sobre las 17:30 pasadas. Justo allí está esperando Jesús para acompañarnos en la bajada. Nos queda poco más de una hora de luz, la cosa va a ir bien justa.

Hacia las 17:50 llegamos a Colungo y entonces Héctor decide parar a ¡tachán! comprar una botella de licor de orujo. Como lo oyen. Tras realizar unas cuantas maniobras para poder llevar la botella sin montar ningún pifostio (tenemos poco conocimiento pero tenemos), reemprendemos la marcha.

Dramatización, en realidad la botella viajó de otro modo no punible por la DGT

El descenso lo vamos haciendo a ritmo fuerte, en muchos tramos a 40 km/h e incluso más. Saliendo de Huerta intento la ruin táctica de pasar al relevo y frenar al grupo para darme cuenta que tras doscientos metros pedaleando contra el viento hasta hacer arder las piernas estoy frenando al grupo demasiado. Pasan enseguida al frente y me dejan tirado. me quedo cortado un par de veces debido a los relevos que da Héctor el cual parece Cancellara demarrando en Roubaix sin levantar el culo del sillín. Debe de ser el poder del licor de Colungo. Al quedar cortado obligo al resto a parar a esperarme y volver a acelerar. 

A la altura de Pozán parece que ya cogemos el tranquillo a esto de los relevos y aunque no somos el equipo Panasonic de los años 80, si se produce una pequeña fractura del grupo lo solucionamos con pequeños acelerones de los de atrás. Yo me mantengo en cola como si fuera el jefe de filas (o más bien para no pasar adelante, dar un relevo de mierda, sufrir el efecto látigo después y que me tengan que esperar) y Héctor asume el mando cual percherón belga devorando kilómetros de llano con el poder del lícor de Colungo.

Al final llegamos a Barbastro a las 18:30 h pasadas, con muchos coches con las luces puestas ya y el sol más bajo imposible. Terminamos la ruta en 4 h 04' (en movimiento) a una media de 21,6 km/h. Y sacando dos conclusiones importantes de este domingo atípico que no es un domingo cualquiera:


  • Una báscula con wifi quizá no te haga perder peso pero da tema de conversación para infinidad de momentos y es motivo para echar unas buenas risas. Pero lo del peso, repito, como que no.
  • Si has de subir San Caprasio a las 4 de la tarde con toda la solanera en la cabeza, tómatelo con calma y más si acabas de comer en Colungo. En estos casos se permite comer una ensaladeta con ternera a la plancha y un yogur desnatado.

Y una conclusión todavía más importante y no una gilipollez como las dos anteriores que acabo de mencionar:

¡Las mujeres nos sacan mil vueltas a la hora de hacer de una carrera una fiesta en la que lo importante es participar, bravo por ellas!


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