jueves, 14 de agosto de 2014

Verano y Tourmalet


El verano es lo que tiene, que apetece bien poco ponerse a escribir chorradas delante del ordenador. La última entrada de este blog que perpetro habla de los cuartos de final del Mundial de Fútbol. De eso hace más de un mes. Un día por el otro ya no supe ponerme a la faena.

En ella hablaba de las esperanzas depositadas en el cuadro cafetero para avanzar ronda. Al final no pude ni ver el partido. A mi querida Colombia le pasó por encima Brasil, y a Brasil le pasó por encima Alemania.


Luego Alemania con Khedira, Kroos, Klose y sus respectivas señoras pasaron por encima de todo bicho viviente. 


Luego pasó el Tour, un Tour muy entretenido con etapas muy disputadas pero con un desenlace final algo pobre. La primera vez en veinte años que se pasaron los adoquines de Roubaix con lluvia y barro para en definitiva deparar una de las mejores etapas de los últimos años con un perfil completamente llano. 


Porque no sólo en las subidas está el espectáculo. Ganó Nibali aunque por estos lares a ratos se hablase más de las caídas de los otros favoritos.

Las zagalas del waterpolo ganaron el campeonato de Europa en otra de esas gestas que nunca serán suficientemente reconocidas en este país .


Y luego ya vinieron los Vinos.

Y los Vinos en mi caso es tanto como decir que de jueves a domingo me pongo como un ciquilín. A pesar de que el cambio de ubicación pintaba pero que muy mal, la gente acabó contenta y el hecho de tener que patear desde la Feria a los bares deparó un extra time pleno de descojonos bien por subir al tren mientras jarreaba y compartir viaje con mi cuñao y sus amigos pipaos o subir otro día haciendo carreras por la Tallada. El último día se hicieron las 10 de la mañana y para más detalles preguntar en los dos establecimientos sitos en la parte central del paseo del Coso.

Para purgar subimos con los amigos a patear desde Radiquero a la Virgen de Viña y volver. Con la consiguiente brasada para recuperar fuerzas, y para despurgar al fin de semana siguiente nos plantamos en Estadilla a bailar en la verbena. Bueno, y a hidratar y esas cosas.

Entre medias la mayoría de las tardes se han ido en la piscina, jugando al Uno y haciendo el cabra con los sobrinos y caminando por la Vía Verde del tren, que se ha convertido en la nueva vuelteta recurrente cada vez que se sale a caminar-correr. Incluso un día descubrí con sorpresa que el Sr Ornitorrinco se había dejado caer por este engendro de blog y que le había gustado la filosofía Tuercepedales. Incluso me ha bautizado como Carlos Pedales Lifaras, un inmenso honor. Se ha debido dar cuenta de que el caminacorre está bien pero que el pedalealifarea es acojonante, me alegro por ello.

El caso es que el pasado martes los Tuercepedales nos animamos a subir al Tourmalet. Alguno no pudo, como Juanlu, alguno casi no puede, como Jesús y otros casi nos rajamos, como yo, pero al final logramos completar una expedición compuesta por Héctor, su tío Horacio, David, Pablo, Jesús, Nacho y yo. A los que hay que sumar la inestimable compañía de los padres de Nacho y su tía que nos hicieron de coche de apoyo y asistencia.

El coloso pirenaico comienza como tal en la localidad de Sainte Marie Campan, donde se encuentra el desvío y acaba el descenso del Aspin. Sin embargo para calentar las patetas decidimos comenzar en la vecina Campan, por lo que los 17 km de puerto se alargan hasta unos 23. Adjunto el perfil sacado de Altimetrias.net 


Que nadie piense que nos pusimos a pedalear sin más ya que a las 9 de la mañana nos enjaretamos un buen almuerzo en Parzán.


Al final, entre pitos y flautas, salimos de Campan rumbo a la cima de Monsieur Tourmalet pasado el mediodía. 


En esta foto cedida por la familia Orús se ve a los participantes en la marcha-lifara. De izquierda a derecha: Nachete, Horacio, un servidor, Pablo, Jesús, David y Héctor el sputnik de Naval.

El falso llano de los primeros kilómetros va tonificando las piernas, Nacho aprovecha para mear y me descuelgo del grupo para esperarle. Los galgos tiran delante y cuando paro en Sainte Marie Campan a rellenar el botellín en la mítica fuente de pie de puerto nos quedamos solos.

El asfalto es fenomenal, nada que reprochar en este aspecto. La pendiente de momento es muy llevadera. El tráfico mayor al deseable aunque todo el mundo adelanta con respeto. El tiempo, nublado y marcando niebla allá arriba. Nacho y yo vamos devorando kilómetros chino chano. Por delante los galgos van haciendo su carrera, Héctor y Horacio van con gasolina súper, David intenta seguirles, Pablo un poco más atrás y a Jesús empezamos a verle la culera aunque no llegamos a cogerle.

La cosa se va poniendo más seria al paso del pueblo de Gripp, así es que pongo mi nuevo piñón grande de 30 dientes y vamos poco a poco. No voy mal del todo pero se nota que en dos meses he cogido la bici dos veces nada más. La humedad me va matando y me duele hasta un poco la cabeza.

Nos adelanta un zagal que no tendrá más de 12 ó 13 años. Va con una cadencia brutal, parece un Rafal Majka en miniatura y sólo le falta guiñarnos un ojo cuando nos rebasa. Debe de ir a 20 km/h en una rampa del 8%. A media de profesional. Si no fuera tan pequeño pensaría que se ha desayunado un chuletón con clembuterol. El zagal se irá puliendo a todos y cada uno de los Tuercepedales, aunque David le intentará seguir un rato pero sin poder aguantar más de un kilómetro tras él. Au revoir. 



En una revuelta aguarda nuestro particular coche de asistencia. De las cosas que no se pagan con dinero. Mil gracias. Parar dos minutos, echar un trago y comer dos galletas. Y cara arriba. Se nos echa la niebla encima.

La niebla te envuelve y no te deja ver la cortada por la que estás transitando, ni ver que los pueblos que has ido pasando están abajo. Y cuando digo abajo, es abajo. La humedad se condensa en los pelos del brazo, sale vaho por la boca y cada vez que pasa un coche deja un olor desagradable mezcla de tubo de escape reventado y pastilla de freno quemada. La humedad y la niebla cambia la perspectiva de lo que está pasando. Pedaleas sin más y no ves más allá de 100 metros adelante.



Comienza el paso de las galerías antiavalanchas, por donde has visto pasar al pelotón un montón de veces. Cada columna de hormigón guarda una letra y cada letra forma el nombre de algún grande del Ciclismo. Algunos antiguos, otros recientes. La pendiente ronda el 10%, queda un buen trecho para arriba y ya no bajará. No hay descansos, ni vistas bonitas. O lees los nombres de los ciclistas o revientas.

Banderas de Luxemburgo pintadas en el suelo, proclamas de los vecinos de Euskal Herria, banderas bretonas, ánimos a la nueva hornada francesa, Escartín, Contador. Voy petao, y Nacho me dice que aguante que falta poco para La Mongie y suelta una verdad de perogrullo que a veces no es fácil llevar a cabo en esas circunstancias en las que no se piensa con claridad. Si vas cansado, ve más despacio.

Y eso hacemos. Y vemos en una de las galerías una pintada gigante animando al equipo Belkin en pleno, equipo al que le tengo simpatía porque prepara las clásicas de primavera con ilusión, porque la lió en la etapa de adoquines del Tour y porque este año me está haciendo ganar buenos dineros en las porras que hacemos con unos amiguetes de Huesca. Y por una pintada así de chorras uno se viene arriba y pedalea más alegre. Si en vez de eso hace sol y calor, y la carretera está repleta de gente animando ya debe de ser la repanocha. Jodido ciclismo.

Tenemos que poner pie a tierra por culpa de un grupo de vacas que están paradas en la carretera. Puede sonar chistoso pero doce vacas envueltas por la niebla, que no se mueven, una de ellas con sospechas de que sea un toro (no te llega para cerciorarte de lo que le cuelga ahí abajo), formando dos pasillos en cada uno de los carriles como  si quisieran jugar a mosca y estuviesen pensando "pasa por medio si tienes huevos", todo eso, acojona y mucho.

Finalmente pasamos desmontados por el pasillo de la vaca travestida que se mira con cara de "que te enrristo" mientras un hijoputa va pegando acelerones con el coche por detrás de nosotros. Estás de vacaciones, te subes al Tourmalet a pasar el día y te estresas porque te para un grupo de vacas y dos gachos aprovechan el hueco que abres con el coche para pasar caminando delante tuyo. Y entonces pegas acelerones para poner nerviosas a las vacas, es de ser un hijoputa.

Llegamos a la estación invernal de La Mongie, lugar en el que la carretera está hecha a mala baba por mitad del pueblo, a base de rectas y rampas durísimas. El padre de Nacho nos ha avisado de que pasado el pueblo nos espera el sol así es que apretamos dientes y seguimos adelante mientras la niebla se va disipando.

Se intuye el sol y se acierta a ver los mamotretos de edificios que conforman la estación, algún telesilla, algún picacho allá a lo lejos, un poco de verde y al final el cielo azul. Sol. La pendiente que queda en los próximos tres kilómetros hasta la cima no va a bajar casi del 10%. La máquina trituradora del Tourmalet trabaja por desgaste, como si una rampa de más allá del 13% fuese algo burdo o chabacano, trabaja con sus rampas del 10% de manera continua como un martillo pilón hasta llegar al final sin fuerzas.


Paramos aprovechando que el coche de asistencia está parado al borde la carretera. Horacio ya ha coronado y ha vuelto a buscarnos, Jesús va tocado y está allí reponiendo fuerzas. Partimos hacia el último arreón del puerto y pronto llega Héctor tras haber coronado. 


Nacho, que bastante ha hecho hasta ese momento, marcha con Horacio adelante. Nos quedamos Héctor, Jesús y yo con una cadencia cada vez más baja y como veo que quedan dos kilómetros aprieto un poco para llegar cuanto antes y terminar con la tortura del martillo pilón que va machacando las piernas. Héctor pasa como una bala y veo que Jesús se ha quedado atrás ya con lo justo.

Por suerte aparece David bajando desde la cima del puerto, ve el percal y se va a remolcar a Jesús, así es que sigo a la marcheta que me había marcado y voy tragando las últimas rampas que son de traca. En una revuelta que está repleta de pintadas de Trebujena no hay manera de subir ni yendo de pie sobre la bici, vamos en la reserva. Sopla el viento con fuerza, señal de estar llegando a la cima y tras un último rampote de aupa coronamos todos los 2115 m del coloso Tourmalet.

Unas fotos, una mirada al otro valle, ponerse ropa de abrigo y para abajo.


Y una vez más la bajada se convierte en otra pequeña tortura. Como el puerto no tiene descansos, la bici se embala sin remedio. A la altura de La Mongie además comienzo a tener frío ya que volvemos a la niebla. Nacho, que viene por detrás, me pregunta si quiero algo más de abrigo ya que sin manguitos y con el cortavientos de chaleco voy bastante escaso pero el coche de asistencia no llega y decidimos continuar para no enfriarnos.

A la altura de las galerías voy roto. Entre el frío, la niebla, la carretera que está un poco mojada, la pendiente y que voy cansado lo único que sé es apretar frenos sin ton ni son. Por suerte poco después de pasar por ellas los padres de Nacho han parado y allí me dejan un chaleco y una chaqueta. Otra cosa es.

Debido a que entro en calor, la pendiente se va suavizando, ya no hay tanta curva y la niebla se dispersa comienzo a ser persona. Por la zona de Gripp hacemos un trascoche y todo a una cisterna de purín que deprende un rebufo muy calentito.

Así, entre cubas de purín, esquinas de casas puestas a mala baba, tapas de alcantarilla, aceras ínfimas, puertas de casas que dan a la carretera y demás trampas vamos bajando hasta Sainte Marie y más tarde hasta Campan. Estos haciendo un trascoche a un Renault Clio conducido por una asustada franceseta que mira por el retrovisor como seis mardanos intentan embestirla. Yo unos metros más atrás con la cuba de purín más despacico.

Los datos totales cedidos por Nacho son los siguientes (yo no lleve ni cuentakilómetros, así estamos):

46 km
3 horas de marcha, 2 h 45' en movimiento
16,7 km/h
12º C de temperatura mínima y como unos 24º C de máxima
Tiempo de ascensión al Coloso (desde Sainte Marie Campan): 1 h 52'

Después, una comida de picnic en un merendero de Sainte Marie. Y ya en el coche de los barbastros con David, Jesús y Pablo, una visita a Saint Lary echando vistazos por las heladerías y las boulangeries en busca de algo interesante. Una subida al puerto de Bielsa adelantando camiones y otros seres que habitan las carreteras, con el típico intercambio de gritos de confraternización con nuestros simpáticos vecinos de más allá de los Pirineos.

Sesión de contar historietas acerca de diversos cromos dorados del pueblo y esmelicadas varias. Nueva lección de automovilismo super-racing a cargo del señor Pizarras quien a cargo de una flagoneta Iveco de caja descubierta va adelantando vehículos a la manera de un tejón con mala leche mientras va perdiendo trozos de cartón de la carga. Menos mal que no perdió las pizarras que transportaba, porque si no menudo Armaggedon.

En resumidas cuentas, un gran día con muchas risas, con bien de comer y algo de dar pedales. Algo, esto último, que se convierte más en excusa que en el fin último. Que vengan más días como este. Muchas gracias a todos por convencerme el domingo cuando me rajé, el argumento de Nacho de "ayer fuimos a zorrear a Estadilla y ahora estoy trabajando en la fábrica bien jodido, así es que el martes te toca subir al Tourmalet y joderte" fue bastante convincente. Gracias en especial a nuestro particular coche de asistencia, repito, de las cosas que no se pagan con dinero.

Espero poco a poco retomar la actividad en este modesto blog. Otra de las cosas que me han impedido ir escribiendo ha sido la organización del viaje que hago este año por vacaciones. Marcho a Islandia con mis amigos Toño, Nacho y Lemus senior, y al margen de ver si esa isla está tan bien como comentan tengo muy claro que al año que viene marcharé a un lugar donde haga calor, me lo den todo hecho, y haya una piscina con barra en la que al levantar el brazo ataviado con una pulsera, una camarera te sirva cervezas y viandas varias. Esto de montarse un viaje por cuenta propia es muy cansado. 

Hay múltiples solicitudes para que vaya narrando la experiencia en directo a través del blog. Dudo que en ese país repleto de volcanes, glaciares, geiseres y frailecillos exista mucha conexión wifi así es que ya contaré las aventuretas al llegar. Nos vemos, y a cuidarse.


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