martes, 27 de mayo de 2014

La Cuarta


Han tenido que pasar unos días para recapacitar y alegrarme por completo de la victoria del Real Madrid en la final de la Copa de Europa. Entre medias un conato de cabreo viendo el partido, y un mal cuerpo viendo ganar al Madrid su décima Copa de Europa, que para mí es la cuarta que he visto sin tener que tirar de archivo. Exactamente las mismas que he visto ganar (bueno, yo y todo el mundo porque no tienen más) al equipo que al año que viene va a pagar veinte millones de euros a un defraudador de hacienda.

Jamás imaginé que se me quedaría tan mal sabor de boca después de ver ganar al Madrid una Copa de Europa, si me lo dicen cuando tenía diez años no me lo creo ni le encuentro explicación. Pero es lo que tiene el paso de los años, supongo que dejamos los forofismos a un lado y valoramos las demás cosas. Yo no podía desear en esta ocasión más que el Atleti ganase la final, me parecía de justicia por el temporadón que se han marcado con unos mimbres tan escasos.

Eso provocó en el momento una gran decepción y más por la forma tan cruel en que cayó el bueno del Atleti. Tan cruel y tan similar a la de hace cuarenta años. Pero buen pensado no todo el monte es orégano y un campeonato de Liga y un subcampeonato de Europa no está al alcance de muchos. Ganarlo todo hubiese sido excepcional. En todo caso, el Madrid fue el ganador y el Atleti el campeón. Y con el paso de los años la gente se seguirá acordando de este equipo aunque no ganara, como le pasa al Madrid del Buitre. 

Pero el sábado por la noche ni veía eso ni veía lo merecido por otra parte que resultaba el haber ganado para jugadores como Ramos que ejemplifican, este sí, la esencia del Madrid. El no rendirse nunca, el ganar cuando ya nadie lo imagina. Hasta que un buen amigo racinguista al que le destiñe el pantalón y es más merengue que Di Stefano me dijo una frase que resumía todo lo que pasaba por mi cabeza perfectamente.

- A ti te jode que el Madrid no haya ganado la final a un Milan o un PSV metiéndole un carro de goles para cerrrar el trauma infantil que arrastras con la Quinta del Buitre; ojalá el Bayern los hubiera barrido en semifinales para que la final hubiese sido Bayern-Atlético y poder ir con el Atleti a muerte porque son los que más huevos le han echado este año; pero no tuvimos tanta suerte... y por eso ¿no te alegras de que haya ganado el Madrid? ¿no te alegras por Ramos, o por Xabi Alonso?

Y eso era, y no le pude decir que no. 

Porque al margen de que el partido fuese malo de solemnidad y que aunque en la segunda parte el Madrid apretó la balanza se podría haber decantado de cualquier lado, por trayectoria a lo largo de las últimas temporadas hay dos tipos por los que me alegro mucho. 


Uno es Xabi Alonso, viviendo la final en la grada, levantado, jurando, pegando patadas a la silla cuando había una ocasión de gol fallada y por último saltando al campo y corriendo para ir a celebrar los esperados goles.
Digno de Juan Gómez "Juanito" que en paz descanse. Digno del espíritu del Real Madrid.



El otro por el que me alegro es Sergio Ramos. Y si me lo dicen hace unos años también me río. Cuando era un lateral alocado que jugaba a ser Jorginho o Cafú. Cuando se le veía madera de central y no le daba la gana porque quería ser un lateral ofensivo sin saber volver a recuperar la posición.

Lo pusieron en vereda, se le centró la cabeza y se ha convertido en uno de los mejores centrales del mundo. Y subiendo al ataque con cada vez más acierto y mesura.


Porque aunque me hubiese gustado de pequeño ver ganar una Copa de Europa al Buitre o a Juanito eso es algo ya imposible que suceda. Y aunque me hubiese gustado ver ganar esta vez al Atleti, la magnífica temporada que han completado no se la quita nadie y la ilusión devuelta por el fútbol a los que pensábamos que tanta posesión y tikitaka se lo estaba llevando por delante, tampoco.

Por eso, mejor alegrarse por estos zagales que han hecho merecimientos durante años para salir campeones. Ahora todos juntos a Brasil a dar guerra en el Mundial.

viernes, 23 de mayo de 2014

Hace un año ya... Puertos 2013

Este fin de semana se cumple un año ya de la Puertos de la Ribagorza. Este año 2014 retrasaron la fecha una semana, mejor tal y como se desarrollan estas primaveras, motivo por el que no coincida el día de un año para otro.

El año pasado por aquel entonces ya barruntaba el montar un blog así es que escribí una crónica de la marcha y sus prolegómenos. Un poco por darle salida y también por quitarle el miedo al bueno de Héctor quien a pesar de estar fuerte como un jabalí tiene respeto por estas citas posteo aquella crónica con algunos incisos y correcciones.

Ahí va pues mi crónica de la Puertos 2013 y de como llegué a esa cita, en cursiva los comentarios del director, usease yo:

Tras explicar cómo había llegado al mundo de la bici de forma muy parecida a como ya relaté en la entrada de "Resumen Ciclista de 2013" y que he borrado para no repetirme, pasamos a lo grueso y nos plantamos en el mes de mayo...

Por suerte mayo comienza con un tiempo aceptable y en los primeros 10 días puedo hacer unos 300 km, parece que si sigo a ese ritmo llegaré al 25 de mayo con kilómetros suficientes en las piernas.
Para el segundo sábado de mayo preparo una ruta de unos 100 km pronto por la mañana. Persigo varios objetivos. Llegar a los mencionados 100 km puesto que hasta ese momento mi record de distancia está en 70 km. Por otra parte quiero cerciorarme de que pasando cinco horas subido a una bicicleta las partes que apoya en el sillín no sufren daño y pueden ejecutar sus funciones habituales después. Y además quiero hacerme a la idea de lo que supone estar todo ese tiempo pedaleando solo. Sé que en la marcha voy a estar acompañado en muchos momentos pero soy consciente de mi dificultad para rodar en pelotón y sé que me tocará arreglármelas solo mucho rato así que quiero ver que pasa, si a partir de la cuarta hora empiezas a hablar contigo mismo, deliras o paras y tiras la bici a una margen. 
(Respecto al año pasado he mejorado en este aspecto; las salidas de 80-100 km se han hecho más habituales).


Enfilo por carretera de Castillazuelo y pasado Huerta tiro por el desvío de Adahuesca. Las piernas van sueltas y la subida no se me hace pesada. Corono y llaneo hasta llegar a Alberuela, allí bajo hasta el barranco y comienzo a ganar altura otra vez mientras me dirijo a Bierge. A punto de llegar, en plena subida, noto que he pinchado de atrás. Suelto un par de juramentos y paro.
Hay un gacho haciendo faena en un campo aledaño. No nos vemos, o al menos yo no lo veo a él, aunque nos oímos. Fácil que se esté esmelicando de oir como departo amistosamente con la bici y la rueda. Desmonto la rueda, me pringo de grasa, saco la cubierta, saco la cámara petada, saco una cámara nueva. Compruebo la cubierta para que no haya ningún cuerpo extraño por dentro y.... Juramentanciones varias. Entonces me doy cuenta de la gravedad del asunto, no he pinchado la cámara, he rajado la cubierta. 1100 kilómetros escasos y la cubierta de aro con la que venía mi Orbea Acqua de serie, a la fresquera.

Cojo el móvil y llamo a casa para pedir que venga el coche de equipo a recogerme. Me siento un Bradley Wiggins cualquiere derrotado por las circunstancias en el Giro de Italia. Quería llegar hasta Aguas, me quedé antes de Bierge. Otro día será. En concreto, a la semana que viene. 
(La quemada con Sir Bradley Wiggins viene a raíz de cierta inquina personal hacia su equipo y su persona y porque en el Giro de Italia del año pasado sufrió varios percances en forma de caídas, aguaceros y retirada).

Semana siguiente. La Puertos a una semana vista. Con muy poco criterio y menos talento el viernes me da por salir por la noche. En teoría a ver unos conciertos. En la práctica a comprobar la textura del lúpulo empleado en la elaboración de la cerveza expendida en dichos conciertos. Otra vez comportándome como un Bradley Wiggins cualquiera.
Evidentemente, el sábado no hay dios que coja la bicicleta. 
(La semana pasada se medio repitió la historia con la subida a Boltaña aunque de una manera no tan grave, queda claro que esto de dar pedales no nos lo tomamos con la debida seriedad).

Dejo la salida para el domingo, esta vez acompañado por mi hermano Jesús. Salimos después de comer con la idea de hacer kilómetros hasta donde lleguemos y llamar para que nos vayan a buscar si se nos hace de noche. Ahora me entra la risa de pensar con qué inocencia hacíamos esas cuentas de la lechera...

Enfilamos por carretera Cregenzán y la cosa pintaba mal. En concreto pordríamos haber ido hacia Salas, hacia Bierge, hacia Monzón, a Berbegal... por todos lados estaba despejado. Hacia Hoz que es a donde nos dirigíamos, NO. No es que estuviese nublado, estaba negro. Pero de esos cielos negros que dan horror. Es igual, seguimos. Al llegar a Hoz las sospechas se confirman y comienza a tronar. es igual, seguimos. Y, evidentemente, al llegar a Salinas las sospechas siguen cumpliéndose y empieza a chispear. Es igual, seguimos.
Comienzo a descender hacia Naval, mi hermano ha parado a ponerse el chubasquero. Ya me cogerá, eso no es problema, bajo muy mal (como Wiggins, otra vez). En dos minutos, el chispeo se convierte en lluvia, la lluvia en jarreo, el jarreo en diluvio y el diluvio en granizo. La cabeza se salva por el casco, pero las piernas pican de la piedra que impacta en ellas y los dedos de las manos agarran como pueden la maneta del freno ateridas del frío. La carretera está blanca de hielo cuando no la cruzan riadetas de barro. Estoy acojonao. ¿Paro, sigo, que hago? A tomar por culo, estoy chupido como una sopa, hay que salir de aquí, sigo. Pero mi hermano no llega. En estas oigo un alarido a lo lejos. “A joder, ya se ha caído”. Voy frenando por si tengo que dar media vuelta y escucho otra vez esos chemecos, miro para atrás y veo a mi hermano bajando entre el granizo gritando no se sabe muy bien si de gusto o enfurismado. Deduzco que es un grito de guerra en plan “Banzaaaaaiiiiii”. Me coge y decidimos llegar hasta Naval para refugiarnos. Llegamos a la plaza de la villa jamás conquistada donde nos refugiamos en sus porches ante las miradas atónitas de los lugareños. Otra vez toca coger el móvil y llamar al coche de asistencia. Otra vez derrotados cual Bradley Wiggins y la Puertos a una semana.

Tengo ya claro que mi primera tirada de 100 km caerá en la propia Puertos. Será o no será, así de claro puesto que entre semana no dispongo del tiempo suficiente para realizarlos. Además el tiempo comienza a enguarrarse. No es que mayo marceé, es que directamente febrerea, no hay dios que coja la bici. El martes le hecho un poco de valor y hago una salida corta para soltar piernas. El miércoles salgó de trabajar molido, será la faena, pienso. Antes de cenar voy al baño y, premio, diarrea. Ya se pasará, pienso, cada mes suelo tener una purga de estas. Pero no se pasa. El jueves me levanto con fiebre y me duele todo. Malcomo en el trabajo y sobrevuela la espantada para el sábado pero todos a los que se lo comento, en especial mis hermanos, me dicen que lo de las tripas en un día se me pasa y que el sábado suba aunque sea a salir y ver el ambiente. No lo tengo nada claro pero a base de arroz blanco y pechuga de pollo, con lo que me alimento desde el jueves hasta el mismo sábado para desayunar, consigo taponar las tripas. El viernes cuando voy a recoger el dorsal estoy medio mareado, pero al menos ya no tengo fiebre. Me noto flojo pero ceno abundante y me voy a dormir con la incertidumbre de saber cómo me levantaré.

A la mañana siguiente despierto empapado en sudor pero ni rastro de mal cuerpo o dolor de cabeza, así que entiendo que he echado el mal pelo. Eso sí, las fuerzas no sé de dónde puñetas las voy a sacar así que me marco pequeñas metas para la mañana que me espera.
Llegamos a Graus, mi hermano Jesús, David y yo. La verdad es que salir en bici con David es un lujo. Ha dedicado muchos años a este mundo y se nota que aparte de entender, disfruta con ello, es por eso que voy tranquilo cuando él me insiste en que tome la salida.

Aquí por fin, después de la chapa la Puertos como tal. Creo que era importante saber en qué condiciones llegué a la misma...

En la zona de salida nos juntamos con Nacho de Naval, Lemus petit y el señor Borruel. Yo en las salidas de las competiciones me pongo muy nervioso. Me mata la espera. Pero en compañía de tan variopintos personajes el rato se hace bien ameno.
Me doy cuenta de que estamos muy delante e incluso propongo retrasarnos o incluso echarnos a un lado para que pase la gente. Me miran como si fuese gilipollas, que no, que sí que estamos bastante delante pero ya te pasarán, tú tranquilo. Tranquilo, los cojones, no debe de ser muy agradable pegarse un piñazo nada más salir con mil tíos detrás tuyo intentado bordearte, saltarte o pasarte por encima.

Dan el cañonzao de salida y vamos como unos cien metros a la pateta coja, un pie puesto en la cala, el otro propulsando la bici dando empujoncitos contra el suelo. Comodísimo. Ruedas que se rozan, gente que se cantea, amagos de tropiezo. La rehostia en bicicleta, y nunca mejor dicho. Tras dos minutos angustiosos, el panorama se despeja lo justo para subir el culo al sillín y poner la otra cala. Y pedalear un poquito. Giro de izquierdas y subida. Enfilamos otro arco de salida, bordeando una montonera y salimos hacia Capella.

A las primeras de cambio, Jesús y David buscan coger un grupo que les lleve comodamente hasta el primer puerto. Con Nacho vamos a la marcheta, yo no puedo ir a más hasta que sin saber muy bien cómo, llegamos a Laguarres y he perdido a toda la gente. Me doy cuenta de que debíamos estar muy pero que muy adelantados en la salida puesto que me han pasado grupos inmensos de gente. Intento acoplarme a alguno pero no puedo, me falta el reprís necesario para dar esas pedaladas de más y engancharme.

Si en línea de salida había 3000 ciclistas, calculo que no debíamos tener más de 500 por delante... ¡y estos preocupados por coger buen puesto!... les podía el ansia viva.

Y comienza el primer puerto, por fin. Odio bajar puertos (qué bien, un año después no sólo lo odio sino que además me da miedo, hemos progresado una barbaridad...) y llanear no se me da muy bien. Subiendo me lo paso muy bien, aunque sufra. No hay que pensar en la posición ni en la trazada, es coger un ritmo y pedalear, me gusta.
Ahí noto que me sigue pasando gente pero ya no tanta, como si comenzase a encontrar mi lugar en la carrera. Vienen un par de rampas comprometidas, las paso bien. Las piernas van bien, que es lo importante y de fuelle no me quejo. Adelante.

Veo a gente de Barbastro pero con casco y gafas pues no los conozco, en estas que veo que voy alcanzando a dos del club. Y uno me suena. Anda, Lemus petit que va con Borruel. Les hecho un grito y subimos juntos.
La cosa va bien. Hay algún porcentaje exigente pero vamos chino chano echando la charradeta. Y así llegamos hasta arriba. Primera prueba superada. El descenso me lo tomo con calma, soy muy malo en las bajadas. Así que me vuelvo a quedar solo. Al llegar a Benabarre se ensancha la carretera. Por algunos momentos voy enganchando grupos pero entre que voy comiendo y que no sé rodar en pelotón al buscar las posiciones traseras para ir con un poco más de holgura de espacio a la que me despisto se van. Y luego es imposible conectar.

Ahora, la parte que más le va a gustar a Héctor...

Así y todo consigo llegar a Graus y al primer avituallamiento. Perdón, AVITUALLAMIENTO. Porque hay que escribirlo en mayúsculas. Increíble. Sin palabras me quedo. Uno está acostumbrado, porque le ha tocado muchos años montarlos, a los avituallamientos de medio maratón que consisten en agua, bebida isotónica, naranjas, esponjas y... y para de contar.
Está claro que es otro tipo de deporte y esfuerzo (en un medio maratón ya es complicado beber sin echar la pota muchas veces como para ponerse a comer...), y había visto algo parecido en la ruta BTT de la Bodega Pirineos pero en Graus lo primero que te encuentras es un montón de bicis aparcadas de toda la gente que está fartallando. Luego el avituallamiento en sí que puede tener como 25 m de barra con lacitos, galletas de un dedo de gruesas, madalenas, torta, aquarius, agua, bocadillos de jamón y queso, zarpaos de caramelos y como 25 zagaletas detrás de la barra que tal y como íbamos devorando todo iban reponiendo para que en todo momento aquello estuviese hasta los topes. Impresionante.

Tras zumbarme tres o cuatro lacitos, un par de galletas, torta, un par de aquarius y echar dos bocadillitos al maillot reemprendo la marcha con Jesús y David, que me están esperando. Jesús ha roto la sirga del cambio del plato así es que va haciendo el molinillo como si fuese en un triciclo cuando coge las bajadas pero por lo demás va como un tiro.
Cogemos un pequeño grupito con gente de Boadilla y ahí que nos acoplamos, pero la cosa no dura mucho rato ya que por las Ventas de Santa Lucía, vemos el coche de asistencia y paramos para ver si pueden arreglar el plato de Jesús.

Negativo. Ha perdido el tornillo del desviador y en ese coche no tienen. Pues seguimos. Pero a la que voy a montar el gemelo derecho amaga enganchada. Cojo la marcha poco a poco para relajarlo, echo un grito a esta pareja para que espere pero se piensan que les digo que tiren porque me quedo con el grupo de atrás. Se marchan. Otra vez solo.

El ansia viva. Otra vez...

Como ya he tenido el primer aviso de las piernas y entre nosotros hemos llegado a un acuerdo tácito por el cual si no las puteo no se enganchan con la facilidad con que lo hacían antes voy muy pero que muy tranquilo por la zona de SantaLiestra, no vaya a ser que fuerce y termine como Robocop.
Voy charrando un rato con un señor de Barcelona que me dice que le extraña ver pocas ambulancias para el tipo de marcha en la que estamos. Esto es Huesca no es Barcelona, buen hombre, le aclaro. Hay pocas ambulancias, sin más. Hablamos de más cosetas pero noto que lo de la pierna ha sido sólo un amago y que si fuerzo un poco más pues igual la cosa no termina en tragedia. Me envalentono y le digo, me voy a por el grupo de más adelante. A la que llevo diez metros al señor me da un poco de pena, parece como que le he dejado un poco tirado ahí en medio solo pero bueno, ya llegará otro con quien conversar, digo yo.

Lo dejé tirado como una colilla. Me hizo mucho más llevaderos esos kilómetros de falso llano y marché para nada. Luego recibí la justa retribución...

Transito la zona de túneles, me empiezo a comer un bocadillo pero no me entra muy bien. Como medio y el resto al bolsillo, no vaya a ser que se abran de nuevo las compuertas y tengamos festival del humor.
Así a lo tonto llego a Campo, ya llevo más de 70 km, mi record hasta la fecha (ahora estoy verde pero entonces... era un mierdecilla)
Pues ahora ya casi que no vale la pena darse la vuelta, pienso, así que adelante. El paso por el pueblo, espectacular. Banderines y pancartas colgadas reivindicando la escuela de educación secundaria para Campo. Los niños de la escuela todos vestidos con su camiseta verde animando, gritando y agitando cencerros como si eso fuese Suiza o una etapa del Tour de Francia. Allí no hace falta comer, tan sólo eso da aliento para continuar un buen rato más.
Además la mole del Turbón se alza majestuosa enfrente, hace sol y hasta hace buen día. Qué coño, hace un día cojonudo. Frío, pero cojonudo. Voy bien de piernas y mejor de ánimo. No me duele la tripa aunque sí un poco el culo (normal después de las sesiones en Roca de los últimos dos días). Esto está hecho.

Al frente se ve un rampote de dios es cristo. A lo que te acercas te das cuenta de que es... ¡gravilla!, serán asesinos... No pasa nada, seguro que el puerto como tal viene después y es asfalto del bueno. Los cojones.
Subir una rampa del 8% con 80 km en las patetas es aparte de un reto, y en el fondo divertido, ante todo jodido. Si esa rampa es de gravilla, es infernal.
A todo esto, mi indumentaria absolutamente ecléctica compuesta por camiseta térmica de manga larga del Decathlon, camiseta de tirantes (no sé pa qué cojones me la puse, la costumbre...), maillot, cortavientos y manguitos de running, me comienza a dar calor. Comienzo a sudar, cosa que no había hecho hasta entonces. A sudar a chorro.
Pero entre que tengo miedo a parar y que al poner las patetas en el suelo se enganchen cosa mala y que ¡voy pasando a gente! me encenego y tiro, y tiro adelante.

Subía como un maldito sputnik. Venga a pasar y pasar gente. Lo mismo que en la cuesta de Gaintxurizketa de la Behobia. Luego recibí justa retribución también...

Cuando acabe la grava me bajo, cuando acabe la grava me paro, voy pensando. Una pareja de abuelos anima en la cuneta “venga zagales, que ya lo tenéis”.
¿Cuánto queda de grava?, pregunto. Seiscientos metros responde la señora. Sí, poco, matiza el caballero, seiscientos metros y ya suaviza.
Como lo dicen tan convencidos me digo que sigo.
Los cojones seiscientos metros. No sé dónde aprendieron a contar esos abuelos pero de grava quedaba por lo menos el doble y suavizar aquello no suavizaba (en el fondo recuerdo con cariño a aquella parejeta de abuelos; eran un toque de humanidad en aquel páramo de desolación, esa caverna de dolor como diría el pintoresco Laurens Ten Dam)
Yo iba chemecando y echando algún juramento y cuando estaba a punto de poner pie a tierra y que fuese lo que tuviese que ser, se pone a la par una zagaleta que subía sin decir ni mu.

Como los tíos somos más simples que el mecanismo de un botijo decido posponer la maniobra de parada y sigo a la zagaleta que subía pero bien, bien. Al final se acaba la grava y los rampotes al 8%, 3 km en total. Y allí sí, allí paro a quitarme cortavientos y manguitos porque me estaba cociendo. No hay enganchada de piernas y el ritmo lo reemprendo sin problemas porque allí la pendiente suaviza bastante.

Arriba en la cima, otro avitualllamiento. Este más pequeñito. Allí me reencuentro con la troupe que hemos coincidido en la salida, los cuales están conversando acerca de la aplicación de ciertas sustancias en partes erógenas del cuerpo para mitigar la escozcor que provoca la fricción continuada con sillín y culote. Todo muy bonito, muy bucólico. Vuelvo a ponerme hasta el eje de aquarius y lacitos y empezamos a bajar Jesús, David, Nacho y yo.

A la altura de Villacarli hay un desvío. Los valientes que están preparados para la épica giran a la izquierda y prosiguen la marcha larga. El resto bastante tenemos con llegar hasta Graus como buenamente podamos y giramos a la derecha para completar la marcha corta.
Nachete es un pitera y, a sus ritmos tranquilos, y puesto que nadie se lo impide puesto que aun no han cerrado el paso, decide girar a la izquierda y marchar a la larga. Yo me entero de tal circunstancia pero la otra pareja parece que no y cuando empiezan a apretar y se miran hacia atras y no nos ven piensan que bajamos a nuestra marcheta.

Siento ponerme pesado con este tema, pero a la pareja de jabalines que marchó para delante encenegados por el ansia viva y que saben que en el fondo los aprecio tan sólo recordarles que son unos pequeños cabrones...

Pero Nacho está subiendo Bonansa y yo voy por la Puebla de Roda más tirao que una colilla. Franqueo los 100 km y me hace cierta ilusión. Por fin, por fin los he completado parecía que estaba gafado. Sin embargo me empiezo a notar flojete. (flojete... es decir mucho... iba como una braga). 
En el avituallamiento no he pillado comida para llevar. Ha sido una cagada de las gordas. Creo que la llevan los de delante pero a ellos ya no los pillo. Echo mano al bolsillo y llevo el bocadillo y medio que no me ha sentado nada bien y una barrita. Nada más. Me como la barrita y cruzo los dedos. Si me noto muy apajarao pues echaré mano del bocadillo pero si lo puedo evitar.

Los kilómetros caen con cuentagotas, el viento en contra es fuerte y las bajadas tienen subidas y las subidas son muy putas. No voy ni pa atrás. Doy cinco pedaladas, paro, doy tres más, paro, me incorporo, pedaleo cuatro más, me duele el culo, me incorporo...
Así no llego ni a la hora de merendar. Me pasan grupos y más grupos. (Entre ellos el señor de Barcelona al que dejé tirado subiendo a Campo y que iba bien pincho incrustado en un pequeño pelotón; y mucha pero que mucha gente a la que pasé en Las Vilas cuando subía como un animal).

A algunos como mucho logro pegarme un par de kilómetros a la parte de atras pero allí ni efecto succionador ni leches. No voy y no voy. Al pasar por Capella me voy animando, sin embargo cuando pensaba que ya enfilaba hacia meta nos desvían por un polígono industrial. Me sienta como una patada en salva sea la parte pero aprietó los dientes y sigo. Ya lo tengo casi, aunque me cueste media hora.

Al final no es para tanto, tras un par de vueltas, se sale del dichoso polígono y entonces sí ya se enfila la recta final de meta, miro el cuentakilómetros y veo que marca como unos 5 km menos de los que en teoría componen la ruta. Pues mejor, porque no doy para más.
Finalmente llego en 5h 45’ (tiempo real de carrera; encima de la bici como media hora menos que fue el tiempo que estuve comiendo en los avituallamientos)

Soy consciente de que no es un gran tiempo, ni tan siquiera es un tiempo mediocre pero llegué al día de la carrera como llegué y eso sí, en ningún momento llegué a pasarlo mal. Y yo estas cosas las concibo sólo para disfrutar.
En resumen, me lo pasé muy bien y por supuesto repetiré aunque espero llegar en otras condiciones para no ir tanto tiempo solo en carrera.


Este año llego un poco mejor pero tampoco es para tirar cohetes. Así es que iremos para la marcha corta en contra de lo que pensaba hacer allá por el mes de enero. Seguiremos informando.

martes, 20 de mayo de 2014

Cuando era (forofo) del Madrid

Hubo un tiempo hace ya muchos años en el que fui un auténtico forofo del fútbol. Cualquiera que me viera pegando botes el sábado pasado en el altillo del Victoria tras el gol de Godín podría pensar que todavía lo soy pero no es así. Sólo se trata de reminiscencias del pasado que suelen coincidir cuando se juega un título el equipo que le va a pagar 20 millones de euros por temporada a un defraudador de hacienda.

Hace muchos años era de los que coleccionaba los especiales de la Liga del diario Marca y se sabía las alineaciones de todos los equipos de Primera y de Segunda. Y el equipo de mis amores era el Real Madrid. Como un auténtico trauma infantil tengo grabadas a fuego en la memoria las infaustas tardes de Tenerife, Eindhoven, Milán... la noche del 5-0 del equipo antes mencionado con la cola de vaca de Romario. Que manera de vomitar aquella noche por culpa del soponcio. Las inenarrables experiencias en el Parque de los Príncipes a cargo del Paris Saint Germain, la debacle contra el Odense...

Ser del Madrid en los últimos años de los 80 y en los 90 era un acto de fe y sufrimiento que sólo se soportaba si la pertenencia a dicha afición venía impuesta por vía paternofilial o de los hermanos. La gente en plena libertad se solía hacer de los innombrables del primer párrafo los cuales a comienzos de los 90 comenzaron a jugar como hacían los holandeses desde hacía veinte años y gracias a eso y el parterre de flores en el culo que portaba el señor Cruyff empezaron a ganar trofeos pensando que habían inventado el fútbol.

Pero no. Los que teníamos hermanos mayores nos tocaba ser del Madrid o del Atleti, del Bilbao o la Real porque eran los equipos que partían la pana diez años antes de que el fútbol pitera cayera en desuso. Y así es cómo acabé siendo del Madrid. Algún año ganaban la Liga pero no había temporada en que no les tocaran el morro, casi siempre en la Copa y a veces en liga y siempre, siempre, siempre en la Copa de Europa.

Con 15 años mi hermano Agus me llevó a ver un partido al Bernabeu. A los Redondo, Laudrup, Raúl, Hierro y Buyo. Me impactó la estructura del estadio, la calma con la que los socios contemplaban el partido rayando en la apatía y por otro lado el forofismo insoportable de la banda con la que fuimos con los que nos tocó estar las dos horas del partido más cinco horas de autobús de ida más cinco horas de autobús de vuelta con la Peña Madridista.

Al llegar a casa le dije a mi hermano "con esta gente no me lleves más". A pesar de que en ese grupo había gente de todo tipo los cinco o seis que se pegaron todo el viaje voceando y cantando me marcaron de por vida. Desde entonces he visto el fútbol de otra manera, no lo pude remediar, y mi afición se fue diluyendo poco a poco.

Sin embargo, en la temporada 1997/98, el Madrid se plantó en la final de la Copa de Europa no se sabe muy bien cómo. Tras los fracasos contra el PSV y el Milan cuando el Buitre y Hugo Sánchez daban miedo en el continente, los merengues se plantaron en el último partido de la competición. Algo que no se veía desde... ni me acuerdo aunque sí es seguro que yo era la primera vez que lo vivía.

Sin fuerzas en la Liga donde eran humillados semana sí, semana también era llegar el miércoles y aquel equipo se transformaba. Parecía la Quinta del Buitre rediviva. Ronda tras ronda fue conquistando los límites de lo imposible, de lo que muchos madridistas jamás habíamos visto en color. Un equipo con buenos jugadores pero para nada la soberbia plantilla hecha a base de talonario de la que disponen año sí y año también desde que el señor de ACS llegó a Chamartín.

Y en la final, ante la todopoderosa Juventus, el genio de Podgorica marcó. Dicen que en fuera de juego aunque por desgracia han pasado dieciseis años y la tecnología ha avanzado y siguen concediendo este tipo de goles, así es que fue gol y punto. Y si no, me remito al caso de por ejemplo Argentina que tiene dos Mundiales, algo bastante más grave. Uno por decreto ley de un dictador y otro por la mano de Dios. Y no se los han quitado.


El gol de Mijatovic que puso fin a 32 años de travesía por el desierto de un equipo que lo había ganado todo y no sabía encontrar la senda del triunfo nuevamente. Para mí supuso cerrar definitivamente esa etapa en la que ver al Madrid me producía más sinsabores y sufrimientos que otra cosa, por fin les vi alzar la Copa de Europa. Con esa me bastó.

Luego años más tarde me alegré de ver como ganaban dos Copas más pero ya no fue lo mismo. Me fui desencantando poco a poco con un equipo plagado de estrellas pero carente muchas veces de los valores que se le suponen a esa entidad.

Adjunto entrevista a dos de los héroes de aquella Copa de Europa. (pinchar aquí)

De aquella Copa de la que hoy, 20 de mayo, se cumplen 16 años. De aquel gol de Mijatovic...



lunes, 19 de mayo de 2014

Subida a Boltaña

Lo que mal empieza mal acaba. Ayer domingo al menos aprendí que lo mejor antes de una salida larga en bici no es precisamente salir a echar cañas. La cosa se complicó más de lo debido el sábado por la tarde y la tensión provocada por la visión de cómo la Liga de fútbol podía ir a parar al Barcelona motivó una ingesta excesiva de cerveza. Luego vino el gol del Faraón Godín (no el Mariscal como bauticé en la anterior entrada al defensa uruguayo que ni tan siquiera es de Montevideo como también apunté en la mencionada entrada), pero la cosa ya se había ido de las manos. En la cama antes de las 12 de la noche pero habiendo repostado lo que otros sábados a las 4 de la mañana.

Eso provocó una noche de mal dormir, reseco, boca pastosa y mal de tripa. Lo que se hubiese ido purgando durante una noche normal a base de más cervezas yendo a los bares se tuvo que quedar ahí quieto en la barriga mientras intentaba dormir. Porque para el domingo había una salida programada. Hasta Boltaña ni más ni menos.

Otro día con más tiempo cuelgo el perfil

Me levanté a las 07:00h con mal cuerpo, para qué nos vamos a engañar. Intenté desayunar bien pero me fue complicado ya que tenía la hormigonera en standby. Ni para delante ni para detrás, yo creo que estaba en huelga por lo del sábado por la tarde. Así es que mal desayunado me encaminé al garaje a por la bici.

Al ir a hinchar las ruedas como hago siempre antes de cada salida, marco una nueva muesca en esa cadena de despropósitos que llevo arrastrando en lo que averías mecánicas se refiere. Me quedo literalmente con la válvula de la cámara en la mano. La jugada fue como sigue. Al ir a desenrroscar el pitorro de la válvula, éste no cede. Al ir a hacer un poco más de fuerza empieza a salir aire. ¿Por dónde sale el aire?. No me da tiempo a contestar la pregunta.

Como quien descorcha una botella de champán me quedo con pitorro y parte de la válvula que sale disparada por la presión del aire. La rueda de deshincha al momento. Increíble. He leído que ciertas válvulas quedan arrancadas debido a que al frenar la cámara va resbalando dentro de la cubierta y al final el agujero de la llanta termina cizallándolas. Pero es que está salió recta, como si fuera un corcho. En fin...

Una vez solventado esta nueva incidencia sin aparente explicación partimos por la carretera de Castillazuelo, David, Jesús y un servidor por parte del Barranqué y Héctor y Jordi por parte de la villa navalera. Son como las 08:30h y la idea es subir hasta Huerta, después por Adahuesca, bajar al cruce del puente, y llegar hasta Colungo.

La marcha transcurre tranquila hasta el cruce del puente. Se agradece ya que todos llevamos el cuerpo como un reloj parao, algunos más que otros. En la primera rampa hacia Colungo se desatan las hostilidades ya que se avista un grupo de unos seis ciclistas que se nos acercan. Pensando que nos pueden quitar el sitio para almorzar, los gallos del grupo deciden lanzar un demarraje sin contemplaciones. Luego descubrimos que uno de ellos, David, no ha hecho sino adelantarse para parar a mear.

Peor aún. Al rebasarlo todo el grupo parece el BMC de Cadel Evans lanzando un ataque después de que todo el pelotón se caiga en plan ruin y rastrero. Ya no se parará el ritmo hasta Colungo a donde llegamos para almorzar cogiendo un buen sitio en La Olla.

No somos los primeros en aparecer por allí aunque el aluvión de ciclistas que llegan después es bastante grande de modo que se ven desbordados y la longaniza con pan con tomate y las cañas tardan en aparecer. Deben de ser las 10:00h, hasta cerca de una hora después no levantaremos el culo del asiento. Creo que ese parón ya no me sentó muy bien.

Enfilamos San Caprasio poco antes de las 11:00h. Intenté en vano modificar el programa establecido aludiendo al ligero retraso que arrastrábamos pero no lo conseguí, así es que tras coronar el puerto todavía de manera bastante digna aunque ya algo retrasado comenzó el calvario.

Primero el descenso en el que perdí más tiempo que subiendo y es que no termino de quitarme el miedo en las bajadas. Creo que irá para largo, además el hecho de ir acompañado quieras que no te obliga a intentar seguir a los demás y ahora mismo no estoy para esas historias. No lo paso bien en cuanto la bici se embala y más cuando hay curvas ciegas y la carretera no tiene un par de carriles. Me bloqueo y voy frenado y de esa manera la gente se va y se va...

A pie de puerto estaban esperando pero, tal y como estaba programado a pesar de que intenté que así no fuera, enfilamos por el desvío de Lecina. No sé el resto de la gente pero a mí me pasa que al descender un puerto en tensión me agarroto de mala manera, y me canso. El resultado el previsible, al comienzo de la primera rampa seria hacia arriba perdí el contacto con el resto.

Estoy más que acostumbrado a rodar solo, de hecho en cierta modo hasta lo prefiero, pero no es lo mismo empezar y acabar solo que ir de pegote en un grupo. A eso sí que no me acostumbro. De una subida de 7 km hasta Betorz que es una delicia y que pienso repetir pertrechado de la cámara de fotos y parando donde me dé la real gana hice una mierda pinchada en un palo. La carretera es estrecha, no hay tramos largos y no se ve lo que hay por arriba. Pierdes al grupo y lo pierdes. En un puerto más despejado lo hubiese visto pero allí me agobié pensando si les tocaría esperarme mucho rato o no.

Tócate los cojones. Lo que hace el ir mal dormido, cansado, y con los pensamientos no muy claros. Lo que en otras circunstancias me hubiese dado lo mismo, donde hubiese parado a mear, a comer unas galletas y a echar unas fotos... pues nada de eso, pedaleando cara arriba como un imbécil. Me pareció en algunos tramos una subida bonita, seguro que la próxima vez con más tranquilidad me lo parecerá más. Y lo peor de todo es que al llegar arriba no se me ocurre otra cosa que tocar y dar media vuelta diciendo: "Bueno, voy bajando que seguro que me cogéis".

Ni beber decentemente, ni comer, ni nada. Ahí firmé la sentencia. No tardaría en llegar. Tras el descenso de nuevo atrancado y frenando más de lo debido volvimos a la carretera principal poniendo rumbo a Bárcabo. Pensaba que desde allí estaba hecho pero el puerto de Eripol que no tiene más que un par de rampas que en condiciones normales se deben pasar tan ricamente me dieron la puntilla.

Llegué a Arcusa de mala leche. Estos iban a su ritmo y paraban de vez en cuando para recoger al cadáver rodante pero no lograba permanecer integrado en el grupo mucho tiempo. Cualquier repecho o, peor aún, cualquier bajada de consideración constituían un desafío tremendo. Ahí me acordaba de Floyd Landis cuando dio el positivazo del Tour '06 después de cruzar puertos como un sarrio y sacar una minutada a todos. Cuando se defendió diciendo que la noche de antes se había calzado una zorrera de escándalo y el alcohol había obrado maravillas en su cuerpo. Que no se había inyectado EPO ni testosterona sino que la cerveza y el whisky habían mutado su organismo en una máquina de rodar. Ya, y una mierda. Mis piernas no daban para más, no sabía si me faltaba un vial de EPO o haber rematado el sábado con un par de cubatazos para que se obrara el milagro a lo Landis.

Cruzamos un tramo de tierra, tal cual, de como medio kilómetro y otro más largo de gravilla y sin líneas pintadas en la carretera. Llegamos a Latorrecilla tras un descenso en el que la bici volaba y al estrecharse la carretera y serpentear entre campos viendo la Peña Montañesa de fondo me vine arriba otra vez. Yo esperaba eso de esta marcha, carreteras ratoneras para rodar con tranquilidad, no unas rectas de 1 km al 8% para bajar con la bici a 70 km/h.

Por último, Guaso, otro descenso pero esta vez por carretera estrecheta y nos plantamos en el Monasterio de Boltaña. Y de allí al merendero que tienen montado al lado del campo de fútbol donde esperaban las parientas con la criallería. Eran cerca de las 14:00h.

En total, 95 km en 4h 30'. A 21 km/h... no había gasolina para más.

En cuanto me quité las zapatillas y toqué el cesped tirándome todo largo lo tuve muy claro. De hecho lo iba pensando desde Arcusa pero allí no tuve ya ninguna duda. Iba a hacer la del equipo Sky. Ya saben, dices que te duele la espalda o que tienes fiebre y abandonas el Giro del Italia (o no te presentas a la salida). No me dolía nada en concreto ni iba especialmente cargado de piernas pero no iba bien de nada. Ni de la tripa, ni de fuerza ni sobre todo y lo que es peor, de cabeza.

Sólo pensar en hacer 75 km de vuelta (pues la vuelta era directa sin ascensión a Betorz ni Adahuesca) haciendo la goma cada cinco kilómetros no me compensaba de ninguna manera. Así es que decidí bajar en coche con mi cuñada Sonia aún a riesgo de tener que soportar a mis sobrinas. 

Comimos todo lo que nos permitió a algunos la tripa bloqueada ya de por sí y más por el esfuerzo que hace que aunque el hambre sea acuciante mientras se está dando pedales una vez en reposo no haya manera de meter alimento sólido. Y hacia las 15:30h los cuatro valientes que aún quedaban con fuerzas y ganas se prepararon para el regreso. Una hora después ya más rehecho medio me arrepentí por no haberles seguido pero enseguida se me pasó. Se estaba muy bien de charradeta.

Además estaba ocupado purgando y pagando el billete de vuelta, esto es, haciendo de caballito y aguantando a críos colgados por encima mientras tiraban globos de agua y pensaban en hacer las mil putadas a su tío que se las permite.

Dicen que los cuatro valientes se plantaron en Colungo sobre las 18:00h y pararon a merendar otra vez en La Olla. Dicen que bajaron bastante a cuchillo. Dicen que una retirada a tiempo (sin dejar de ser una cobardía) a veces es una victoria. Pues eso, Boltaña no la moverán del mapa así es que ahí estará para volver a ir un día con más ganas... y regresar dando pedales. ¡Y el día de antes desde luego que no bebo una sola caña ni de coña!

sábado, 17 de mayo de 2014

¡Gracias, Atleti!


Ni Diego Costa ni Diego Ribas. Diego Godín. El héroe de la Liga del Atlético de Madrid ha resultado ser el mariscal de Montevideo.

Hacía más o menos ocho años que no cantaba un gol de la misma manera. El lugar, el altillo del Victoria, el partido, un Argentina-Alemania del Mundial 2006. Se adelantó la albiceleste pero al comienzo de la segunda parte empató Klose para los teutones. Aquel altillo tembló.

En el mismo lugar presencié el gol de Coro salvando al Espanyol del descenso, el Tamudazo en el Camp Nou, el de Puyol a Alemania, el gol de Iniesta a Holanda y las cuatro tabas de España a Italia en la Eurocopa. Todos fueron vociferados aunque por circunstancias el de 2006 fue un punto más elevado y el de hoy también ha sido inmensamente celebrado.


Nunca he sido del Atleti y creo que nunca lo seré. Siempre me tiró más el vecino rico de la Castellana y el equipo blanquiazul de Barcelona aunque las últimas temporadas dan ganas de hacerse del vecino pobre del Manzanares. En todo caso este año el equipo colchonero me ha conquistado.

Cansado de vedettes y estrellitas de medio pelo el Atleti representa el triunfo del fútbol de antaño. A base de pitera y coraje. Y para colmo ganando la Liga gracias a un gol de cabeza tras botar un corner. Me alegro muchísimo. Por el fútbol en general y por el Enano, Rafa, Héctor y tantos otros atléticos que han sufrido tantos y tantos años.


La semana que viene, final de Copa de Europa. La verdad es que tanto me da. Si gana el Madrid será la Décima para el equipo del que he sido más forofo aunque en los últimos años me haya desencantado  en gran medida. Pero al que no dejo de tener un gran aprecio. Y si gana el Atlético resultará vencedor el EQUIPO con mayúsculas de la temporada. Gran sábado el que se avecina. 

Mientras tanto nos iremos a dormir felices sabiendo que al fútbol todavía le queda un resquicio de romanticismo que el maldito tiki taka no logró aniquilar. Que todavía es posible ganar un gran campeonato a base de creer en uno mismo. Que no todo son millones.

¡Gracias, Atleti!


jueves, 15 de mayo de 2014

Un día de estos me compro un tanque

Hoy he salido con la bici con la intención de subir hasta el puente de Colungo y dar allí media vuelta hasta casa. Pero a la altura de Castillazuelo he dicho basta y he vuelto por donde he venido harto de lo que estaba ocurriendo.

Por una parte ha comenzado a levantarse un viento nada agradable. Lo podría expresar de manera más elegante, seguramente, pero para los cuatro gatos que entran en este engendro de blog no creo que les haga daño a la vista y si no que se tapen los ojos o que vayan saltando párrafos. En resumidas cuentas y hablando pronto y mal, estoy hasta las pelotas de las dichosas aireras.

Es ponerse a dar pedales por el arcén de la carretera y notar pequeños bandazos en las ruedas. El año pasado hizo viento pero al menos, o eso parecía, soplaba a una velocidad constante. Este año es racheado y con una mala baba que saca de quicio.

Por si esto fuera poco, también han salido a jugar los malditos mosquitos. ¿Y qué ocurre cuando se va siguiendo el curso de un río? Que te encuentras auténticas nubes de estas criaturas las cuales van chocando contra brazos, piernas y cara. En el km 7 llevaba los brazos plagados de insectos. Además de la sustancia blanquiñosa que sueltan los chopos. Eso ya ha provocado el definitivo hinchamiento de huevos que me ha decidido a dar la vuelta en cuanto llegase a Casti.

Aparte, y para rematar la faena, ha habido la contribución de tres o cuatro gilipollas de esos que pasan con el coche sin cambiar un ápice su trayectoria cuando te adelantan. De los que la regla de la distancia de metro y medio respecto al ciclista les suena a chino. De esta gente a la que cuando te pasan a 120 km/h a escaso medio metro levantas un brazo y les saludas aludiendo a su cornamenta y su mechón debajo de la mandíbula inferior propio de los machos cabríos o les mentas al supuesto oficio de su desventurada madre.

Llevo un tiempo elaborando cierta teoría. Cuanto más grande, voluminoso, caro y veloz es el auto en cuestión más se arriman. Si el conductor es un abuelo que va a regar la huerta con un ford fiesta de hace 30 años, se pasará al otro carril para adelantarte a escasos 60 km/h. Pero si el conductor es un gilipollas con un BMW de esos que no sirven ni para ir por un camino ni para ir por una autopista, pasará a escaso medio metro todo lanzado. Y ojo, que ni todos los que conducen estos autos son gilipollas ni todos los gilipollas que conducen llevan estos autos pero la teoría antes mencionada es bastante fiable.

Así es que entre diversos exabruptos y cagamientos varios he culminado la vuelta a Barbastro para desde allí hacer unas subidas a Burceat. Por una carretera más tranquila, con el mismo viento pero sin mosquitos y lo que es más importante, sin gilipollas al volante. Los dos escasos coches con los que se puede coincidir en el transcurso de los 5 km de subida ocupan el carril izquierdo para adelantar, más que nada por una mera cuestión de espacio, y lo hacen a una velocidad adecuada.

Al final he hecho algún kilómetro menos de los que me había propuesto pero los he hecho más tranquilo. Porque lo que pasaba por mi cabeza por la carretera de Castillazuelo era algo más o menos como esto...


sábado, 10 de mayo de 2014

100 kilómetros

Bueno, parece que puedo decir que estoy recuperado de la caída con la bici. En lo que a pedalear se refiere, claro está. Para hoy me había propuesto dar una vuelta larga con la bici, de esas en las que hay que llevar provisiones y en las que de vez en cuando hay que parar no tanto a echar un bocado sino a estirar las patas y a dejar que el culo descanse. Y es que nunca comprenderé el motivo por el que los sillines de las bicicletas han de ser tan incómodos, pero es lo que hay.

El objetivo era llegar hasta Aguas, en las faldas de la sierra de Guara, completando de esta forma algo más de 100 km. Para ello puse la alarma del reloj a las 07:45 h con la idea de preparar unos bocadillos y comenzar a dar pedales a eso de las 08:30 h.

A las 07:45 h suena la alarma y como suele pasar los sábados (y más después de hacer una semana completa trabajando después de puentes varios y vacaciones) la apago y sigo durmiendo. A las 08:15 h me incorporo de un salto en la cama y miro el reloj. Mierda.

Deprisa y corriendo, dadas mis posibilidades por las mañanas ya que soy un tío muy lento en esos menesteres, me levanto, me visto de ciclista, desayuno, voy pillando por la nevera sobras para hacer unos bocadillos o envolverlas en albal directamente, relleno botellines, cojo las zapatillas, hago la cama, meo y salgo al garaje para coger la bici. Obligatorio hinchado de ruedas y en marcha.

Por la calle del Hortelano paso justo cuando suenan unas campanas tocando las 09:00 h. Me voy mentalizando de que la tirada larga igual hay que dejarla para otro día. Salgo a la carretera de Castillazuelo y no bien llevo un par de kilómetros aparece a lo lejos en sentido contrario David que baja desde un poco más allá de Huerta.

En principio tenía pensado salir a las 07:00 h para llegar hasta Colungo y de bajada encontrarse conmigo en Huerta para acompañarme hasta Bierge. Pero él también ha salido más tarde así es que los planes se desbaratan. Pero decide acompañarme hasta Huerta. En ese momento me callo y no le digo nada pero ya sé lo que acabará ocurriendo. 

Los kilómetros se suceden sin que nos demos cuenta entre charrada y charrada. Llevar a David de compañero de ruta es como llevar una radio al lado con la particularidad de que tiene un don para que los temas no deriven hacia un monólogo sino hacia conversaciones bien amenas. Y si hay dos minutos de silencio, David enciende otra vez la radio y sin saber cómo ya está liada la charrada otra vez. Como ya he dicho tiene un don.

Llegamos a Huerta y en el desvío para entrar al pueblo y hacer el cambio de sentido David hace un recto. - Te acompaño un rato más, hasta Alberuela o así.
Pues vale, y otra vez sé que "el o así" a lo mejor no termina en Alberuela pero me callo y seguimos charrando.

Al llegar a Alberuela previo paso por Adahuesca, llevo una hora escasa de pedaleada. Es cuando me doy cuenta de que el puertecillo de Adahuesca lo hemos hecho más deprisa de lo normal y sin callar, buena señal. Entonces David dice que me acompaña un poco más. Entonces sí que le dejo caer que a ese paso va a llegar a Bierge. Más que nada se lo digo porque tiene que estar en casa a buena hora para quedarse con los críos un rato...

Entre bajadas más o menos pronunciadas y algunos repechos nos plantamos en las rectas con toboganes que anteceden la llegada a Bierge. Ahí sí ya, David decide dar media vuelta, a escaso medio kilómetro del pueblo. Así es que no me ha acompañado hasta Bierge... pero casi. Y todo por seguir dando pedales y seguir charrando, ¡qué fiera!

Cruzo Bierge y comienzo la cabalgada en solitario. Llevo unos 30 km. Como me parece ir mal de hora decido llegar en principio hasta Morrano, lugar que se encuentra a unos 7 km desde donde estoy. Así es que desciendo hasta el salto del río y comienzo a subir metros por una carretera bastante apartada de cualquier lugar. En algún momento pienso si no me habré equivocado de dirección ya que no pasa ni un solo coche ni me cruzo con nadie. Llego a Morrano y como esos 7 kilómetros no me han dejado muy buen sabor de boca decido seguir un poco más. Llevo unos 37 km.

Cuando llevo 40 km llego a Yaso. Se ve como la carretera serpentea allá a lo lejos hacia las faldas del Tozal de Guara, miro el reloj y se me ocurre una idea, saco cuentas y veo que puedo llegar a casa a comer a una hora decente. Me apreto tres croquetas, pero no tres croquetas congeladas no, sino caseras según la receta de la señá Angelita o sea mi madre y me sientan bien no, lo siguiente. Así es que decido seguir.


A todo esto llevo todo el camino bebiendo el agua mezclada con unas pastillas de electrolitos sabor tropical. Sé que puedo ser lapidado por esta revelación ya que el buen tuercepedales se nutre de huevos fritos y cerveza pero con la calorina que había esta mañana me ha parecido prudente recurrir a esos inventos. Y el de sabor tropical está bueno, sabe a burbanflash azul, no digo más.

Bien, la decisión de seguir parece acertada. Guara cada vez más cerca, la carretera ratonera con curvas y repechos entretenidos, pajaricos que salen al paso desde los barzales e incluso un quebrantahuesos que vuela como en las películas proyectando su sombra sobre el suelo con el Tozal de fondo. Acojonante. Llego al límite con la Hoya de Huesca y saco foto para la posteridad en mi primera incursión en bici por Fatilandia.


Me lo estoy pasando muy bien, aún así al llegar al desvío de Santa Cilia (llevo 45 km) decido llamar a casa a ver si la comida se puede retrasar hasta las 14:00 h o me doy la vuelta. Dan el visto bueno y entonces tengo la jugada clara. Llegar hasta Aguas.

Paso un camping y una serie de repechos que se me hacen más duros que lo que parecían en el perfil, justo lo contrario que la subida a Morrano que se me ha hecho aburrida pero no especialmente dura y por fin tras 52 km llego a Aguas en unas 2 h 30'. Sé que si vuelvo por donde he venido llego a casa a las 14 h sí o sí porque el terreno es rompepiernas y lo que antes he bajado me tocará subirlo y al revés. Y la carretera es ratonera.


Así es que cojo la carretera de Angüés porque me da que será más rápido por allí. Bajando por esa carretera por un par de veces me da la sensación de que estoy yendo en dirección equivocada ya que no me suenan los pueblos. Sieso, Casbas... no sé por qué me da que voy a salir a la N-240 pero no en Angüés sino en Siétamo. Al final salgo al sitio bueno. Llevo unos 67 km en 3 horas y poco.

Me resta coger la nacional que en contra de lo que pudiera parecer es una carretera muy tranquila ya que casi todo el tráfico discurre por la autovía. Sé que hay que bajar a buscar el puente antiguo del Alcanadre el cual ya he cruzado antes ya ni me acuerdo en qué punto y dicen que hay unas rampas duras. Voy un poco con el canguelo de que después de tres horas dando pedales en alguna rampa de esas se enganchen las piernas pero el bocadillo de jamón que llevaba en el bolsillo acude al rescate.

Tras pasar el antiguo puente que ya casi ni recordaba paro a zampar el bocadillo. Con eso sé que llego a casa sobrado. Afronto el temido kilómetro al 7% y me parece un kilómetro muy sobrevalorado y algo que no había que temer. Así es que ruedo y ruedo a ratos a buena velocidad hasta llegar a Peraltilla.

Entre esta localidad y el Pueyo hay dos rampas bastante más pestosas que la rampa del Alcanadre pero chino chano se ha superado. Lo bueno es que tras llegar a la rotonda del Pueyo resta un descenso hasta el Barranqué en el que no hay que dar pedales. Para cuadrar los 100 kilómetros todavía he bajado hasta la Tenpir para dar media vuelta allí y plantarme en casa en 4 h 24'. A una media de 23 km/h.

Unos números muy discretos pero que hechos en solitario y un mes después de una buena caída con la bici me dejan muy satisfecho.

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