lunes, 4 de enero de 2016

Col d'Aspin


El Col d'Aspin es uno de los puertos más emblemáticos de los pirineos franceses habiendo sido ascendido en más de sesenta ocasiones por los ciclistas del Tour de Francia. Con una pendiente media del 6,5% en sus 12 km de subida y coronando a cerca de 1500 m de altitud representa uno de los puertos de enlace entre el Tourmalet y el Peyresourde.

No tiene la fama de sus hermanos mayores que le flanquean ni la de su primo el Aubisque ni tampoco tiene tanta dureza pero no deja de ser un puerto de campanillas. Y con bastantes buenas vistas. Su primera aparición en el Tour tuvo lugar en 1910 dentro de la mítica etapa entre Luchon y Bayona de trescientos y pico kilómetros y que se conmemora cada año en la cicloturista que une ambas localidades.

Su última aparición fue en 2015 y allí estuvimos algunos presenciando el paso de la carrera y, lo que fue más importante y de lo que guardamos mejor recuerdo, la caravana publicitaria. Un grupo de escapados comandados por Dan Martin y Majka y un pelotón adormecido fueron el balance de la jornada tras unas cinco horas de espera. Eso y ver a todo un campeón del mundo, Rui Costa, cerrar el grupo con pedaleo quejumbroso. La última vez que se vio algo parecido fue en cierta Pax Avant en la que El Campeón del Mundo iba dando sabias lecciones a la par que chemecaba sobre la bicicleta pero aquello era otra historia...

Por otra parte, el Aspin fue uno de los puertos elegidos dentro de la primera edición de la Naval-Tourmalet llevada a cabo por un puñado de Tuercepedales, hazaña ya relatada en el blog. Como mi motor diésel no estaba para demasiadas florituras en agosto del pasado verano decidí participar en la marcha en la modalidad "sprint" consistente en salir desde Saint-Lary y llegar a la cima del Aspin. 


Con un sol de justicia y una napolitana de la boulangerie de Saint-Lary me uní a la caravana ciclista dejando aparcadas por un espacio de un par de horas mis labores de reportero y copiloto del coche de equipo conducido por Jesús. Los primeros diez kilómetros transcurrieron pedaleando en grupo compacto junto al sr Ornitorrinco, Abi, Héctor y Nacho. Junto a este último realicé la mayor parte del tramo desde Arreau cuando el grupo estalló en pedazos.


Los puertos, y las carreteras en general, no se llegan a conocer bien hasta que se pedalean y en esta ocasión no fue una excepción ya que a pesar de haber hecho este puerto en coche alguna vez todo su esplendor quedo patente mientras lo ascendía con la Orbea. Todo su esplendor y su dureza que puede ser mucha a las dos de la tarde y treintaitantos grados en un día soleado


Junto a Nachete fuímos subiendo muy despacio mientras los demás se marchaban por delante. Fue otra de esas ascensiones diésel en las que lo de menos es el tiempo empleado y en lo que importa todo lo demás. Hubo que parar varias veces, a recoger un botellín que se quería dar de baja de la marcha, a lavarse la cara porque el sudor se metía en los ojos y el escozor en las lentillas era insoportable, a mear y por supuesto a comer algo.

Jamás destrozaremos el récord del Strava de puerto o tramo alguno pero al menos creo que nos lo pasamos bien. Al final, tras ser retratados unas doscientas veces por Jesús y la familia de Nacho mientras subíamos por esa parrilla y cruzarnos con tres o cuatro grupos de ingleses tan incautos como nosotros llegamos arriba del todo y me permití el lujo de por una vez acabar una marcha en lo alto de un puerto.

La otra posibilidad para poder hacer lo mismo era continuar hasta el Tourmalet pero para eso ya había que tenerlos excesivamente bien puestos. Otro año será. 




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