jueves, 12 de noviembre de 2015

De fútbol y rugby

Que en España el fútbol es el rey de los deportes está fuera de toda duda. Nos podrá gustar más o menos y podrá ser considerado más como un espectáculo de masas que un deporte como tal pero es un hecho que levanta pasiones entre la mayoría de la población. Y el resto de modalidades deportivas, sean más vistosas o plásticas, más espectaculares o más épicas, no tienen ni la mitad de la trascendencia que un simple partido de balompié. A una importante minoría no nos gusta que esto sea así pero así es. Y como muestra un botón.

Nos remontamos a tres fines de semana atrás en el tiempo. El último domingo de octubre se disputaba la segunda semifinal del Mundial de Rugby. Como venía siendo habitual durante los fines de semana de todo ese mes, los afines al deporte del balón oval nos juntamos para degustar el partido. Y es que la visión de estos partidos parece algo sencillo pero se asemeja a realizar cualquier tipo de actividad clandestina.


Para empezar, la gente normal suele mirar de manera extraña a la otra gente a la cual le gusta el rugby. Pero esa mirada extraña suele derivar en ocasiones en odio y/o asco. Tal cual. La lindeza más suave que se puede escuchar en un bar no afín al pedir por favor que le enchufen la tele que está apagada y que ningún parroquiano del lugar está mirando puesto que se haya inmerso en el noble arte del juego del naipe es "¿pero cómo te puede gustar esa mierda?".

Frases similares pronunciadas a tal efecto son:

  • "En esa mierda de juego siempre se están pegando"
  • "El fútbol no es tan violento"
  • "¿Cómo te puede gustar esa mierda?" (otra vez) 
  • "No sé cómo os podéis enterar de lo que pasa si es todo tan confuso"
  • "¡Ensayo!" (dicho erróneamente cuando el balón es pateado entre los palos)
  • "El árbitro cuando no sabe qué pitar para el partido y mira la repetición, eso le quita emoción"
  • "Esto sólo lo juegan animales"
  • "¿Cómo te puede gustar esa mierda?" (y otra vez)
En conclusión, para el común de los mortales el Rugby es una mierda incomprensible a la que se aficiona gente extraña e inadaptada en la que sólo hacen que pegarse hostias con un propósito que nadie que esté en su sano juicio puede alcanzar a discernir.

Para los que nos gusta este bello deporte es algo más que eso y no nos importa pasarnos un partido entero intentando explicar a los neófitos en la materia los pormenores de las reglas. Y si algo se nos escapa es tan sencillo como verlo sin más y disfrutar de como un equipo intenta avanzar metros a toda costa y el otro hace lo propio para intentar frenar ese avance.


Pero bueno, ahí estábamos dos de los habituales apostados en la barra de uno de los bares de la localidad en los que se suele poder ver algo de rugby alguna vez. Sin que te miren de manera muy extraña y todo eso. De hecho, la semana anterior y ayudados por el hecho de que no se disputase jornada de Liga de fútbol ese bar fue tomado por diversos personajes para ver más de un match de rugby. Los raros del pueblo más algún que otro inglés y hasta parroquianos y parroquianas de la France disfrutamos viendo los partidos.

Y ahí volvíamos a estar dos de estas gentes extrañas para ver un Argentina-Australia en el bar vacío a las cinco menos cuarto de la tarde. Después de preguntar a la camarera si nos pondría el rugby (uno nunca se acostumbra del todo a hacer este tipo de peticiones ya que se siente como si fuera un proscrito con insanas parafilias) y de que ésta muy amablemente accediera, nos pusimos frente a la tele con unas cervezas a apoyar a los Pumas.

Como a los diez minutos de partido entra un señor mayor que se queda plantado frente al televisor y cuando ve el marcador en el que Argentina ya pierde frente a los Wallabies masculla uno de esos juramentos que sólo un argentino sabe soltar por la boquita y tras pedir en la barra se sale a los veladores suponemos que para no sufrir.

Diez minutos más tarde comienza a entrar más gente al bar. De hecho son integrantes de un equipo de rugby, de cierto equipo de rugby que se ha visto obligado a abandonar nuestra comarca debido a diversos motivos y que parece ser vienen de disputar un partido. Los chicos han perdido y las chicas han ganado, bien por ellas, y ahí está una parte de la expedición echando unas cervezas.

Los Pumas siguen por detrás en el marcador, pagando errores de concentración en defensa pero bregando en ataque para rascar puntos lanzando a palos. El apoyo a los pibes ya es definitivo en el bar máxime porque uno de los integrantes de la escuadra que acaba de llegar a ver el partido es de allende los mares.

Aunque eso no quita para que este otro señor argentino sea el primero en aplaudir el siguiente ensayo australiano que sepulta un poco más las opciones de los Pumas. "Muy bueno, pero qué rebueno, che" no se cansa de decir vuelto hacia nosotros como para confirmar el hecho de que acabamos de presenciar un ensayo memorable mientras no para de aplaudir. Aplaude un ensayo que está jodiendo al equipo del cual porta la camiseta todo orgulloso. Porque ante todo a este señor le gusta el rugby.

Y llega el descanso. Y acontece la catástrofe. La camarera pregunta si el partido ha terminado o todavía queda otra parte. Ante la respuesta de que todavía resta otra parte nos explica que a las seis y cuarto va a tener que poner el fútbol como tiene ordenado por parte de su jefe. Pero no se crean que el partido a poner es algún derbi de la máxima rivalidad, un partido de competición europea o algunos cuartos de final del Mundial. No, es un simple Barça-Eibar de la décima jornada de Liga. Y a pesar de que la Sociedad Deportiva Eibar me cae muy simpática el partido como tal me parece absolutamente prescindible.

Proponemos a la apurada camarera una solución salomónica y esta no es sino poner un evento en cada tele del local para que así nadie discuta. Pero la solución es técnicamente complicada de ejecutar al ser los dos acontecimientos codificados y no emitirse ninguno en abierto. Consulta con el jefe vía telefónica, ahora nos dice algo. Mientras en el bar hacemos recuento de los parroquianos para ver cómo gestionar la posible discusión.

Pero de hecho la posible discusión es inviable. Aparte de las doce personas integrantes del equipo de rugby que ha tenido que huir de la comarca por motivos ajenos a su voluntad nos encontramos la pareja de inadaptados seres a los que tras ser cuestionados sobre si estábamos viendo el rugby por hacer hora e íbamos a ver el fútbol, respondemos: "¡el rugby, la duda ofende, estamos viendo el rugby!".

Y nadie más. Catorce personas viendo un partido de rugby, consumiendo cerveza a un nivel bastante elegante, y nadie más. La apuradísima camarera nos comenta que lo de poner los dos eventos a la vez no puede ser, que en todo caso nos deja ver el rugby hasta que comience el fútbol y entonces... pues entonces si llega alguien pidiendo el fútbol lo quita y punto.

Entonces, es entonces cuando el señor argentino ataviado con la albiceleste se enerva (de muy buenas maneras eso sí) "che, o nos ponés el rugby (pronúnciese "ragby") todo entero o nos marchamos". Los demás intentamos hacer ver a la camarera por la vía diplomática que de momento tiene catorce clientes consumiendo bastante bien y que se expone a vaciar el bar. Y que en cualquier caso la segunda parte del fútbol la tendrá libre para ponerla sin que se solape con el rugby.

La apuradísima y obedientísma camarera no se mueve un ápice de las directrices establecidas por su jefe y da como límite para ver rugby en ese bar las 18:15 h. Las chicas y chicos del equipo de rugby que ha tenido que escapar de la comarca ante la falta de apoyo se marchan a otro lugar a intentar mendigar por cuarenta minutos de semifinal mundialista. Los dos inadaptados seres que llevamos desde el principio de partido nos quedamos a rumiar la particular derrota que ya se ve venir.

Comienza la segunda parte del Argentina-Australia y al bar vacío salvo por nuestra presencia llega un abuelete y se clava en la barra tras pedir un zurito. Mira al televisor, pone cara rara, qué cojones es esto, consulta el reloj. Llama a la solícita camarera, pide explicaciones. Se queda más tranquilo cuando le dicen que quedan diez minutos para que comience el partido de la máxima entre Barça y Eibar. Su dosis semanal de fútbol nadie se la va a quitar.

Vamos pagando los tragos y vemos como en la tele cambia el escenario de la semifinal de un Mundial por el de una jornada corriente y moliente de liga. Nos despedimos de la camarera la cual ha hecho lo que le han mandado y nos vamos a dar una vuelta por el pueblo comentando lo sucedido. No es que sea culpa de la camarera, ni del jefe, ni mucho menos del abuelete. Es simplemente la sociedad en la que nos ha tocado vivir, qué le vamos a hacer.

Australia ganó el partido, los Pumas bregaron en la segunda parte pero Australia ganó. En la final, la cual algunos extraños seres vimos en un domicilio particular ante la imposibilidad de verla en un bar puesto que a la misma hora había fútbol, a los Wallabies les tocó el papel contrario y rozaron la machada en la segunda parte. Ante una Nueva Zelanda que finalmente ganó de manera aplaudida y merecida.




martes, 10 de noviembre de 2015

Poyet

Aparte de ser un antiguo jugador de fútbol uruguayo metido a entrenador famoso por jugar en el Real Zaragoza que ganó una Recopa resulta que Poyet es un antiguo asentamiento medieval situado entre Barbastro y Castillazuelo del que se conservan algunas ruinas y al cual se puede acceder por la recién estrenada Senda del Río Vero.


Hay otros caminos por los cuales se puede llegar a este singular paraje pero debido a la novedad que supone caminar por la senda y a que el domingo no tenía otra cosa mejor que hacer para allí que me fui. Además que siendo el domingo de la Behobia algo tenía que hacer. Este año no sé muy bien por qué se decidió no acudir a la cita con tan memorable carrera. Fueron surgiendo otros planes para el fin de semana que se fueron cayendo poco a poco e incluso a última hora surgió la oportunidad de acudir a una marcha cicloturista por la Hoya de Huesca. Ofrecimiento que decliné ya que no cogía la bici desde agosto.

No me equivoqué, el sábado marché a dar una vuelta con Pablo (y un rato con David) con la bici de ruedas gordas y hasta Selgua todo fue más o menos bien. El almuerzo no presentó dificultades de consideración pero la reanudación vino acompañado de molestias en el trasero. Mal que bien todavía salió una vuelta de unos 40 km pero después de la ducha y de comer se podía declarar como zona catastrófica donde la espalda pierde el nombre. Es lo que tiene no coger una bici en tres meses. Una vuelta más larga con mayor desnivel que el que ofrece una simple vuelta a Selgua no sé que hubiera podido hacer o si hubiera podido conducir el coche de vuelta a casa.

Así es que el domingo pronto por la mañana y con el trasero recuperado quería salir a caminar. Viendo en el facebook (que alguna vez sirve para algo) que el día anterior algún amigo había ido al Poyet y había colgado fotos fui a wikiloc a buscar el track y... ¡bingo!, ahí estaba. Descarga al móvil, desayunar, calzarse las zapatillas y a caminar.


Nada más descender desde el Puente de Hierro a la ribera del río causa impresión por el paisaje que se ofrece a la vista. Según se avanzan metros la cosa se pone cada vez mejor y uno no puede por más que ir embobado muchos tramos. Muchísima vegetación, hojas cayendo de los árboles y el continuo rumor del río acompañando. A la senda todavía le falta desbroce y un marcado más adecuado pero de momento es lo que hay y no se le puede pedir más a los artífices de esta joya que como Luis Trailmaker trabajan de manera desinteresada para que podamos disfrutarla.

Recuerdo este año al terminar la Treparriscos que nos encontramos en la feria del corredor. Los dos estábamos eufóricos por haber terminado la marcha, él en su caso la Quebrantahuesos, y al menos en mi caso por unas cuantas cervezas que habían caído al cuerpo. Comenzó a explicar cómo iban a dinamizar la senda del río y que querían que llegara hasta Alquézar. Que había tramos preciosos y que incluso había pasos subterráneos. Que estaban desbrozando y empalmando diferentes sendas y caminos para crear toda una ruta de 20 kilómetros.


¿Pero qué me estás contando, Luis? - he de confesar que en aquel momento no sabía muy bien si el cansancio y las cervezas me estaban jugando una mala pasada - Que sí, que sí- respondía Luis todo ufano - ya lo veréis muy pronto cuando esté arreglado, es precioso. Y no se equivocaba. Incluso lo del paso subterráneo es cierto y no voy a desvelar su paradero para que si alguien se aventura por la senda se sorprenda como cualquiera que pase por allí la primera vez.


Transcurrido como un kilómetro oigo algún perro y disparos y pese a que el camino está alfombrado por las hojas caídas de los árboles en algunos tramos surge el barro y está un poco resbaladizo. Justo cuando empiezo a tener alguna duda sobre si proseguir o no aparecen de frente dos de los CaminaCorre. Gurú y Sullivan, esto es, mi hermano Jose y Jorge. Después de la sorpresa y de quedar otro día para hacer la ruta juntos me indican que no hay de qué preocuparse, que el barro afloja y que los cazadores están en la margen izquierda del río y nosotros siempre vamos por la diestra del Vero. Que en la margen derecha tienen prohibido cazar. Pues adelante. Nos despedimos, ellos enfilan hacia el Puente de Hierro y yo hacia la Virgen del Plano.


Asciendo las míticas escaleras con los rótulos de diversos comercios locales de hace muchos años y tras pasar por la desvencijada ermita y el puente colgante del que sólo quedan las pilonas del que cuelga algún cable y algún madero, la senda vuelve a bajar a buscar el río. Entre toboganes y pequeños subebajas el camino va avanzando pegado al curso del Vero. En determinadas ocasiones el camino se topa con algún recodo del río difícil de salvar o muy estrecho así es que se asciende unos metros por medio de escalones tallados en la tierra y asentados con tablones y se sale a alguna huerta o a alguna faja. 

Se avanza unos metros por esas zonas "altas" a unos diez metros sobre el río y se vuelve a descender por otros escaleras o algún zigzag a nivel del Vero. A ratos me pierdo, otros voy haciendo fotos y otros me paro a charrar con algún conocido ciclista que va haciendo la ruta en sentido contrario. Tras unos tres kilómetros desde el puente de Hierro se alcanzan unas viñas previo ascenso y hay que despegarse del río.


Se llanea un rato para luego ascender hasta el enclave de Poyet. Allí descubro más gente que ha venido a descubrir la senda. Unos saludos, unas fotos, una lectura del panel informativo y una barrita para el cuerpo y media vuelta por donde he venido. Y a pesar de volver por el mismo camino, más fotos de los parajes al mismo tiempo que me cruzo con varias familias que han venido a pasear a la vera del río. 


Pequeña capuceta en uno de los barrizales por ir con el teléfono en la mano y perder el equilibrio sin poder sujetarme a una rama como es debido, con buena embarrada para llegar a casa. Y después de dos horas y pico de caminar chino chano y charradas varias, llegada al Puente de Hierro. Caminata muy tranquila y entretenida.

A poco que las instituciones apoyen este proyecto, saca muy buena pinta. Porque dicen que según se avanza por Pozán, Huerta, el puente de Colungo y Alquézar la senda es espectacular. La primera parte hasta Poyet ya está en marcha, ahora se trata de no dejar morir este camino y que cada día esté mejor acondicionado. ¿Y saben ustedes cómo permanece vivo un camino, no? Usándolo, así que a pasear por el Vero que de verdad merece mucho la pena.




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