martes, 22 de noviembre de 2016

Un día bien aprovechado: Crepes, vacas, boulangeries, geles, balnearios y churrascos


Ahora que estamos inmersos en lo más cruento del maravilloso undécimo mes del año, es decir, en la más absoluta mierda, es buen momento de rescatar una de esas vueltas en bicicleta realizadas el pasado verano, cuando los días son eternos y gozosos. Cuando valen más del doble que estas oscuras jornadas en las que "trabajar de sol a sol" no es una exageración sino una verdad como un templo. La crónica lleva escrita unas semanas pero estaba esperando estar metidos de lleno en este valle de lágrimas conocido como Noviembre para que la comparación sea mejor.

Etapa ligera por tierras del Midi Pyrinees mano a mano con Jesús. Saliendo del aparcamiento de Balnea en la localidad de Genos-Loudenvielle ponemos rumbo a la localidad de Arreau a eso de las 9 de la mañana. Desde la salida del túnel de Bielsa el tiempo ha oscilado entre una neblina no muy densa a un cielo encapotado que si bien no amenaza lluvia deja caer algunas gotas debido a la condensación. Así es que vamos tapados con todo lo que hemos traído para la parte de arriba.

Propuesta al Tour de Francia. Circuito al que dar tres vueltas para un total de 240 km recorridos con 6 señoras ascensiones plagadas de público enfervorecido por disfrutar durante más de siete horas de la carrera (y la caravana)
Antes de llegar a Arreau por terreno ligeramente descendente ya nos hemos cruzado con un buen número de cicloturistas muchos de ellos de avanzada edad y en la base del Aspin coincidimos con una pareja de ingleses en BTT con los que nos iremos rebasando varias veces a lo largo de la subida. Conforme ascendemos la niebla se cierra cada vez más privándonos de las vistas aunque protegiéndonos del sol. Al menos nos quedan las pintadas de la carretera y vamos repasando nombres y procedencias de los ciclistas que allí aparecen.

Sagan, Pierroooo (Rolland), Thibaut (Pinot), Romain (Bardet), Izagirre (Ion & Gorka), Holst Enger
-¿Quién es ese? 
-Noruego del IAM. 
-¿De dónde? ¿de Liam, dónde está eso? 
-No, noruego pero no de Liam sino del equipo I-A-EME. 
-Ah, del IAEME... qué huevos ponerle a un equipo ciclista el acrónimo de Infarto Agudo de Miocardio. 
-Pues sí. 
Bonita conversación mantenida en rampas del 8,5% envueltos por la niebla a eso de las diez y pico de un veintitantos de julio.

Para cuando vienen las pintadas (que no se han movido) de Lotto Jumbo y Wilco / Wilco / Wilco que se podían ver el año pasado ya he bajado un puntito la velocidad y hemos dejado que el inglés nos rebase por última vez. Por mi parte no pienso forzar más ya que he recordado que más tarde hay una cita con nuestro amigo Val Louron y más vale ser previsores. Aparecemos arriba en la cima donde solamente hay espesa niebla y no ha subido el del carretón de las cervezas y los helados. No importa, otra vez será. En los últimos años este puerto ha sido visitado de todas las formas posibles así es que ¿por qué el año que viene no vamos a volver?. Nos hacemos la foto de rigor gracias al señor inglés que ha llegado un minuto antes y tras abrigarnos nos lanzamos a descender la otra cara.


Madre qué pose. Uno que parece un jotero y el otro que parece aún más deslomado de lo que está
A pesar de las curvas y de algún coche que me pisa los talones me lo paso bien. El firme está en perfectas condiciones, van subiendo infinidad de abueletes chino chano en bicicleta y bajar así es un gozo. Y no tengo ninguna prisa. Abajo en el cruce de Payolle espera Jesús y nos metemos en el primer establecimiento en el que leemos entre sus especialidades la palabra CREPES.



Persiste la niebla y aunque no hace frío tampoco hace mucho calor. Así es que aunque no soy cafetero el tiempo anima a echarse uno con leche. Y además de eso dos buenas crepes con nutella por cabeza. Así ya se puede subir la Horqueta. La Hourquette d'Ancizan es un puerto que he tenido en la cabeza desde el año pasado cuando al volver del Tourmalet cruzamos en coche por allí. Me pareció uno de los puertos más bonitos por el que jamás hubiera pasado y quería pedalearlo sí o sí. La pena fue que la niebla nos privó de la mitad del espectáculo que se escondía tras ella pero aún así fue un puerto mucho más divertido que el Aspin.

Aquí hay muuuuchas vacas
Multitud de vacas tumbadas nos recibieron en las primeras rampas y de esa manera seguimos viendo más de estos tranquilos animales acompañados de algún mugido que parecía provenir de lo que es una vaca con badajo. Y no me refiero al cencerro que cuelga de su cuello. Conforme se fue disipando la niebla las vacas fueron apareciendo en mitad de la carretera junto a caballos y burros, ya que tras pasar por el bosquecillo de las primeras rampas luego se transita por verdes laderas, que permanecieron ocultas en parte, y que se encuentran plagadas de cabezas de ganado. En ese aspecto me parece un puerto insuperable. 


En el descansillo con bajada que hay antes del último arreón final un caballo bien pincho nos viene a saludar y Jesús se pasa un buen rato acariciando el hocico del simpático animal mientras un burro acostado en la margen contempla la escena entre cabezada y cabezada. Con la misma capacidad para coger el sueño profundo y despertar súbitamente que un octogenario el burro tan pronto tiembla de la soñera que tiene como contempla estupefacto a dos gachos en bici haciéndole gracietas a un caballo. Levanta la cabeza, nos observa y vuelve a caer en un plácido sueño. Más abajo un burrete más pequeño y despierto también sale a saludar. Es un puerto bien agradecido. Lo de parar ahí en medio no es demasiado problema. Tráfico de coches no hay demasiado y algún cicloturista que aparece es eso, cicloTURISTA, así es que al tener que echar mano al freno para esquivarnos no sale maldiciendo.



Tras ese descanso vienen unas rampas un poco durillas antes de la cima pero que se pasan sin mayor dificultad. Se intuye el sol al otro lado del puerto. Arriba comemos algo de secallona y nos hacemos las fotos gracias a un espigado gerifalte centroeuropeo de rendimiento francamente positivo que sube con una rubicunda zagala de prestaciones aún más sorprendentes que se dedica a hacer series en la última rampa mientras su compañero saca fotos y charra con nosotros. Están locos estos holandeses.




Iniciamos el descenso por la otra vertiente y enseguida sale el sol. Si la cara que hemos subido es de pendientes moderadas la que bajamos es empinada y por algunos tramos llena de gravilla. Auténticas bañeras de grava. Abajo en la fuente duelen las manos de apretar los frenos pero aparte de eso se trata de un descenso tranquilo por una carretera muy poco transitada. Ya en el llano, al pasar por delante de la panadería de nuestra amiga de Guchen gritamos para saludarla. Con Jesús guardamos un gratísimo recuerdo del día en que nos dio con la puerta en las narices cinco minutos antes de que el horario comercial del establecimiento tocara a su fin. Es por ello que la tenemos en un altar y le dedicamos siempre que pasamos por delante los más bellos piropos así como expresamos todo tipo de parabienes con nuestros mejores deseos. Cómo la queremos. El escudo de la noble villa de Guchen representa dos robles plantados ante una cruz. Por encima de los robles una rama de muérdago es flanqueada por dos flores de lis. Sin ningún género de dudas los dos robles somos los dos alcornoques que aporreábamos la puerta de la simpática panadera de Guchen para que nos sirviera una de sus delicatesen. En concreto dos pasteles de frutos del bosque representados por las flores de lis. La cruz representa la puerta del establecimiento, el memorable no podéis pasar que nos hizo la muy ladina que se encontraba en esos momentos contando con total avaricia e impudicia la recaudación del día con todos los dineros esparcidos por el mostrador. Y el muérdago representa a nuestra querida amiga, esto es así. Bajo el muérdago se besan los enamorados y un beso de verdadero amor que hubiéramos lanzado al viento hubiera aflojado el corazón de esa bella damisela abriendo las puertas de su establecimiento para que disfrutáramos de sus delicias. Incorrecto. Realmente el muérdago, cuyo aceite se utilizaba en la edad media para espantar a los lobos, representa la rabia e inquina con la que esa mujer de intachable moral nos impidió entrar a su establecimiento. Y hasta aquí la lección de heráldica de andar por casa y la explicación de nuestro imperecedero amor por esa bella dama.




Después de llanear unos diez kilómetros hacemos un alto en el camino en la villa de Saint-Lary a reponer fuerzas en la boulangerie. Por una vez no es muy buena idea o hacemos una mala elección ya que la especie de empanada que nos atizamos no nos sienta muy bien. La empanada, el sol y las rampas de Val Louron van a ser una combinación espectacular. Así es que a eso de las dos de la tarde (sí, las dos, nótese el ritmo caribeño de la etapa; si los dos estábamos de vacaciones para qué íbamos a ir más deprisa, ¿para hacer una entrada épica en la blog acerca de cómo nos ardían los gemelos pedaleando desbocados? pues no, se equivocan de blog) con toda la solanera pegando en el perolo iniciamos el ascenso de la última dificultad del día. 



El inicio de Val Louron es traicionero, entre zonas sombreadas de escasa pendiente se va divisando al otro lado del valle la estación de Soulan. Una curva por aquí, una revuelta por allá, montañitas y arbolitos por doquier.Qué bonito todo. Es en ese preciso instante en el que recuerdas las anteriores veces que has pasado por este puerto con el coche que no todo el monte era orégano y el paisaje se empieza a despejar para que el sol y las rampas comiencen a ajusticiar.


El fin de las sombras y principio del mismísmo Infierno
Al pasar por Azet pueblo cada uno ya por su cuenta tan sólo recuerdo que vi la casa de la abuela que alquilaba la era para aparcar el día del Tour de Francia. Que por un momento pensé en parar a saludar y ya de paso pedirle que me dejara echar la siesta y me trajera agua hasta que dejara el grifo seco. En serio, llegué a valorarlo de la repentina flojera que me entró y saber, porque a veces en la ignorancia se vive mejor, y saber la tralla que quedaba por delante. Cuando reparé en el lamentable aspecto que presentaba todo sudado y lleno de churretones de crema solar decidí ahorrar tamaño espectáculo a la señora y continuar hasta la fuente del pueblo previo paso por sus intrincadas calles con rampas que bien pueden tener más del quince por ciento. Como un saco de estiércol deposité mis posaderas en el bordillo de la fuente mientras bebía y tiraba bidones de agua por encima de la cabeza. Tras recobrar, en parte, la compostura decidí continuar.

Los calambres no son un buen aliado en las rampas de más del ocho por ciento que se perpetúan sin descanso. Es por eso que tras más de dos años sin hacer uso de este noble arte decido hacer un poco de camina-pedalea y tras echar pie a tierra, tomarme un gel que en el envoltorio pone que sabe a cocacola pero que en realidad sabe a mierda pura mezclada con whisky Capitán Guinder, ese magnífico digestivo que se podía adquirir en sus hipermercados de confianza. Más que un gel sabor cola parece que esté lamiendo un vaso de litro de cubata de aquellos que costaban quinientas pesetas en los tugurios más infectos de la época estudiantil. Poner en el envoltorio Gel sabor colonia S3 sería bastante más acertado. Menudo asco. Decido caminar porque entre el sol, la empanada, las rampas y el mal sabor que deja ese gel de mierda pedalear en esa caverna de dolor es demasiado.

Camino y pedaleo y vuelvo a caminar. Llevo las piernas como tablones. Ni épica ni leches, cuando llevas treinta kilómetros acumulados de puertos sin haber cogido la bici en un mes pasan estas cosas. Paro muchas veces, en el paso canadiense aprovecho la ligera bajada para montar otra vez la bici pero lo que resta es de aúpa. En el último kilómetro paro tres veces más y al final viendo ya a Jesús tirado a la bartola bajo el cartel de la cima hago de tripas corazón y llego pedaleando al cartel. Nos saca la foto un señor francés que está allá arriba a esa horas con toda la prole tentando la insolación infantil. El nene lleva una camiseta del Madrid, teniendo la Toulousain en rugby o el Metz en fútbol hace falta ser matraco para comprarle al crío una camiseta de CR7...



Tras recobrar el aliento nos vamos cara abajo contemplando los parapentes que sobrevuelan el lago de Loudenvielle. Este lago artificial creado en 1975 tiene una extensión de 32 hectáreas y se puede rodear completamente paseando. En la orilla más cercana a Genos hay un curioso yacimiento de pizarra del que seguramente sacan el material para construir la cubierta de los tejados del lugar. Desde allí, mirando al sur, se pueden ver las montañas que se alzan a modo de guardas del otro lado del Muro destacando el macizo del Hourgade. Junto a los pizarrales se encuentra la torre del castillo de Genos (o lo que queda de él). Al parecer se construyó entre los siglos IX y X para contener los ataques de los sarracenos que campaban al otro lado de los Pirineos por aquel entonces. Es un descenso chulo con la panorámica del lago, la estación de esquí y las numerosas curvas que no plantean problema si se va con precaución. Abajo en Loudenvielle aguarda el coche y lo más importante... Balnea.


Y aquí las puertas del Paraíso
Casi dos horitas metidos a remojo en las piscinas de este pequeño aunque acogedor balneario. Se goza más en invierno con todo nevado alrededor pero tras una etapita de 80 km subiendo y bajando puertos es un fin de fiesta también muy recomendable. Tras evaluar las propiedades del frigidarium, los baños japoneses y la cápsula musical de los baños amerindios hacemos aprecio a la feria de productos alimenticios instalada en Genos.

Una tendera muy salada nos da de probar de todos los salchichones y quesos habidos y por haber hasta que mercamos salchichón de jabalí, de setas y de Bambi. A pesar de hablar muy bien el castellano (ella, nosotros así asá) no acierta a encontrar la palabra para el bicho del que está hecho ese salchichón y tras que su compañera simule unos cuernos sobre la cabeza y empiecen a desfilar todos los animales caprinos y cérvidos sin suerte no se le ocurre ya más que decir que el salchichón está hecho de Bambi. Pero de Bambi "hombre" no de Bambi "niño". Pues será de ciervo adulto... aunque podría ser salchichón de buco. A saber.

De ahí marchamos al Carrefour de Saint-Lary a seguir la etapa. Cerveza Leffe, sidras de todos los colores, foie, más queso, sardinas con nosequé potingue. Tras otra buena mercada ponemos rumbo a España. ¿A casa? Todavía no.


En Parzán, en lo de Vidallé, hay que parar a cenar. No es que sea obligación pero como prisa no tenemos y tarde no es... Por un muy módico precio nos arreamos una hamburguesa, perdón una HAMBURGUESA con bien de todo y un plato de churrasco que es de las tres o cuatro cosas más bonitas que hemos visto este verano. Qué primor y qué bien puesto estaba todo. Tras un café y un poco más de charrada y cuando consideramos que ya hemos exprimido bien el día decidimos bajar al llano para llegar a casa pasadas las diez de la noche. Un día bien aprovechado. Sufrido, un poco, sobre todo por el mal sabor de ese gel que sabía a rayos, lo demás perfecto. Qué bien se está(ba) de vacaciones... 


El lago de Loudenvielle y el macizo del Hourgade al fondo este pasado invierno

El pizarral anexo al lago

Vistas en mitad de la bajada de la Hourquette

Australopitecus tuercepedalensis

El último arreón en la cima de Val Louron

El burrico de la Hourquette

Vacas

El jabalí de San Caprasio

Val Louron vertiente Azet

Val Louron vertiente Loudenvielle

Churrasco estilo Parzán

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas relacionadas

Entradas relacionadas