martes, 24 de enero de 2017

¿La blog está abandonada? todavía no

Esta blog comienza a presentar unos preocupantes síntomas de abandono. De siempre tuvo bajones estacionarios achacados al calor del verano pero de un tiempo a esta parte el bajón de publicación se ha hecho perpetuo. Sin embargo, y a pesar de que en algún momento habrá que cerrar el tenderete, todavía me resisto a dar carpetazo a este engendro.

Si nos atenemos al origen de esta distracción su objetivo era ni más ni menos que narrar las peripecias de un matao, el menda, que se adentraba en las procelosas aguas (el adjetivo "proceloso/a" ¿se usa con algún otro sustantivo?) de las marchas cicloturistas y las carreretas en general renegando de la incipiente corriente que se podría denominar como "macho-alfismo" según la cual desde hace como una década a todo cristo le ha entrado la vena competitiva, no tiene ni puta idea de dónde está su límite y planifica sus pedaladas y sus entrenamientos de running como en la puñetera vida se había hecho. Aquí se apelaba a salir a disfrutar, por sensaciones, y sobre todo a aprovechar el deporte para tener la excusa perfecta de lifarear. Correr y pedalear para hacer hambre. Porque con los treinta ya cumplidos nadie se convierte en atleta olímpico y el deporte tiene que ser para disfrutar. Y para compaginarlo con otras facetas de la vida.

Y la cosa es que a la espera de que llegue la primavera con sus marchas cicloturistas y cabalgadas tragicómicas en esas mañanas de sábado en las que se sabe cuando se sale pero no cuando ni cómo se llega a casa, el invierno transcurre envuelto en una fría rutina. Y no hay mucho que contar. Madrugar, trabajar, ir al gimnasio y leer antes de ir a dormir para volver a empezar. Este otoño-invierno se ha terminado el correr, el salir con la BTT a pelarse de frío las mañanas de sábado y el ver series de TV una detrás de otra. Y esto se ha debido a una serie de factores.

No más correr: a ver, técnicamente y haciendo caso a mi hermano Jose, yo no he corrido en mi puñetera vida. Mis logros como atleta durante mi infancia ya han sido relatados en más de una ocasión y distan mucho de lo que se podría denominar como mediocres aparte de que se me daba mejor lanzar o saltar a correr. Y de mayor no hice sino hacerme fuerte en esa posición. El año pasado ya no me apunté a ninguna carrera sobre asfalto porque me supone una tortura y una vez asumido que mi marca de media maratón será para los restos la que es (y que está por encima de las 2 horas) lo de hacer tiradas hacia la Boquera o las vueltas de rigor al pueblo empiezan a costar. Empecé el otoño con algo de ánimo y haciendo uso del dopaje tecnológico que supone pertrecharse de unos auriculares para ir escuchando música mientras corría conseguí salir durante cosa de mes y medio por las tardes entre semana a dar vueltas al pueblo. En cuanto las tardes comenzaron a hacerse más y más cortas ni la música fue capaz de darme ánimos para continuar con esa rutina que no sabía a donde me llevaba. Seguramente me apuntaré otra vez más a la trail de Guara pero para mí eso no es correr y además todavía queda mucho para entonces. Así es que pasé al plan B: ir a espinin.

Ir a espinin: sí, espinin del término anglosajón "spinning". Desconozco si el término está aceptado por la RAE pero esta es mi blog y escribo como me sale de ahí. Lo cierto es que yo soy un ser bastante primario y de fobias y filias muy enraizadas muchas de las cuales se asientan en mi psique sin motivo alguno. Mi fobia a los gimnasios puede que estuviera al mismo nivel que la fobia que siento hacia el club de fútbol que perpetra en la avenida Diagonal de la ciudad condal pero sin embargo no se sustentaba en fundamento alguno. No obstante, a pesar de ser así de primario a veces (pero sólo a veces) puedo dar cierta oportunidad a que me rebatan con sólidos argumentos, más sólidos que los que yo esgrimo para mantenerme en mis trece, de que puedo estar equivocado. Y a finales de octubre me invitaron a asistir a una clase de espinin para que me cerciorase de que estaba inmerso en el más absoluto de los errores al desprestigiar esa actividad. Los primeros diez minutos de clase no sólo no me hicieron cambiar de parecer sino que todavía me aferré con más fuerza a que esa actividad demoniaca estaba sacada de alguna mente enferma empeñada en hacer sufrir a la gente porque sí. Y de hecho años atrás pasados esos diez minutos y pensando que qué cojones hacía allí me hubiera levantado y hubiera marchado sin decir ni mu para no volver. Pero la edad aparte de quitar muchas cosas por lo menos nos da paciencia y tras penar durante esos diez minutos hasta que la maquinaria se puso a punto disfruté como un enano. Así es que al día siguiente me apunté para ir a piñón día sí y día también. El gimnasio no es un sitio tan malo como pensaba ni de lejos, se está muy calentito mientras se hace ejercicio, es un punto de encuentro para estar con amigos con los que jamás podría soñar en arrastrarlos a correr por calles oscuras del pueblo en las frías noches de noviembre y siempre hay alguien con quien entablar una reconfortante charrada. De modo que, de momento, lo de correr e ir en bici está un poquito en pausa. Y como todas las noches llego a casa con el tiempo justo para cenar y leer un poquito antes de dormir lo de ver series se ha terminado. Lo cual nos lleva al siguiente punto: leer.

Algún día igual explico cómo es una sesión de espinin. Pero vamos, alguna es como subir el puerto de Torreciudad haciendo flexiones sobre el manillar o ir a todo trapo por la carretera de las bodegas esprintando cada dos minutos. Que si lo tuvieras que hacer tú solo lo mandarías a escaparrar pero como te ponen musiqueta y hay más gente pues eso, que está muy bien

Leer: bueno, es verdad, alguien se puede estar preguntando "pero este canalla nos mete el rollo del espinin entre semana y todo eso ¿pero por qué no sale los fines de semana a pedalear y lifarear?". Pues muy sencillo, porque hace frío. Sí, me he vuelto un señorito. Se acabó lo de pasar frío. Si no lo has probado nunca eso de pedalear en pleno diciembre a las ocho de la tarde sudando como un cerdo mientras en la calle pasan pingüinos envueltos en la niebla pues tira que te va. Los sábados por la mañana te sigues forrando como una cebolla y sales a penar por esos caminos de Dios o por la carretera entre bancos de niebla jugandote el tipo. Pero cuando lo has probado... pues ya no. De momento no. Que alguna salida va cayendo, también. Aunque ya no es el furor de antaño. Pero a lo que íbamos, lo de leer. Lo de las series está muy bien... si la serie en cuestión es buena. Un libro por malo que sea siempre dejará un poso pero la serie no. Y después de empezar muy bien en septiembre el nivel de mis elecciones fue cayendo en picado así es que decidí, también por una cuestión de tiempo, pasar al noble arte de la lectura. Entre biografías de ciclistas en las que explican los trapos sucios de la profesión con una honestidad brutal e invasiones de vampiros y nazis a escala mundial solventadas por prestamistas judíos, exterminadores de plagas y pandilleros mexicanos, voy pasando el duro y frío invierno.

Así es que de momento la blog va a seguir ofreciendo contenidos al gusto del consumidor y por encargo. Como no hay mucho que explicar me deberé a mis escasos aunque fieles y queridos lectores. Así que sugieran y (a lo mejor) les será concedido. Este fin de semana ya hubo la primera propuesta y no es otra que las peripecias de este verano por tierras bálticas y que se habían quedado en el tintero, más bien en el borrador de la blog, y que serán explicadas en próximas entregas. Seguramente no sean de mucha utilidad como todo lo que se ofrece en esta blog pero pienso que el mundo debe conocer que en Vilna se puede bailar salsa en un garito llamado casa Cuba y que en Riga es peligroso pedir las consumiciones de tamaño grande. De los esperpentos acaecidos en Tallin mejor guardar la sorpresa. De momento les dejo con una selección de los libros que he ido devorando estos meses, alguno se puede prestar.

Intriga en lo más profundo de la montaña oscense. Los intentos de un desesperado pueblo por sobrevivir a las embestidas mafiosas del alcalde del pueblo vecino que intenta por todos los medios medrar a cualquier precio. Aunque la cuestión fundamental de la novela es el comportamiento del Maciello y el Tión ante ese ser al que adora y teme a partes iguales porque su comportamiento le resulta inexcrutable por más horas que pase intentando desentrañar: la Mujer. El capítulo de los tiones en la discoteca es de lo más descojonante que he leído en mucho tiempo porque está narrado de manera impecable y es así como, por desgracia, funciona la mente de un maciello.

Paul Kimmage, un irlandés que quiso seguir los pasos de sus ídolos y terminó desencantado. Habla sin pudor del dopaje en el ciclismo lo que le valió convertirse en apestado para unos y gurú para otros. Es ácido y directo y pega duro en las costillas y en el hígado a todos esos sinvergüenzas que estuvieron a punto de cargarse este deporte hace unos años.
Los libros de la biblioteca se dividen entre los gastados pero que la gente trata con respeto (la mayoría), los inmaculados porque nadie los coge y que dan una idea de lo que nos pueden deparar y los que están destrozados, reparados con celo y llenos de manchas de diversas excrecencias, goterones y/o manchas de chorizo. También nos dan una idea de que su lectura es adictiva y es el caso de la trilogía de la Oscuridad del maestro Del Toro. No esperen literatura de alta escuela pero mezclar vampiros nazis con enmascarados de lucha libre mexicana que se dedican a rebanar a los vampiros con espadas de filo de plata para mí es sencillamente acojonante. Sumergirse en la lectura de semejante frikada no se paga con dinero.

Charles Wegelius, ciclista de la década del 2000 y que hasta la lectura del libro no situaba nada bien. Es uno más de esos ciclistas anónimos que sacrifican todo. Su juventud, su familia y sus amigos para poder formar parte de ese circo del que los aficionados sólo vemos la parte bonita. Y del que él se encarga de describir por dentro con toda crudeza. No es oro todo lo que reluce e incluso el deporte más bonito del mundo se acaba convirtiendo ante sus ojos en algo muy ingrato. O como él dice, ningún puto cuento de hadas. Tiene unas interesantes conclusiones que deberían ser pensadas por meros aficionados que dedican todo su tiempo libre al deporte dejando a un lado todo lo demás. Porque si un profesional que percibió buenas cantidades de dinero y el aprecio de la afición por el trabajo que realizaba acabó hastiado... ¿De verdad vale la pena, la vida no son más cosas?

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