miércoles, 29 de abril de 2015

Gastro Trail Madrid 2015

El pasado puente de San Jorge fue aprovechado para viajar a la capital del Imperio y realizar una primera toma de contacto con los duros entrenamientos que tienen que venir de cara a los retos del próximo otoño. Inmerso en plena temporada pedalística esta escapada tuvo como objetivo dos tareas fundamentales: caminar y comer como si no hubiera un mañana.


La primera jornada deparó una memorable pateada por las zonas de Sol y La Latina con avituallamiento líquido y sólido en establecimientos tan variopintos como el 100 Montaditos, las Mancheguillas, el Madroño, el Mercado de San Miguel, casa Antonio, casa Parrondo, un garito de cuyo nombre no soy capaz de acordarme pero que con cada caña jodían de tapa unos platos de paella para un regimiento, la casa de las Navajas, un bar en la plaza Mayor que te levantaba en el aire al pagar y la Extremeña. 

A la mencionada paella, hay que añadir pincho de tortilla, montadito de lacón y carne desmechada, ración de albóndigas y rabo de toro, mini cachopos, tortilla rellena, callos, ración de navajas y de oreja. Múltiple avituallamiento líquido en forma de cañas, sidra y mojito de sidra y geles en forma de chocokebab y helado de turrón (o alguna marranada similar).


Distancia total caminada en la primera jornada: 7 km.


La segunda jornada del Gastro Trail discurrió por los sectores de Sol, Callao, Gran Vía, Palacio Real, Templo de Debod y Malasaña. Con múltiples idas y venidas e intersecciones entre los diversos sectores. Ingesta de calorías en Chocolatería Valor, el Doce, el Nomeolvides, La Panza es primero (mención especial a este impresionante restaurante mexicano y sus fantásticas camareras), un garito de música rock cuyo nombre no recuerdo, y el ecléctico Ay la Pepa al que aún no sé cómo cojones llegamos.




Dosis de chocolate con porras, montado de lomo y queso, entraña y vacio con patatas, crepe de dulce de leche, tacos mexicanos, helado de mango con tequila. Avituallamiento líquido a base de cerveza, tequila y ginebra. Checkpoints de descanso en Palacio Real y sala de armas de Felipe II & family y en teatro Lope de Vega con función estelar del Rey León.


Distancia total de la segunda jornada: 14 km.


En la tercera jornada el evento se aproximó a los sectores de Sol, Callao, el Prado, la Latina, el Rastro, Palacio Real, Gran Vía, Sol y la Latina en un nuevo tour lleno de vueltas acrobáticas e inconexas. Avituallamiento sólido a cargo de Chocolatería San Ginés, casa Antonio, el Doce, KuboKing, un garito vasco que servía hamburguesas, La Pascuala y Independance.


Con fartallada de chocolate con churros, minicachopos con pimientos de padrón y patatas, alitas de pollo, nachos con queso, tortilla de bacalao y hamburguesa. Hidratación a cargo de sidra asturiana, licor de orujo, cerveza, sidra vasca, pacharán y ginebra. Áreas de esparcimiento habilitada en el Museo del Prado con la visión de la maravillosa expresividad y volumen de los cuadros de Velázquez, los terrores de Goya, la grandilocuencia y color de El Greco y el hijoputismo ilustrado, mitad Monty Phyton Flying Circus mitad Historias para no dormir, del Bosco, Brueghel y Patinir.


Distancia total de la tercera jornada: 11 km.


En la cuarta y última jornada de la Gastro Trail, nueva visita a Chocolatería Valor y retreta final en restaurante cercano al Congreso de los Imputados. Chocolate con porras, pimientos del piquillo con calamares, entraña con guarnición y helado de galleta. Avituallamiento líquido extrañamente consistente tan sólo en agua tanto ingerida como precipitada sobre nuestras cabezas.


Avistamiento del otro gran evento deportivo del fin de semana en la capital del Imperio consistente en Maratón, Media y 10K en el que unos cuantos miles de valientes se batieron el cobre bajo un impertinente aguacero. Bravo por tod@s es@s valientes.

Distancia total de la cuarta jornada: 4 km.


Así pues, el Gastro Trail Madrid 2015 arroja unas cifras de escándalo:

36 km caminados, varios garitos asturianos arrasados, sidra y cerveza ingerida a cascoporro, altas dosis de azúcares asimiladas por el organismo, avistamiento de múltiples habitantes del Barranqué, extrañas conversaciones con hosteleros y mesoneras que serán relatadas en alguna otra ocasión, así como con simpáticos personajes de la noche madrileña que por azares de la vida también estaban relacionados con nuestra comarca y en suma un puente de San Jorge muy completo que se espera poder repetir de aquí a no mucho.


miércoles, 15 de abril de 2015

El Expreso de Turingia, el Rey de las Clásicas y el Sir que no lo es


Desde 1986 no ocurría semejante acontecimiento. El de un ciclista venciendo el mismo año tanto en Milán-Sanremo como en París-Roubaix, las dos clásicas ciclistas que probablemente estén por encima del resto por toda la magia que las envuelve. El héroe de 1986 fue Sean Kelly, el ciclista irlandés que corría con el equipo Kas y que es el ídolo de toda una generación.


A Sean Kelly le tocó hacer de bisagra entre la época de Indurain y la de Merckx con lo que eso supone. Le tocó batirse el cobre con Hinault, Lemond, Lejarreta, Perico, Fignon o Criquielion, que en paz descansen estos dos últimos valientes ya fallecidos, y como he dicho fue el ídolo de muchos zagales que crecieron en los 80. No fue el mejor de esa época ni mucho menos si nos referimos al palmarés de las grandes vueltas pero Kelly lo hacía todo bien. Esprintaba, ganaba clásicas, maillots de la regularidad y cumplía en las vueltas por etapas. Nueve clásicas monumento, siete París-Niza consecutivas y cuatro maillots verdes del Tour le contemplan. Incluso le ganó una Vuelta a España a Anselmo Fuerte.


El poster de Sean Kelly ataviado con el maillot de Kas colgaba en las habitaciones de muchas casas y el uso de la chapa con el rostro del irlandés estaba reservado a los mayores de la calle. Y es que el honor de disputar las etapas diseñadas con tiza sobre la acera en nombre de Kelly no era para cualquiera. En mi barrio crecimos unos cuantos pirados por las bicis y aunque casi todos eran de Perico, los raros éramos de Lejarreta, a alguno le tiraba Fignon y a otros nos tiraba Lemond, al final resultaba que todos admirábamos a Kelly.


Pues el domingo un mozo nacido el mismo año que cayó el Muro en la por entonces democrática república alemana de Turingia, John Degenkolb, alcanzó tamaña gesta y se coronó en el velódromo de Roubaix tras haber vencido en la clásica italiana el mes pasado. Se trata de un tipo de ciclista diferente a Kelly puesto que es mucho más sprinter y a no ser que sufra una exagerada transformación no está dotado para destacar en vueltas por etapas. Ganó una carrera extraña, en la que gran parte del pelotón se saltó un paso a nivel poniendo en riesgo su vida de manera absurda, sin que los comisarios tomasen cartas en el asunto expulsándolos de la prueba. 


Dando una imagen lamentable sobre todo a la gente menuda que viera la prueba. Todo no vale en el deporte y por extensión en la vida, si hay unas reglas son para cumplirlas, sobre todo cuando un tren de alta velocidad avanza por la vía y un gendarme te dice que esperes a que pase. Y en ciclismo, cuando la carrera se topa con un paso a nivel y la barrera está bajada, hay que parar. 

Entre los estúpidos que cometieron semejante algarada se encontraban el campeón de Francia, Demare, uno de los pupas del pelotón. Un tío que en el pasado Tour tuvo que meterse en la autocaravana de una familia que veía el paso de la carrera a hacer aguas mayores. Y que este año parece propenso a caídas e incidentes varios. La mala fortuna que le acompaña últimamente le debió impulsar a cruzar la primera barrera y empotrarse contra la siguiente, aunque al menos esquivó el tren en última instancia. Se le perdona.

Pero lo del supuesto Sir de la Corona Británica, Bradley Wiggins, no se perdona. Todo un campeón olímpico, ganador de Tour de Francia saltándose vilmente la barrera (en la foto, el moregón de negro que se ve en primer término). Señor Wiggins, usted es un Sir , no debiera hacer este tipo de cosas, su comportamiento es intolerable. Como buen caballero del Imperio Británico debería haberse apostado detrás de la barrera con toda la flema y gallardía que le hubiese sido posible reunir, aún a sabiendas de ver como su última carrera, como ciclista profesional escapaba por delante, para retomar el paso cuando el tren hubiera cruzado. Usted quebrantó el reglamento, dio un muy mal ejemplo. Usted, en definitiva, es un mierdas.

Para algunos la clásica quedó manchada por este feo incidente, no en vano el ganador también debió ser expulsado en base al reglamento, pero el caso es que el alemán ganó yendo de forma valiente a por la victoria, todo hay que decirlo, a falta de diez kilómetros. Se vio favorecido por el salto de barrera de los ferrocarriles galos pero se le perdona debido a sus declaraciones al término de la carrera.

El tiempo dirá si este mozo alemán llega a ser tan bueno como la leyenda irlandesa. No es tan completo pero parece tener el don de seleccionar muy bien sus victorias y no desgastarse en exceso en carreras de medio pelo. En cualquier caso nada más cruzar la meta, y he ahí el detalle, declaró estar muy contento por haber vencido en la carrera que siempre había soñado vencer. Que estaba muy contento por haber emulado a su ídolo, al gran Sean Kelly. Hizo trampas, sí, igual que cincuenta gachos más, pero al menos el mozo tiene buen gusto.





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