domingo, 17 de noviembre de 2013

Eskerrik asko, Behobia-San Sebastián 2013


Hace justo una semana en los momentos en que comienzo esta entrada estaba coronando el puerto de Gaintxurizketa en la Behobia-San Sebastián (B/SS).
A pesar de que en ese punto ya iba madurito y me quedaba más de una hora de recorrido en el que hubo tramos que se me hicieron muy duros, ahora mismo volvería. Hasta ahora, ha sido la mejor carrera en la que participado y de la que guardo un mejor recuerdo. 

Desde hace mucho tiempo había escuchado historias de esta mítica carrera y todo aquel que la había corrido resaltaba lo especial que resultaba participar. Bueno, siempre está el típico runner que considera que esta carrera no es buena para hacer marca y por eso le tiene tirria. Es un recorrido duro y exigente en el que más que las dos fuertes subidas que uno se encuentra en el km 7 y en el km 16, lo que te deja tocado son los toboganes que jalonan casi todos los kilómetros a lo largo de un total de 20. Por eso, no es una cita para ir a hacer marca sino para ir a disfrutar. Como dice mi hermano Agus, si vas a Behobia pensando sólo en la marca es que quizá no comprendes muy bien el sentido de la vida.

El viernes al salir del trabajo y sin tiempo ni para echar un bocado, subí al coche de Agus y familia rumbo a Guipúzcoa. Éramos los últimos en partir de la particular expedición que habíamos montado ya meses atrás y nos quedaban por delante más de cuatro horas de viaje hasta llegar a la casa rural donde esperaban Carlos, su cuñado Javi, mi hermano Jesús y sus respectivas familias. Después de cenar la ocasión invitaba a la sobremesa pero yo tras haberme levantado a las 6 de la mañana tan sólo soñaba con ir a dormir. A pesar de contar con una cama de matrimonio para mí solo me costó coger el sueño y es que a veces ocurre que cuesta dormir del propio cansancio. Y los nervios también empezaban a hacer de las suyas.

El sábado por la mañana por fin pudimos ver los alrededores de la casa, ya que el viernes al llegar siendo noche cerrada, no se sabía si estábamos en el monte o en medio de un polígono industrial. Lo cierto es que es agradable descorrer las cortinas y llevarse semejante sorpresa. Por un lado, montañetas verdes en las que rebaños de ovejas y algunas vacas estaban pastando y por el otro, la costa a la que se llegaba por una serpenteante carretera por la que tan pronto circulaban ciclistas, franceses haciendo carreras con Citröen 2 caballos o bueyes entrenando para las competiciones de arrastre de piedras. Los críos estaban encantados, los mayores, también.

Mi amigo Jose & family, que estaban alojados en otra casa rural muy cercana a la nuestra, pasaron a buscarnos y de allí nos fuimos todos al velódromo de Anoeta a recoger el dorsal de la carrera. Buena feria del corredor la que tienen allí montada, sin embargo quizá sea un recinto algo pequeño para la cantidad de inscritos y de gente que debíamos acudir allí. Las molestas colas (una para el dorsal, otra para la camiseta, otra para dejar la bolsa en consigna y otra para comprar el billete de tren) se hacen más llevaderas gracias a la amabilidad de las voluntarias y voluntarios. Además se va viendo a conocidos del pueblo que también vienen a correr, a Chema Martínez haciéndose fotos con la gente, las chicas de Adidas #mygirls e Isabel Macías... la espera se hace amena.

De Anoeta nos fuimos a una sidería en Astigarraga a reponer líquidos ya que una buena hidratación es importante antes de una carrera. Los salones comedores anexos a la bodega como tal, son impresionantes. Mesas con bancos corridos, unos cubiertos, una servilleta, bien de pan y a zampar. Los críos la gozaban yendo a los toneles a llenar los vasos para los mayores, algunos venían con unos tanganazos que no había dios que se los bebiera, y por la mesa iba desfilando el mítico menú de chorizo a la sidra, tortilla de bacalao, bacalao con pimientos, chuletón, queso con membrillo, nueces y tejas.

Ir a San Sebastián y no meterse entre pecho y espalda un menú de este tipo o unos pinchos lo considero un crimen y coincido plenamente con la sentencia que soltó mi amigo Dani en cierta ocasión y que, viniendo al hilo, relato a continuación.

Bajábamos de Bayona con los amigos de ver un partido de rugby y salir de fiesta (o viceversa) e hicimos parada en San Sebastián el domingo a mediodía. Para templar los cuerpos nos metimos en un bar a echar un pincho de tortilla y un caldo y mientras la gente soltaba diversas propuestas que iban desde hacer un recorrido de pinchos por el casco viejo a calzarse un chuletón por barba hasta hacer lo de los pinchos y también calzarse el chuletón, una propuesta valiente aunque no exenta de riesgo, mi amigo Vitoré va y suelta una frase que pesa sobre su expediente como una losa para lo que le resta de vida.

- Pues yo conozco un sitio por aquí cerca, es un Kebab y está muy bien

A lo que Dani respondió, muy acertádamente y como portavoz del sentir general de los presentes que no daban crédito al sacrilegio que acababan de escuchar:

- Tú no has comido caliente en tu puta vida

Pues eso. Subir a esas maravillosas tierras y no disfrutar de su gastronomía, para mí, es un delito.

Tras la comilona, fuimos a estirar las patetas por San Sebastián, con tan mala suerte que cuando estábamos montando a la criallería en los caballitos de la Playa de la Concha comenzó a diluviar. Así es que hubo retirada general cada uno para su casa y después de una frugal cena marchamos pronto a dormir pues estábamos cansados y ya se notaba el runrún previo al gran día.

El domingo a las 9 ya estábamos en la estación de tren de Orio donde habíamos quedado con Rafa para marchar todos juntos hacia Irún. Mi amigo Héctor llamó diciendo que él ya había llegado a Behobia pero tampoco concretamos un lugar donde quedar, luego con las prisas no volvimos a hablar y no nos vimos en toda la carrera ya que salió como un misil. Tras un accidentado acceso al andén, en el que hubo salto de obstáculos (siempre es bueno calentar bien antes de una carrera) y un viaje hasta la estación de Amara y desde allí a Irún, nos soltaron como a corderetes en la última estación. El vagón atestado de corredores se queda vacío y nosotros, que salimos los últimos, nos clavamos los ponchos para protegernos del viento y vamos caminando los 3 km que hay hasta la salida.

Al llegar a la carretera que circula paralela al Bidasoa íbamos en sentido contrario a la carrera, cuyos primeros participantes ya habían ido saliendo, y aprovechamos para saludar y animar a los Barbastros que íbamos viendo. Llegamos por fin a la salida, nerviosos, cansados después de un intenso fin de semana y maldormidos, seguramente no en las mejores condiciones para afrontar 20 km, pero con ilusión por hacerlos. El tiempo no acompañaba, hacía bastante viento y amenazaba lluvia.

Nos pusimos detrás de todo. Y cuando digo detrás quiero decir al final de todos y al fin, después de escuchar canciones míticas y los gritos de ánimo del speaker que nos iban envalentonando salimos a las 11:21h en la última de las remesas (había 19 salidas diferentes de unas mil personas cada una espaciadas en intervalos de unos 3 minutos; primero salen los más rápidos, después los más lentos).

El primer kilómetro que transcurre paralelo al Bidasoa no tiene nada de especial e incluso se hace pestoso por la aglomeración de gente, los chubasqueros volando por los aires o rodando por los suelos y medianas y aceras de la carretera que van apareciendo aquí y allá. Sin embargo vas viendo cosas que no se acostumbran a ver en otras citas. Un grupo de américanos de Pasadena, un abuelo francés con una riñonera plagada de botellines como si fuera Astérix, un gacho vestido de payaso circulando en bicicleta...

Con Jose nos vamos despegando de Agus, Rafa, Carlos y Jesús (Javi se ha puesto por delante y ha salido zumbando desde la misma salida) y ya entramos en Irún un poco por delante y cogemos un grupo que va a un poquito más de 6'/km y en el que llama la atención la elevada proporción de chicas. Y otra cosa nos va llamando la atención, la exagerada cantidad de público presente, entregada a la causa, animando como si no hubiera un mañana, llamándote por tu nombre que leen en el dorsal.



Osondo, txipi txapa, neska, txapeldun, palabras algunas que no entendemos se van mezclando con los más reconocibles aupa, venga, ánimo, muy bien, campeones... que vamos recibiendo metro sí y metro también. Los avituallamientos están repletos de zagales y zagaletas que te acercan los vasos de agua, te llaman por tu nombre, te hacen la ola si ves que te paras para que sigas corriendo. El suelo está recubierto de una pasta de papel, producto de los innumerables vasos de papel tirados y mojados sobre los que han pasado ya veinte mil personas corriendo. Las piernas se van quedando impregnadas de esta pasta como si de barro se tratara al pisar un charco.

Las madres acercan a los críos a tu paso para que les choques la maneta. Bueno, primero son los críos, luego sus hermanos mayores, luego las madres y luego hasta los abuelos. Ahí todo el mundo pone la mano para chocarla, y te preguntas si estás en una carrera popular corriendo a un ritmo pestoso de 6 y pico el kilómetro o estás subiendo el Tourmalet jugándote el Tour de Francia.

Llegamos a la primera dificultad seria de la carrera. El alto de Gaintxurizketa. La parte más dura cuenta con unos 60 metros de desnivel en poco más de 1 km. Lo cojo con ganas ya que normalmente me desenvuelvo mejor en las subidas que llaneando. Las patetas no van del todo bien y subiendo se me templan por lo general bastante. Cogemos a Chuti, la novia del primo de Jose pero nos hace gestos de que sigamos. Vemos a unos gachos de Graus que van ataviados con un tutú. Nos animamos mutuamente y seguimos adelante. Uno de los coches de la organización está cruzado a mitad de subida con unos altavoces a todo trapo atronando con la Creedence Clearwater Revival. Sensacional.


Coronamos y lo que para mucha gente supone un alivio, para mí supone el comienzo de mi particular calvario. La bajada no es continua y está salpicada de pequeños toboganes, tramos de sube y baja que me destrozan las piernas. Me veo obligado a parar y caminar varias veces. Por si fuera poco cae alguna pequeña tromba de agua, lo justo para mojarse los pies y que se vaya gestando la rozadura para una maravillosa ampolla. Al final, entre Jose, al que por más que le digo que marche sigue al lado animando, el pirata de Gaintxurizketa quien nos anima ondeando su ikurriña junto a la bandera pirata todo ello con música heavy saliendo de los altavoces y la visión de Lezo allá abajo consigo trotar muy suavemente.

Lezo es otro de los lugares que guardo para el recuerdo. Señoras con platos de mandarinas, niños animando y otro avituallamiento memorable. Paralelamente con Jose estamos extrañados porque a pesar de que en la camiseta del club sí que sale mencionado varias veces Barbastro, no aparece por ningún lado la provincia donde se encuentra nuestro pueblo, y la gente no hace más que gritar enfervorecidos lo que nosotros entendemos como Huesca. Al final nos enteramos de que no gritan Huesca, sino Neska, que en euskera significa chica, muchacha, zagala. Claro, como ya he dicho la proporción de chicas en esta carrera es muy grande, y nosotros vamos rodeados de ellas y la gente las anima sin parar.

Nos adentramos en el puerto de Pasajes, sin duda la parte menos atractiva de la carrera. 3 km largos llanos en los que escasea el público presente y en el que entre maquinaria y montones de chatarra te vas aproximando a la parte más bonita de la carrera. Eso sí, otro coche atronando con música y gritos de ánimo está bien dispuesto en mitad de tan aburrido tramo. Tengo que parar otro par de veces, no es el mejor día para mis piernas y mirando hacia atrás veo a lo lejos a mi hermano Jesús. Le digo a Jose que tire que me quedo con el furgón de cola. Él, cabezón, insiste en acompañarme y así es como llegamos a Miracruz.

Miracruz es una subida de unos 40 m de desnivel y 1 km de longitud, que comienza en el km 16. Eso sobre el perfil, porque una vez te plantas allí, la cuestecita se las trae y hay tramos que recuerdan a la subida del campo de fútbol de Barbastro. Pero la gente, nuevamente, es increíble. Los gritos ya son constantes. Te paras a caminar y aun animan más, reemprendes la marcha y te jalean. Me recuerda a los campos de fútbol ingleses en los que se celebra una jugada de pundonor de un defensa aguantando el marcaje a un delantero o cuando consiguen un córner o un saque de banda con peligro. Señores que no cumplen ya los cincuenta plantados en mitad de la calzada con el puño cerrado diciéndote que te quedan 500 metros para coronar, ¡aupa!. Señoras que brincan de la acera para empujarte hacia arriba, junto a la cría de cuatro o cinco añetes que lleva cogida de la mano.

Mal que bien coronamos, con el pie izquierdo como un botijo y el derecho criando una ampolla, y en un momento dado, a falta de 2 km para meta, se pasan todos los males. Entre la suave bajada, el saberse cerca de terminar, la gente cantando lo que te queda a meta... se entra en un estado en el que el cuerpo ya no sufre y con Jose vamos hasta pasando a gente. Al enfilar la recta del último kilómetro, cogemos de nuevo a Chuti, la cual nos había rebasado en los toboganes de Lezo, y ya nos quedamos los tres juntos para entrar a la vez en meta.

Y vamos otra vez muy lentos, como si quisiéramos alargar esa recta que es genial. Varios CAB que ya han llegado hace ratos y están mezclados entre el público sueltan un grito de ánimo. Yo me vengo arriba y levanto los brazos como si estuviese llegando vencedor en la maratón olímpica. Lo impresionante es que el resto de gente grita igual o más y no nos conoce de nada. Al final llegamos a meta y muy poco después llegan Jesús, Carlos, Agus y Rafa, quien lo ha pasado mal desde muy pronto pero consigue terminar la carrera como un txapeldun.

La marca es lo de menos. 2h 12' 49". Siempre es lo de menos y en este caso particular todavía más. Cuando al primer clasificado le preguntaron qué sentía por haberse proclamado ganador de la Behobia, contestó que él no era el ganador, simplemente había llegado el primero. Ganadores eran el resto de veintipico mil corredores que estaban llegando por detrás. Desgraciadamente, una pobre chica no pudo ver cumplido su sueño de cruzar la línea de meta. Seguramente las palabras de Pedro Nimo expresen el sentir general así que adjunto el enlace a las mismas, ya que todo lo que pueda decir yo está de más.

En cualquier caso es el tipo de cosas que te hacen pensar que un día estás aquí y al otro no se sabe muy bien qué puede pasar. Todos tenemos boletos para esa puta lotería. Por eso mismo hay que disfrutar al máximo mientras se pueda, así es que por esa y por más razones, por poco que pueda repetiré en la B/SS, porque es de esas experiencias que no se pagan con dinero. Eskerrik asko, Behobia.



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