miércoles, 15 de abril de 2015

El Expreso de Turingia, el Rey de las Clásicas y el Sir que no lo es


Desde 1986 no ocurría semejante acontecimiento. El de un ciclista venciendo el mismo año tanto en Milán-Sanremo como en París-Roubaix, las dos clásicas ciclistas que probablemente estén por encima del resto por toda la magia que las envuelve. El héroe de 1986 fue Sean Kelly, el ciclista irlandés que corría con el equipo Kas y que es el ídolo de toda una generación.


A Sean Kelly le tocó hacer de bisagra entre la época de Indurain y la de Merckx con lo que eso supone. Le tocó batirse el cobre con Hinault, Lemond, Lejarreta, Perico, Fignon o Criquielion, que en paz descansen estos dos últimos valientes ya fallecidos, y como he dicho fue el ídolo de muchos zagales que crecieron en los 80. No fue el mejor de esa época ni mucho menos si nos referimos al palmarés de las grandes vueltas pero Kelly lo hacía todo bien. Esprintaba, ganaba clásicas, maillots de la regularidad y cumplía en las vueltas por etapas. Nueve clásicas monumento, siete París-Niza consecutivas y cuatro maillots verdes del Tour le contemplan. Incluso le ganó una Vuelta a España a Anselmo Fuerte.


El poster de Sean Kelly ataviado con el maillot de Kas colgaba en las habitaciones de muchas casas y el uso de la chapa con el rostro del irlandés estaba reservado a los mayores de la calle. Y es que el honor de disputar las etapas diseñadas con tiza sobre la acera en nombre de Kelly no era para cualquiera. En mi barrio crecimos unos cuantos pirados por las bicis y aunque casi todos eran de Perico, los raros éramos de Lejarreta, a alguno le tiraba Fignon y a otros nos tiraba Lemond, al final resultaba que todos admirábamos a Kelly.


Pues el domingo un mozo nacido el mismo año que cayó el Muro en la por entonces democrática república alemana de Turingia, John Degenkolb, alcanzó tamaña gesta y se coronó en el velódromo de Roubaix tras haber vencido en la clásica italiana el mes pasado. Se trata de un tipo de ciclista diferente a Kelly puesto que es mucho más sprinter y a no ser que sufra una exagerada transformación no está dotado para destacar en vueltas por etapas. Ganó una carrera extraña, en la que gran parte del pelotón se saltó un paso a nivel poniendo en riesgo su vida de manera absurda, sin que los comisarios tomasen cartas en el asunto expulsándolos de la prueba. 


Dando una imagen lamentable sobre todo a la gente menuda que viera la prueba. Todo no vale en el deporte y por extensión en la vida, si hay unas reglas son para cumplirlas, sobre todo cuando un tren de alta velocidad avanza por la vía y un gendarme te dice que esperes a que pase. Y en ciclismo, cuando la carrera se topa con un paso a nivel y la barrera está bajada, hay que parar. 

Entre los estúpidos que cometieron semejante algarada se encontraban el campeón de Francia, Demare, uno de los pupas del pelotón. Un tío que en el pasado Tour tuvo que meterse en la autocaravana de una familia que veía el paso de la carrera a hacer aguas mayores. Y que este año parece propenso a caídas e incidentes varios. La mala fortuna que le acompaña últimamente le debió impulsar a cruzar la primera barrera y empotrarse contra la siguiente, aunque al menos esquivó el tren en última instancia. Se le perdona.

Pero lo del supuesto Sir de la Corona Británica, Bradley Wiggins, no se perdona. Todo un campeón olímpico, ganador de Tour de Francia saltándose vilmente la barrera (en la foto, el moregón de negro que se ve en primer término). Señor Wiggins, usted es un Sir , no debiera hacer este tipo de cosas, su comportamiento es intolerable. Como buen caballero del Imperio Británico debería haberse apostado detrás de la barrera con toda la flema y gallardía que le hubiese sido posible reunir, aún a sabiendas de ver como su última carrera, como ciclista profesional escapaba por delante, para retomar el paso cuando el tren hubiera cruzado. Usted quebrantó el reglamento, dio un muy mal ejemplo. Usted, en definitiva, es un mierdas.

Para algunos la clásica quedó manchada por este feo incidente, no en vano el ganador también debió ser expulsado en base al reglamento, pero el caso es que el alemán ganó yendo de forma valiente a por la victoria, todo hay que decirlo, a falta de diez kilómetros. Se vio favorecido por el salto de barrera de los ferrocarriles galos pero se le perdona debido a sus declaraciones al término de la carrera.

El tiempo dirá si este mozo alemán llega a ser tan bueno como la leyenda irlandesa. No es tan completo pero parece tener el don de seleccionar muy bien sus victorias y no desgastarse en exceso en carreras de medio pelo. En cualquier caso nada más cruzar la meta, y he ahí el detalle, declaró estar muy contento por haber vencido en la carrera que siempre había soñado vencer. Que estaba muy contento por haber emulado a su ídolo, al gran Sean Kelly. Hizo trampas, sí, igual que cincuenta gachos más, pero al menos el mozo tiene buen gusto.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas relacionadas

Entradas relacionadas