lunes, 30 de marzo de 2015

Ganar una carrera sin cruzar en primera posición la meta

Todavía no estamos en abril y dudo que en lo que resta de año, y ojalá me equivoqué, disfrute tanto como ayer viendo una carrera ciclista. Lo visto en la 77ª edición de la clásica flamenca Gante-Wevelgem ha de guardarse con respeto y cariño entre los mejores recuerdos de lo acontecido en el mundo del ciclismo en los últimos años. Y en gran parte es debido a un ciclista que no llegó el primero a la línea de meta pero curiosamente ganó. ¡Joder que si ganó!...

La Gante-Wevelgem es una carrera que discurre por Bélgica, fundamentalmente de perfil llano aunque jalonada por pequeñas cotas o muros, atravesando carreteras estrechas y sinuosas así como tramos adoquinados. A lo largo de 240 km. El ciclismo puede ser bonito de muy diversas formas y esta es una de las más maravillosas y por desgracia más desconocidas en nuestro país donde será difícil encontrar mención alguna a esta prueba en las secciones deportivas de los periódicos generalistas o en los partes de noticias de los diversos servicios desinformativos de la televisión.

En todo caso se habrán hecho eco debido a la multitud de accidentes que tuvieron lugar en la prueba, pero no por la espectacularidad de la carrera en si misma, que tuvo y mucha. A los 240 km de recorrido se unieron unas condiciones meteorológicas inmundas e infrahumanas con lluvia y ráfagas de viento a velocidades espectaculares. Para cuando la tele conectó con la prueba quedaban 100 km hasta la línea de meta y sinceramente pensé que era un buen momento para echar la siesta. Pero me fue imposible.

La carrera venía literalmente destrozada con el pelotón hecho pedazos, los ciclistas se erigían como héroes circulando por carreteras mojadas y salpicadas de ramas caídas de los árboles debido a las incesantes ventoleras que los agitaban. Sus caras eran un poema y el chepeo que debían imprimir al pedalear en muchas rectas para avanzar contra el viento como si subieran la más infernal de las rampas de un puerto de montaña no hacían más que constatar la sensación de que lo que allí se contemplaba era el mismísimo Averno.

Un valiente buscó la gloria a más de 80 km de meta saliendo de lo que quedaba del deslabazado pelotón para contactar con la cabeza de carrera, el holandés Tjallingii. Su nombre, Jürgen Roelandts, ciclista belga del equipo Lotto Soudal. En un movimiento extraño y que a primera vista nadie comprendió por temerario el bravo ciclista flamenco tras alcanzar al holandés cambió el ritmo para darse a la fuga él solo, dejando a su compañero de escapada Tjallingii, y zamparse una buena ración de viento y adoquines. Mientras por detrás la carrera se terminaba de definir formándose el grupo definitivo de valientes que terminaría disputándose la clásica, Roelandts seguía y seguía.


Por detrás la gente pinchaba o caía. Debido a los adoquines o literalmente volados por el viento hacia la margen de la carretera. O bien porque la bolsa del avituallamiento se enganchaba en las ruedas de la bici. Guardar la vertical con la bicicleta era una tarea de titanes como bien mostraba la esplendida realización de la televisión belga. Y Roelandts seguía y seguía. Y la ventaja aumentaba pese a que detrás le perseguían buenísimos trotones. Geraint Thomas, Terpstra, Vanmarcke, Vandenbergh, Debusschere, Oss y Paolini. Pero Roelandts seguía y les metía tiempo, cerca de 2 minutos.


La carrera transitaba por bosquecillos y muros adoquinados atestados de gente que haciendo frente al mal tiempo animaban a sus ídolos. Una charanga reconfortaba el ánimo de los valientes ciclistas quienes tras coronar uno de los muros conectaban con un tramo de estrecha carretera flanqueada a ambos lados ¡por tractores!. Algo así como un kilómetro con granjeros belgas haciendo una tractorada reivindicativa, haciendo sonar el claxón y vociferando al paso de los ciclistas.


En el segundo paso por el muro de Kemmelberg aconteció la, para mí, verdadera victoria del día. En esa pequeña montaña donde en la Primera Guerra Mundial tuvo lugar una batalla, en la que en cosa de un kilómetro se salvan 100 m de desnivel con algunas rampas a más del 15%. Con el pavimento adoquinado. Fue allí donde además del sonido de la charanga se escuchó a la gente allí congregada jalear al bueno de Roelandts.

¡Jürgen, Jürgen, Jürgen! le gritaban a su paso. Tras casi 50 km escapado en solitario y poniendo en jaque a los grandes favoritos de la carrera, su renta máxima de 2 minutos comenzaba a flaquear. ¿Qué importaba? Haber llegado a meta el primero hubiera supuesto una gesta memorable. Al alcance de tres o cuatro elegidos. En aquellas alturas de la carrera ya se veía que le iba a ser muy complicado puesto que tras coronar y volver a pasar por el pasillo formado por los tractores restaban 35 km a meta llanos y por buenas carreteras donde el grupo perseguidor le podía echar mano.


Lo cogieron a mitad de camino, a falta de 17 km y aunque aguantó el primer tirón, en cuanto se desató la batalla ya no pudo seguir a los más fuertes. De entre ellos llegó el primero Luca Paolini de forma merecida puesto que cualquiera de los 39 supervivientes que lograron cruzar la línea de meta lo hubiera merecido.

Sin embargo, para mí, el auténtico vencedor fue el bueno de Jürgen Roelandts, aclamado en el muro de Kemmel mientras trataba de trepar por esa infernal cuesta. Haciendo frente a la gravedad intentando avanzar por la resbaladiza e inclinada superficie adoquinada, con el viento racheado en contra. Un pitera donde los haya que desde ayer forma parte del particular grupo de ciclistas que ganaron una carrera sin cruzar los primeros la meta. Porque dentro de unos años la gente quizá no recuerde que en 2015 ganó Paolini pero seguro recordarán que Jürgen Roelandts anduvo más de sesenta kilómetros en solitario por el mismísimo Infierno.

4 comentarios:

  1. Hasta este año no había seguido las clásicas y carreras de un día y la verdad es que son apasionantes y emocionantísimas, asi que en cuanto pueda, aunque conozca el resultado final intentaré ver esta carrera.

    ¿Qué tal van esos entrenos? Si te animas este viernes saliendo desde Graus haremos una buena etapa: Graus - La Canal - El Grado - Naval - Alto del Pino - Ligüerre de Cinca - Alto de Samper de Trillo - Troncedo - Graus. Estás invitado y tranquilo que ninguno somos unos pros

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    1. Pues gracias por la invitación pero la cosa va muy suave de momento y la vuelta que propones, aparte de chula, es demasiado para mí ahora mismo. De hecho para el jueves ya me he rajado de otra vuelta similar por Ligüerre. Para otro día tendrá que ser!
      Este domingo, Tour de Flandes. No te lo pierdas!

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  2. Hola de nuevo, aqui va otra propuesta pos si no tienes nada que hacer el domingo 26: duathlon popular de Lupiñen (correr, btt, correr). Recorrido sencillo y apta para cualquiera que trote o salga con la bici dos veces al año. Te paso el enlace:
    http://hoyadehuesca.es/index.php?option=com_content&view=article&id=545:6-duathlon-popular-lupinen-domingo-26-abril-2015&catid=14&Itemid=122

    ¡Espero que disfrutaras de la Paris-Roubaix!

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    1. Me voy de puente!, pero queda apuntado para otra ocasión. La Paris-Roubaix flojeta, si no llueve no es lo mismo

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