lunes, 15 de junio de 2015

El 5000 de San Ramón

Hace 25 años en el atletismo se consideraba la prueba de los 5000 m como una prueba de fondo y larga distancia. Ni qué decir tiene del 10000 m o del Maratón, distancias que estaban destinadas a los fondistas más reputados por un lado y a los que se habían pasado de vueltas por el otro. Lo de pasarse de vueltas en el sentido literal y en el figurado ya que no olvidemos que para disputar un 10000 m en unas pistas de atletismo, de esas que había en nuestro pueblo hace tanto tiempo que la gente ya se olvida de que el atletismo es mucho más que correr, hay que dar 25 vueltas. Que se dice pronto.


Pues eso, el 5000 era aquella prueba a medio camino donde se citaba lo mejorcito del fondo y el mediofondo y donde se recuerda alguna batalla memorable entre Bekele y El Guerrouj. Ahora el 5000 se ha convertido en 5K y es la mitad del 10K, distancia que para mucha gente es un paseo de cuarenta minutos escasos, por lo que presentarse en la línea de salida y anunciar a la gente que vas a participar en la distancia de los 5000 metros y que tu objetivo es acabar tranquilo en media hora provoca miradas de profundo asombro. Da igual que les digas que no corres desde marzo, que te has dedicado todos estos meses a salir en bicicleta (¿en biciqué? eso es para flojos) o que el miércoles haciendo un entreno de tres cuartos de hora ¿corriendo? casi echas las tripas y las patas te dolían más que subiendo el Tourmalet (¿el Tourmaqué?). Y que por supuesto desde el miércoles todavía llevas las patetas como Robocop o como un clic de Playmobil.

Y allí estamos esperando a que den la salida del 10K y 5K de San Ramón, mi hermano Jesús y yo, rodeados de unos doscientos incautos e incautas que no tenemos otra cosa que hacer un sábado a las diez de la noche que correr bajo una buena tronada. Y muchos pagando porque los del club estamos destartaladicos de la cabeza pero al menos nos sale gratis la inscripción. Esto de correr con lluvia es aparatoso al principio, pero sólo los dos primeros minutos desde que sales de casa y llegas al mogollón de la salida donde ya compruebas que hay más perturbados como tú refugiados bajo los porches de la zona. Están Lucía, Pako, el sr Ornitorrinco, el sr Bestué y señora, Julio, José Luis, Pepito, Héctor, Magda... Vas charrando con todos y te das cuenta de que el sufrimiento al menos va a ser compartido.

Pero en cuanto se da el pistoletazo de salida y pasa el primer minuto el correr bajo la lluvia, en junio, se convierte en una juerga. Por no hablar de que se suda más bien poco y la sensación de calor agobiante de otros años desaparece por completo. Por un laberíntico recorrido vamos transitando Jesús y yo sin reloj y al ritmo que nos sale en cada momento. La diferencia con la salida del miércoles es total y disfrutamos como enanos. Incluso nos permitimos adelantar gente e ir pisando charcos al grito de ¡Charquera!. Hasta las zagalas del club con las que rodamos un buen rato se apuntan a la juerga y van gritando en la siguiente ¡charquera!

El público es más bien escaso, no les culpo con la que estaba cayendo, aunque sí es bastante animoso. Son cosas de agradecer toparse a Agus animando desde el balcón, al MasterChess David apostado frente al Boston, a gente que agita cencerros desde las ventanas de casa o pega chapazos a una cacerola o grita tu nombre como si le fuera la vida en ello. Porque contribuyen de manera muy notable al ambientillo de fiesta que debe reinar en todo este tipo de eventos más allá de la competitividad o las marcas. Al margen de la gente animando nos vamos cruzando con los voluntarios del club que el sábado se ganaron el cielo que se nos caía sobre las cabezas (y alguno hasta una buena galipandria con la chipiada que llevaba encima de plantón en algún cruce). Un aplauso para tod@s ell@s.

Pasado el kilómetro 4 me salta el fusible del pie izquierdo que chemeca cuando el ritmo es demasiado elevado o directamente en este tipo de eventos en los que salta pues porque sí. En otros tiempos la ristra de juramentos hubiera sido elevada pero como enfadarse no sirve para nada nos ponemos a caminar. Si no se pasa llevamos dineros para parar en algún bar a echar una caña y santas pascuas. Por fortuna Lucia, Magda y demás zagalas del club que conforman la grupeta con la que hemos rodado un rato vienen por detrás y nos animan a continuar corriendo aparte de que Miky el de la Brilen que está controlando un cruce poco menos que nos insulta (pero con cariño) por parar a caminar.

Así es que proseguimos con el fusible a medio arreglar y nos despedimos de las chicas que se van a dar otra vuelta. La gente apostada en la curva donde se gira a meta nos dice que continuemos otra vuelta más. Que cómo es eso que las mozas den dos vueltas y nosotros sólo una. Joder, como si 5 kilómetros fueran una tontería. Que estas mozas son unas jabatas pero nosotros ya nos hemos ganado la cena.

Y así llegamos, en algo menos de 27 minutos. Para mí dadas las circunstancias me puedo dar con un canto en los dientes. Me veía transitando a ritmo tropical y para ello había requerido los servicios de Héctor que iba a hacer de liebre a una compañera de trabajo que debutaba en la distancia. Y no sólo fui algo más rápido sino que sobre todo me lo pase en grande, como en aquellos crosses con diez o doce años en los que llovía y entre barderas y charcos uno disfrutaba lo que no está en los escritos.

Y con una buena recompensa en meta consistente en longaniza y cerveza. En resumidas cuentas una buena trotada que pintaba bastante mal y en la que no se sabe muy bien cómo terminamos apuntados a última hora pero en la que disfrutamos como enanos.


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