domingo, 13 de diciembre de 2015

Una mañana en Castillazuelo


Un año más acudí a la indeludible cita con las cuestas del Castillo y el monasterio del Pueyo. Es una carrera llena de sorpresas desperdigadas por el camino ya que la subida tiene bajadas y la bajadas alguna que otra subida. Siempre es una carrera agradable de participar aunque este año el tiempo excesivamente caluroso marcó la prueba, al menos en mi caso.

Donde antaño había mallas largas, gorros y guantes este año hubo camisetas de tirantes y pantalones cortos. Nada de niebla y un cielo totalmente despejado con algo de viento que aplacó en parte el no muy habitual calor de principios de diciembre. El resultado fue que invertí 7 minutos más que el año pasado para realizar el mismo recorrido llegando a meta aún más cansado. A mitad de la subida desconecté, más de lo que lo hago habitualmente, de todo tipo de afán competitivo y me limité a completar el recorrido sin reventarme demasiado.

Al menos semejante calor sirvió para que el numeroso público congregado en la plaza del pueblo disfrutase de las carreras infantiles y del tiempo de espera entre la salida y la llegada de los mayores sin pelar palomos como es lo normal otros años. Al margen de la carrera la cual tampoco tuvo mucha historia al margen de que ya en el segundo kilómetro creí cocerme dentro de la muy mal elegida camiseta térmica, me gustaría destacar un par de hechos curiosos que tuvieron lugar.

El primero de ellos tuvo que ver con el numeroso público presente y que como ya se ha mencionado dio mucha animación a la plaza. Es muy de agradecer y siempre es bueno que este tipo de pruebas conciten atención pero todos deberíamos ser conscientes de que los recorridos de las pruebas así como las zonas de salida y llegada deberían ser sagrados.

En una de las carreras infantiles, dos niñas se disputaban la victoria en un ajustado sprint. Todo lo ajustado y al límite que se puede desarrollar a esas edades y eso es decir mucho ya que no suelen medir y la línea de meta es lo único que ven. Pues bien, un reportero y un padre se encontraban plantados justo en la línea de meta para sacar la mejor de las fotos del evento.

Y pasó lo que tenía que pasar en tales circunstancias, que una de las crías acabó medio empotrada contra una de las personas que estaban donde no debían estar. Fue más el susto que otra cosa pero fue una situación evitable si la meta hubiera estado como tiene que estar, despejada. Tras el revuelo acudió uno de los responsables del club a despejar la zona dejando bien claro que nadie que no fuese juez de atletismo debía colocarse allí. Y lo expresó de manera muy clara y muy alta, quizás perdiendo las formas pero asistido por toda la razón.

Me quedé con el detalle de que uno de los jueces, uno de esos que lleva más de treinta años dando el callo en crosses, medias maratones y pruebas de pista a lo largo y ancho de la provincia; uno de los que si llega a presenciar semejante algarada hace veinte años hubiera despejado la zona de idéntica forma o muy posiblemente mucho peor echando sapos y culebras por la boca; uno de esos jueces que llevan media vida haciendo una labor desinteresada por el atletismo local y que ya iría siendo hora de que les fuéramos dando el relevo en tales labores para que puedan asistir a las carreras como meros espectadores; uno de esos jueces al que siempre tuve tanto cariño como respeto por sus airadas reacciones espetó entre dientes y con una sonrisa en la boca: "ya era hora, ya era hora de que alguien pusiera un poco de orden".

Del otro detalle me enteré al día siguiente de la carrera y en las fotos del periódico se puede contemplar. Al parecer varios atletas, por denominarlos de alguna manera puesto que ese término engloba muchos más detalles que el mero hecho de correr, tuvieron la feliz idea de disputar la carrera sin inscribirse y sin dorsal. No estamos hablando de que una persona decidiese unirse a la carrera durante algún kilómetro a mitad de recorrido acompañando de manera anónima a algún participante. No.

Estamos hablando de gente que representando a un club tuvo el cuajo de ponerse en línea de salida, disputar toda la prueba y pasar la línea de meta. Para mí esto sí que es una verdadera falta de educación y no tener formas de ningún tipo. Una falta de respeto para con todos los que sí pagamos el dorsal y los organizadores de la prueba. Lamentable.

Al final, el responsable del club terminó hablando con el reportero disculpándose por las formas empleadas en el desalojo aunque tenía toda la razón. Espero que el rapapolvo sirva para que todos tomemos conciencia de que en las carreras lo más importante son los corredores, nunca hubo nada más. Y que si un juez ordena que no estar en una zona o no rebasar una cinta pues no se rebasa y no se entra en esa zona. Punto. Y respecto a los jetas que decidieron no pagar dorsal no sé qué pasará con ellos. Francamente, yo lo tendría muy claro. Las carreras no necesitan ese tipo de corredores.

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