miércoles, 20 de mayo de 2015

Gran Premio del Chocolate

Continuando con la preparación para la Puertos he aquí otro entreno realizado en el mes de abril atacando una de las subidas que nos encontraremos el último sábado de mayo. Esta vez los integrantes de la marcha fuimos Héctor, Jordi y yo partiendo ellos desde la villa jamás conquistada y yo desde el aparcamiento de Tres Caminos.




De manera sorprendente no hubo almuerzo de huevos fritos nada más empezar lo que hubiera sido bastante temerario por nuestra parte de cara a ascender las rampas del alto de San Roque. Chino chano entre conversaciones acerca de política catalana y elecciones municipales del Barranqué llegamos a La Puebla de Castro a un ritmo de globero sensacional.

Una vez cruzado Graus sin parar en Puyet a avituallar lo cual resultó también muy extraño enfilamos carretera de Capella con la conversación estrella acerca de purines, residuos porcinos y el mundo de la caza, los robellones y demás macielladas que salen a colación con las gentes de la villa jamás conquistada.

Llegar al cruce de Laguarres constituye un auténtico gozo ya que la carretera se queda para nosotros solos y podemos dedicarnos a lo que más nos gusta (por lo menos a mí) que no es otra cosa que subir tranquilamente un puerto con sus curvas, sus sombrajos, sus vistas panorámicas y demás. Ahí Jordi nos va dando lecciones acerca de sus batallitas en el mundo del maratón y el kilómetro vertical, descubriendo que posee unas marcas más que respetables a las que tanto Héctor como yo, mardanetes de gran tonelaje, jamás podremos aspirar.

Tras coronar el castillo de Laguarres toca descenso hasta la villa del chocolate porque ahí sí está previsto avituallar. Como la media se nos ha ido desplomando paulatinamente a base de charrar todo el rato acerca de tontadas llegamos a la Chocolatería de Benabarre bastante tarde. Lo suficiente como para que pedir un chocolate con churros resulte un tanto inconveniente y rayando el fuera de control en toda casa decente que se precie y en la que queramos comer más tarde.

Así es que nos apretamos un café con leche con melindros y donut de chocolate de la casa. Exquisitas las tres cosas. Como Héctor es un laminero tuvo que darse un garbeo por los estantes de la tienda y mercó tres tabletas de chocolate. Para marcarse un tanto delante de la guapa y amable camarera tendió un billete y le dijo que se cobrara todo, los cafés, los donuts y los chocolates.

La atenta camarera le contestó que bien pero que lo de los chocolates...

- Mira que vas en bici - le dijo la zagala

- Sí, voy en bici - afirmó Héctor

- Pues eso, que mira que vas en bici - continuó la moza

- Que sí, que voy en bici, pero por qué lo dices - siguió Héctor

- Pues porque el chocolate te lo vas a poner en el bolsillo y se te va a derretir - afirmó finalmente la camarera como si Héctor fuese tonto y no se diese cuenta de semejante cosa tan obvia. 

Héctor, un tío que cierta vez bajando de San Caprasio entró en un establecimiento de Colungo a comprar licor de orujo y lo llevó hasta Barbastro (y cosas peores que habrá hecho y que no cuenta por vergüenza porque estoy convencido de que algún día ha salido con la cesteta a coger setas) y que puso una reclamación en Wiggle porque no tenían ningún portabidones que se ajustase a las medidas de la botella en cuestión y había tenido que hacer jeribeques para amarrar la botella (la foto es una dramatización, realmente no viajó así).



Así pues, un tío que se ha batido en duelo con la todopoderosa casa británica para reclamar una solución para el cicloturista medio del AltoAragón y que sin duda debió de provocar más de una sonrisa entre los empleados españoles de atención al cliente dedicados a solucionar este tipo de percales, no podía perder la partida contra la camarera de Benabarre tan fácilmente.

Entonces fue cuando Héctor sacando a jugar la bolseta multiusos de tres litros que se engancha al manillar se adelantó en el marcador de tan peculiar conversación ante la mirada maravillada de la zagala la cual para ayudar al aislamiento y conservación de los chocolates envolvió las tabletas en plastiquete de burbujas.

Sin embargo el tenderete se le descompuso a Héctor de manera momentánea cuando al ir a meter las tabletas en la bolsa esta era de dimensiones sensiblemente menores a la longitud de los chocolates. Entonces, ante la mirada preocupada de la moza, Héctor soltó la frase ganadora de la mañana: "Tranquila, zagala, que empujando al final todo entra".

Y a base de reventar burbujetas y empujar deformando la bolseta los chocolates entraron. Pero claro, la chaqueta que iba en ese habitáculo tuvo que salir y Héctor bajo un sol de justicia ascendió el puerto de la Canal primero, y de El Grado a Naval después, sudando y bien acalorado pero todo ufano de haber perpetrado la algarada del día.

Y eso sí, los chocolates llegaron a Naval sanos y salvos.


4 comentarios:

  1. jajaja me tienes que presentar a esos craks que te acompañan.
    Nos vemos en Graus.

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    1. Pues en Graus alguno de estos cracks causará baja pero el que esté será presentado con todos los honores al sr Ornitorrinco. Nos vemos por allá arriba!

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  2. Jajajaja muy grande!! Enorme la sentencia de "Empujando todo entra"

    Pasar por Capella y hablar de purines y residuos porcinos es inevitable, todo un clásico.

    Para otra vez te recomiendo que desde san roque vayas hacia Ubiergo y bajes por la carretera de Secastilla hacia Graus, bien de asfalto y poco tráfico.

    Grande el Gran Premio del Chocolate, plas plas plas!

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    1. Lo de los purines por Capella es inevitable, sí. Lo de Secastilla ya lo pensé el otro día pero no tenía claro cómo era la bajada hacia Graus. Y como iba sin agua tiré por lo seguro pero otro día probaré

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