martes, 20 de mayo de 2014

Cuando era (forofo) del Madrid

Hubo un tiempo hace ya muchos años en el que fui un auténtico forofo del fútbol. Cualquiera que me viera pegando botes el sábado pasado en el altillo del Victoria tras el gol de Godín podría pensar que todavía lo soy pero no es así. Sólo se trata de reminiscencias del pasado que suelen coincidir cuando se juega un título el equipo que le va a pagar 20 millones de euros por temporada a un defraudador de hacienda.

Hace muchos años era de los que coleccionaba los especiales de la Liga del diario Marca y se sabía las alineaciones de todos los equipos de Primera y de Segunda. Y el equipo de mis amores era el Real Madrid. Como un auténtico trauma infantil tengo grabadas a fuego en la memoria las infaustas tardes de Tenerife, Eindhoven, Milán... la noche del 5-0 del equipo antes mencionado con la cola de vaca de Romario. Que manera de vomitar aquella noche por culpa del soponcio. Las inenarrables experiencias en el Parque de los Príncipes a cargo del Paris Saint Germain, la debacle contra el Odense...

Ser del Madrid en los últimos años de los 80 y en los 90 era un acto de fe y sufrimiento que sólo se soportaba si la pertenencia a dicha afición venía impuesta por vía paternofilial o de los hermanos. La gente en plena libertad se solía hacer de los innombrables del primer párrafo los cuales a comienzos de los 90 comenzaron a jugar como hacían los holandeses desde hacía veinte años y gracias a eso y el parterre de flores en el culo que portaba el señor Cruyff empezaron a ganar trofeos pensando que habían inventado el fútbol.

Pero no. Los que teníamos hermanos mayores nos tocaba ser del Madrid o del Atleti, del Bilbao o la Real porque eran los equipos que partían la pana diez años antes de que el fútbol pitera cayera en desuso. Y así es cómo acabé siendo del Madrid. Algún año ganaban la Liga pero no había temporada en que no les tocaran el morro, casi siempre en la Copa y a veces en liga y siempre, siempre, siempre en la Copa de Europa.

Con 15 años mi hermano Agus me llevó a ver un partido al Bernabeu. A los Redondo, Laudrup, Raúl, Hierro y Buyo. Me impactó la estructura del estadio, la calma con la que los socios contemplaban el partido rayando en la apatía y por otro lado el forofismo insoportable de la banda con la que fuimos con los que nos tocó estar las dos horas del partido más cinco horas de autobús de ida más cinco horas de autobús de vuelta con la Peña Madridista.

Al llegar a casa le dije a mi hermano "con esta gente no me lleves más". A pesar de que en ese grupo había gente de todo tipo los cinco o seis que se pegaron todo el viaje voceando y cantando me marcaron de por vida. Desde entonces he visto el fútbol de otra manera, no lo pude remediar, y mi afición se fue diluyendo poco a poco.

Sin embargo, en la temporada 1997/98, el Madrid se plantó en la final de la Copa de Europa no se sabe muy bien cómo. Tras los fracasos contra el PSV y el Milan cuando el Buitre y Hugo Sánchez daban miedo en el continente, los merengues se plantaron en el último partido de la competición. Algo que no se veía desde... ni me acuerdo aunque sí es seguro que yo era la primera vez que lo vivía.

Sin fuerzas en la Liga donde eran humillados semana sí, semana también era llegar el miércoles y aquel equipo se transformaba. Parecía la Quinta del Buitre rediviva. Ronda tras ronda fue conquistando los límites de lo imposible, de lo que muchos madridistas jamás habíamos visto en color. Un equipo con buenos jugadores pero para nada la soberbia plantilla hecha a base de talonario de la que disponen año sí y año también desde que el señor de ACS llegó a Chamartín.

Y en la final, ante la todopoderosa Juventus, el genio de Podgorica marcó. Dicen que en fuera de juego aunque por desgracia han pasado dieciseis años y la tecnología ha avanzado y siguen concediendo este tipo de goles, así es que fue gol y punto. Y si no, me remito al caso de por ejemplo Argentina que tiene dos Mundiales, algo bastante más grave. Uno por decreto ley de un dictador y otro por la mano de Dios. Y no se los han quitado.


El gol de Mijatovic que puso fin a 32 años de travesía por el desierto de un equipo que lo había ganado todo y no sabía encontrar la senda del triunfo nuevamente. Para mí supuso cerrar definitivamente esa etapa en la que ver al Madrid me producía más sinsabores y sufrimientos que otra cosa, por fin les vi alzar la Copa de Europa. Con esa me bastó.

Luego años más tarde me alegré de ver como ganaban dos Copas más pero ya no fue lo mismo. Me fui desencantando poco a poco con un equipo plagado de estrellas pero carente muchas veces de los valores que se le suponen a esa entidad.

Adjunto entrevista a dos de los héroes de aquella Copa de Europa. (pinchar aquí)

De aquella Copa de la que hoy, 20 de mayo, se cumplen 16 años. De aquel gol de Mijatovic...



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