viernes, 23 de mayo de 2014

Hace un año ya... Puertos 2013

Este fin de semana se cumple un año ya de la Puertos de la Ribagorza. Este año 2014 retrasaron la fecha una semana, mejor tal y como se desarrollan estas primaveras, motivo por el que no coincida el día de un año para otro.

El año pasado por aquel entonces ya barruntaba el montar un blog así es que escribí una crónica de la marcha y sus prolegómenos. Un poco por darle salida y también por quitarle el miedo al bueno de Héctor quien a pesar de estar fuerte como un jabalí tiene respeto por estas citas posteo aquella crónica con algunos incisos y correcciones.

Ahí va pues mi crónica de la Puertos 2013 y de como llegué a esa cita, en cursiva los comentarios del director, usease yo:

Tras explicar cómo había llegado al mundo de la bici de forma muy parecida a como ya relaté en la entrada de "Resumen Ciclista de 2013" y que he borrado para no repetirme, pasamos a lo grueso y nos plantamos en el mes de mayo...

Por suerte mayo comienza con un tiempo aceptable y en los primeros 10 días puedo hacer unos 300 km, parece que si sigo a ese ritmo llegaré al 25 de mayo con kilómetros suficientes en las piernas.
Para el segundo sábado de mayo preparo una ruta de unos 100 km pronto por la mañana. Persigo varios objetivos. Llegar a los mencionados 100 km puesto que hasta ese momento mi record de distancia está en 70 km. Por otra parte quiero cerciorarme de que pasando cinco horas subido a una bicicleta las partes que apoya en el sillín no sufren daño y pueden ejecutar sus funciones habituales después. Y además quiero hacerme a la idea de lo que supone estar todo ese tiempo pedaleando solo. Sé que en la marcha voy a estar acompañado en muchos momentos pero soy consciente de mi dificultad para rodar en pelotón y sé que me tocará arreglármelas solo mucho rato así que quiero ver que pasa, si a partir de la cuarta hora empiezas a hablar contigo mismo, deliras o paras y tiras la bici a una margen. 
(Respecto al año pasado he mejorado en este aspecto; las salidas de 80-100 km se han hecho más habituales).


Enfilo por carretera de Castillazuelo y pasado Huerta tiro por el desvío de Adahuesca. Las piernas van sueltas y la subida no se me hace pesada. Corono y llaneo hasta llegar a Alberuela, allí bajo hasta el barranco y comienzo a ganar altura otra vez mientras me dirijo a Bierge. A punto de llegar, en plena subida, noto que he pinchado de atrás. Suelto un par de juramentos y paro.
Hay un gacho haciendo faena en un campo aledaño. No nos vemos, o al menos yo no lo veo a él, aunque nos oímos. Fácil que se esté esmelicando de oir como departo amistosamente con la bici y la rueda. Desmonto la rueda, me pringo de grasa, saco la cubierta, saco la cámara petada, saco una cámara nueva. Compruebo la cubierta para que no haya ningún cuerpo extraño por dentro y.... Juramentanciones varias. Entonces me doy cuenta de la gravedad del asunto, no he pinchado la cámara, he rajado la cubierta. 1100 kilómetros escasos y la cubierta de aro con la que venía mi Orbea Acqua de serie, a la fresquera.

Cojo el móvil y llamo a casa para pedir que venga el coche de equipo a recogerme. Me siento un Bradley Wiggins cualquiere derrotado por las circunstancias en el Giro de Italia. Quería llegar hasta Aguas, me quedé antes de Bierge. Otro día será. En concreto, a la semana que viene. 
(La quemada con Sir Bradley Wiggins viene a raíz de cierta inquina personal hacia su equipo y su persona y porque en el Giro de Italia del año pasado sufrió varios percances en forma de caídas, aguaceros y retirada).

Semana siguiente. La Puertos a una semana vista. Con muy poco criterio y menos talento el viernes me da por salir por la noche. En teoría a ver unos conciertos. En la práctica a comprobar la textura del lúpulo empleado en la elaboración de la cerveza expendida en dichos conciertos. Otra vez comportándome como un Bradley Wiggins cualquiera.
Evidentemente, el sábado no hay dios que coja la bicicleta. 
(La semana pasada se medio repitió la historia con la subida a Boltaña aunque de una manera no tan grave, queda claro que esto de dar pedales no nos lo tomamos con la debida seriedad).

Dejo la salida para el domingo, esta vez acompañado por mi hermano Jesús. Salimos después de comer con la idea de hacer kilómetros hasta donde lleguemos y llamar para que nos vayan a buscar si se nos hace de noche. Ahora me entra la risa de pensar con qué inocencia hacíamos esas cuentas de la lechera...

Enfilamos por carretera Cregenzán y la cosa pintaba mal. En concreto pordríamos haber ido hacia Salas, hacia Bierge, hacia Monzón, a Berbegal... por todos lados estaba despejado. Hacia Hoz que es a donde nos dirigíamos, NO. No es que estuviese nublado, estaba negro. Pero de esos cielos negros que dan horror. Es igual, seguimos. Al llegar a Hoz las sospechas se confirman y comienza a tronar. es igual, seguimos. Y, evidentemente, al llegar a Salinas las sospechas siguen cumpliéndose y empieza a chispear. Es igual, seguimos.
Comienzo a descender hacia Naval, mi hermano ha parado a ponerse el chubasquero. Ya me cogerá, eso no es problema, bajo muy mal (como Wiggins, otra vez). En dos minutos, el chispeo se convierte en lluvia, la lluvia en jarreo, el jarreo en diluvio y el diluvio en granizo. La cabeza se salva por el casco, pero las piernas pican de la piedra que impacta en ellas y los dedos de las manos agarran como pueden la maneta del freno ateridas del frío. La carretera está blanca de hielo cuando no la cruzan riadetas de barro. Estoy acojonao. ¿Paro, sigo, que hago? A tomar por culo, estoy chupido como una sopa, hay que salir de aquí, sigo. Pero mi hermano no llega. En estas oigo un alarido a lo lejos. “A joder, ya se ha caído”. Voy frenando por si tengo que dar media vuelta y escucho otra vez esos chemecos, miro para atrás y veo a mi hermano bajando entre el granizo gritando no se sabe muy bien si de gusto o enfurismado. Deduzco que es un grito de guerra en plan “Banzaaaaaiiiiii”. Me coge y decidimos llegar hasta Naval para refugiarnos. Llegamos a la plaza de la villa jamás conquistada donde nos refugiamos en sus porches ante las miradas atónitas de los lugareños. Otra vez toca coger el móvil y llamar al coche de asistencia. Otra vez derrotados cual Bradley Wiggins y la Puertos a una semana.

Tengo ya claro que mi primera tirada de 100 km caerá en la propia Puertos. Será o no será, así de claro puesto que entre semana no dispongo del tiempo suficiente para realizarlos. Además el tiempo comienza a enguarrarse. No es que mayo marceé, es que directamente febrerea, no hay dios que coja la bici. El martes le hecho un poco de valor y hago una salida corta para soltar piernas. El miércoles salgó de trabajar molido, será la faena, pienso. Antes de cenar voy al baño y, premio, diarrea. Ya se pasará, pienso, cada mes suelo tener una purga de estas. Pero no se pasa. El jueves me levanto con fiebre y me duele todo. Malcomo en el trabajo y sobrevuela la espantada para el sábado pero todos a los que se lo comento, en especial mis hermanos, me dicen que lo de las tripas en un día se me pasa y que el sábado suba aunque sea a salir y ver el ambiente. No lo tengo nada claro pero a base de arroz blanco y pechuga de pollo, con lo que me alimento desde el jueves hasta el mismo sábado para desayunar, consigo taponar las tripas. El viernes cuando voy a recoger el dorsal estoy medio mareado, pero al menos ya no tengo fiebre. Me noto flojo pero ceno abundante y me voy a dormir con la incertidumbre de saber cómo me levantaré.

A la mañana siguiente despierto empapado en sudor pero ni rastro de mal cuerpo o dolor de cabeza, así que entiendo que he echado el mal pelo. Eso sí, las fuerzas no sé de dónde puñetas las voy a sacar así que me marco pequeñas metas para la mañana que me espera.
Llegamos a Graus, mi hermano Jesús, David y yo. La verdad es que salir en bici con David es un lujo. Ha dedicado muchos años a este mundo y se nota que aparte de entender, disfruta con ello, es por eso que voy tranquilo cuando él me insiste en que tome la salida.

Aquí por fin, después de la chapa la Puertos como tal. Creo que era importante saber en qué condiciones llegué a la misma...

En la zona de salida nos juntamos con Nacho de Naval, Lemus petit y el señor Borruel. Yo en las salidas de las competiciones me pongo muy nervioso. Me mata la espera. Pero en compañía de tan variopintos personajes el rato se hace bien ameno.
Me doy cuenta de que estamos muy delante e incluso propongo retrasarnos o incluso echarnos a un lado para que pase la gente. Me miran como si fuese gilipollas, que no, que sí que estamos bastante delante pero ya te pasarán, tú tranquilo. Tranquilo, los cojones, no debe de ser muy agradable pegarse un piñazo nada más salir con mil tíos detrás tuyo intentado bordearte, saltarte o pasarte por encima.

Dan el cañonzao de salida y vamos como unos cien metros a la pateta coja, un pie puesto en la cala, el otro propulsando la bici dando empujoncitos contra el suelo. Comodísimo. Ruedas que se rozan, gente que se cantea, amagos de tropiezo. La rehostia en bicicleta, y nunca mejor dicho. Tras dos minutos angustiosos, el panorama se despeja lo justo para subir el culo al sillín y poner la otra cala. Y pedalear un poquito. Giro de izquierdas y subida. Enfilamos otro arco de salida, bordeando una montonera y salimos hacia Capella.

A las primeras de cambio, Jesús y David buscan coger un grupo que les lleve comodamente hasta el primer puerto. Con Nacho vamos a la marcheta, yo no puedo ir a más hasta que sin saber muy bien cómo, llegamos a Laguarres y he perdido a toda la gente. Me doy cuenta de que debíamos estar muy pero que muy adelantados en la salida puesto que me han pasado grupos inmensos de gente. Intento acoplarme a alguno pero no puedo, me falta el reprís necesario para dar esas pedaladas de más y engancharme.

Si en línea de salida había 3000 ciclistas, calculo que no debíamos tener más de 500 por delante... ¡y estos preocupados por coger buen puesto!... les podía el ansia viva.

Y comienza el primer puerto, por fin. Odio bajar puertos (qué bien, un año después no sólo lo odio sino que además me da miedo, hemos progresado una barbaridad...) y llanear no se me da muy bien. Subiendo me lo paso muy bien, aunque sufra. No hay que pensar en la posición ni en la trazada, es coger un ritmo y pedalear, me gusta.
Ahí noto que me sigue pasando gente pero ya no tanta, como si comenzase a encontrar mi lugar en la carrera. Vienen un par de rampas comprometidas, las paso bien. Las piernas van bien, que es lo importante y de fuelle no me quejo. Adelante.

Veo a gente de Barbastro pero con casco y gafas pues no los conozco, en estas que veo que voy alcanzando a dos del club. Y uno me suena. Anda, Lemus petit que va con Borruel. Les hecho un grito y subimos juntos.
La cosa va bien. Hay algún porcentaje exigente pero vamos chino chano echando la charradeta. Y así llegamos hasta arriba. Primera prueba superada. El descenso me lo tomo con calma, soy muy malo en las bajadas. Así que me vuelvo a quedar solo. Al llegar a Benabarre se ensancha la carretera. Por algunos momentos voy enganchando grupos pero entre que voy comiendo y que no sé rodar en pelotón al buscar las posiciones traseras para ir con un poco más de holgura de espacio a la que me despisto se van. Y luego es imposible conectar.

Ahora, la parte que más le va a gustar a Héctor...

Así y todo consigo llegar a Graus y al primer avituallamiento. Perdón, AVITUALLAMIENTO. Porque hay que escribirlo en mayúsculas. Increíble. Sin palabras me quedo. Uno está acostumbrado, porque le ha tocado muchos años montarlos, a los avituallamientos de medio maratón que consisten en agua, bebida isotónica, naranjas, esponjas y... y para de contar.
Está claro que es otro tipo de deporte y esfuerzo (en un medio maratón ya es complicado beber sin echar la pota muchas veces como para ponerse a comer...), y había visto algo parecido en la ruta BTT de la Bodega Pirineos pero en Graus lo primero que te encuentras es un montón de bicis aparcadas de toda la gente que está fartallando. Luego el avituallamiento en sí que puede tener como 25 m de barra con lacitos, galletas de un dedo de gruesas, madalenas, torta, aquarius, agua, bocadillos de jamón y queso, zarpaos de caramelos y como 25 zagaletas detrás de la barra que tal y como íbamos devorando todo iban reponiendo para que en todo momento aquello estuviese hasta los topes. Impresionante.

Tras zumbarme tres o cuatro lacitos, un par de galletas, torta, un par de aquarius y echar dos bocadillitos al maillot reemprendo la marcha con Jesús y David, que me están esperando. Jesús ha roto la sirga del cambio del plato así es que va haciendo el molinillo como si fuese en un triciclo cuando coge las bajadas pero por lo demás va como un tiro.
Cogemos un pequeño grupito con gente de Boadilla y ahí que nos acoplamos, pero la cosa no dura mucho rato ya que por las Ventas de Santa Lucía, vemos el coche de asistencia y paramos para ver si pueden arreglar el plato de Jesús.

Negativo. Ha perdido el tornillo del desviador y en ese coche no tienen. Pues seguimos. Pero a la que voy a montar el gemelo derecho amaga enganchada. Cojo la marcha poco a poco para relajarlo, echo un grito a esta pareja para que espere pero se piensan que les digo que tiren porque me quedo con el grupo de atrás. Se marchan. Otra vez solo.

El ansia viva. Otra vez...

Como ya he tenido el primer aviso de las piernas y entre nosotros hemos llegado a un acuerdo tácito por el cual si no las puteo no se enganchan con la facilidad con que lo hacían antes voy muy pero que muy tranquilo por la zona de SantaLiestra, no vaya a ser que fuerce y termine como Robocop.
Voy charrando un rato con un señor de Barcelona que me dice que le extraña ver pocas ambulancias para el tipo de marcha en la que estamos. Esto es Huesca no es Barcelona, buen hombre, le aclaro. Hay pocas ambulancias, sin más. Hablamos de más cosetas pero noto que lo de la pierna ha sido sólo un amago y que si fuerzo un poco más pues igual la cosa no termina en tragedia. Me envalentono y le digo, me voy a por el grupo de más adelante. A la que llevo diez metros al señor me da un poco de pena, parece como que le he dejado un poco tirado ahí en medio solo pero bueno, ya llegará otro con quien conversar, digo yo.

Lo dejé tirado como una colilla. Me hizo mucho más llevaderos esos kilómetros de falso llano y marché para nada. Luego recibí la justa retribución...

Transito la zona de túneles, me empiezo a comer un bocadillo pero no me entra muy bien. Como medio y el resto al bolsillo, no vaya a ser que se abran de nuevo las compuertas y tengamos festival del humor.
Así a lo tonto llego a Campo, ya llevo más de 70 km, mi record hasta la fecha (ahora estoy verde pero entonces... era un mierdecilla)
Pues ahora ya casi que no vale la pena darse la vuelta, pienso, así que adelante. El paso por el pueblo, espectacular. Banderines y pancartas colgadas reivindicando la escuela de educación secundaria para Campo. Los niños de la escuela todos vestidos con su camiseta verde animando, gritando y agitando cencerros como si eso fuese Suiza o una etapa del Tour de Francia. Allí no hace falta comer, tan sólo eso da aliento para continuar un buen rato más.
Además la mole del Turbón se alza majestuosa enfrente, hace sol y hasta hace buen día. Qué coño, hace un día cojonudo. Frío, pero cojonudo. Voy bien de piernas y mejor de ánimo. No me duele la tripa aunque sí un poco el culo (normal después de las sesiones en Roca de los últimos dos días). Esto está hecho.

Al frente se ve un rampote de dios es cristo. A lo que te acercas te das cuenta de que es... ¡gravilla!, serán asesinos... No pasa nada, seguro que el puerto como tal viene después y es asfalto del bueno. Los cojones.
Subir una rampa del 8% con 80 km en las patetas es aparte de un reto, y en el fondo divertido, ante todo jodido. Si esa rampa es de gravilla, es infernal.
A todo esto, mi indumentaria absolutamente ecléctica compuesta por camiseta térmica de manga larga del Decathlon, camiseta de tirantes (no sé pa qué cojones me la puse, la costumbre...), maillot, cortavientos y manguitos de running, me comienza a dar calor. Comienzo a sudar, cosa que no había hecho hasta entonces. A sudar a chorro.
Pero entre que tengo miedo a parar y que al poner las patetas en el suelo se enganchen cosa mala y que ¡voy pasando a gente! me encenego y tiro, y tiro adelante.

Subía como un maldito sputnik. Venga a pasar y pasar gente. Lo mismo que en la cuesta de Gaintxurizketa de la Behobia. Luego recibí justa retribución también...

Cuando acabe la grava me bajo, cuando acabe la grava me paro, voy pensando. Una pareja de abuelos anima en la cuneta “venga zagales, que ya lo tenéis”.
¿Cuánto queda de grava?, pregunto. Seiscientos metros responde la señora. Sí, poco, matiza el caballero, seiscientos metros y ya suaviza.
Como lo dicen tan convencidos me digo que sigo.
Los cojones seiscientos metros. No sé dónde aprendieron a contar esos abuelos pero de grava quedaba por lo menos el doble y suavizar aquello no suavizaba (en el fondo recuerdo con cariño a aquella parejeta de abuelos; eran un toque de humanidad en aquel páramo de desolación, esa caverna de dolor como diría el pintoresco Laurens Ten Dam)
Yo iba chemecando y echando algún juramento y cuando estaba a punto de poner pie a tierra y que fuese lo que tuviese que ser, se pone a la par una zagaleta que subía sin decir ni mu.

Como los tíos somos más simples que el mecanismo de un botijo decido posponer la maniobra de parada y sigo a la zagaleta que subía pero bien, bien. Al final se acaba la grava y los rampotes al 8%, 3 km en total. Y allí sí, allí paro a quitarme cortavientos y manguitos porque me estaba cociendo. No hay enganchada de piernas y el ritmo lo reemprendo sin problemas porque allí la pendiente suaviza bastante.

Arriba en la cima, otro avitualllamiento. Este más pequeñito. Allí me reencuentro con la troupe que hemos coincidido en la salida, los cuales están conversando acerca de la aplicación de ciertas sustancias en partes erógenas del cuerpo para mitigar la escozcor que provoca la fricción continuada con sillín y culote. Todo muy bonito, muy bucólico. Vuelvo a ponerme hasta el eje de aquarius y lacitos y empezamos a bajar Jesús, David, Nacho y yo.

A la altura de Villacarli hay un desvío. Los valientes que están preparados para la épica giran a la izquierda y prosiguen la marcha larga. El resto bastante tenemos con llegar hasta Graus como buenamente podamos y giramos a la derecha para completar la marcha corta.
Nachete es un pitera y, a sus ritmos tranquilos, y puesto que nadie se lo impide puesto que aun no han cerrado el paso, decide girar a la izquierda y marchar a la larga. Yo me entero de tal circunstancia pero la otra pareja parece que no y cuando empiezan a apretar y se miran hacia atras y no nos ven piensan que bajamos a nuestra marcheta.

Siento ponerme pesado con este tema, pero a la pareja de jabalines que marchó para delante encenegados por el ansia viva y que saben que en el fondo los aprecio tan sólo recordarles que son unos pequeños cabrones...

Pero Nacho está subiendo Bonansa y yo voy por la Puebla de Roda más tirao que una colilla. Franqueo los 100 km y me hace cierta ilusión. Por fin, por fin los he completado parecía que estaba gafado. Sin embargo me empiezo a notar flojete. (flojete... es decir mucho... iba como una braga). 
En el avituallamiento no he pillado comida para llevar. Ha sido una cagada de las gordas. Creo que la llevan los de delante pero a ellos ya no los pillo. Echo mano al bolsillo y llevo el bocadillo y medio que no me ha sentado nada bien y una barrita. Nada más. Me como la barrita y cruzo los dedos. Si me noto muy apajarao pues echaré mano del bocadillo pero si lo puedo evitar.

Los kilómetros caen con cuentagotas, el viento en contra es fuerte y las bajadas tienen subidas y las subidas son muy putas. No voy ni pa atrás. Doy cinco pedaladas, paro, doy tres más, paro, me incorporo, pedaleo cuatro más, me duele el culo, me incorporo...
Así no llego ni a la hora de merendar. Me pasan grupos y más grupos. (Entre ellos el señor de Barcelona al que dejé tirado subiendo a Campo y que iba bien pincho incrustado en un pequeño pelotón; y mucha pero que mucha gente a la que pasé en Las Vilas cuando subía como un animal).

A algunos como mucho logro pegarme un par de kilómetros a la parte de atras pero allí ni efecto succionador ni leches. No voy y no voy. Al pasar por Capella me voy animando, sin embargo cuando pensaba que ya enfilaba hacia meta nos desvían por un polígono industrial. Me sienta como una patada en salva sea la parte pero aprietó los dientes y sigo. Ya lo tengo casi, aunque me cueste media hora.

Al final no es para tanto, tras un par de vueltas, se sale del dichoso polígono y entonces sí ya se enfila la recta final de meta, miro el cuentakilómetros y veo que marca como unos 5 km menos de los que en teoría componen la ruta. Pues mejor, porque no doy para más.
Finalmente llego en 5h 45’ (tiempo real de carrera; encima de la bici como media hora menos que fue el tiempo que estuve comiendo en los avituallamientos)

Soy consciente de que no es un gran tiempo, ni tan siquiera es un tiempo mediocre pero llegué al día de la carrera como llegué y eso sí, en ningún momento llegué a pasarlo mal. Y yo estas cosas las concibo sólo para disfrutar.
En resumen, me lo pasé muy bien y por supuesto repetiré aunque espero llegar en otras condiciones para no ir tanto tiempo solo en carrera.


Este año llego un poco mejor pero tampoco es para tirar cohetes. Así es que iremos para la marcha corta en contra de lo que pensaba hacer allá por el mes de enero. Seguiremos informando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas relacionadas

Entradas relacionadas