domingo, 1 de marzo de 2015

Vuelta por Qatar

Tras recibir alguna que otra reprimenda debido a la peligrosa tendencia del presente blog en el que la escritura de nuevas entradas brilla por su ausencia, voy a relatar la última aventura Tuercepedales para el escaso público, aunque nunca suficientemente valorado, que se nutre de las paridas pergeñadas por el estalentao del autor, usease yo.

Nos encontramos en un inicio de temporada marcado por la calma y la tranquilidad por parte de un amplio sector de la familia tuercepedal debido a la falta de objetivos lo suficientemente duros como para demandar una preparación más exigente. Nos encontramos en una tierra de nadie o travesía del desierto la que no nos espera ninguna Pax Avant en verano y en la que si se tiene que subir al Tourmalet muy probablemente se haga en furgoneta acompañando a los coequipiers más valientes. Ha salido el año vago, que le vamos a hacer.

Otros componentes Tuercepedales sin embargo han alcanzado un estado de motivación muy por encima del que debe de tener más de algún ciclista profesional pero por lo que respecta a mi hermano Jesús y yo nos conformamos con ir haciendo nuestros kilómetros en BTT muy tranquilamente para poder llegar de manera digna a nuestro objetivo cicloturista del año que son los phoskitos de la Treparriscos y los raviolis de la Puertos. Este año no va a haber rampotes del 14% ni cosas por el estilo.

Es por esto que para poder realizar una salida conjunta con el mayor número de Tuercepedales se perpetró lo del pasado sábado por los confines meridionales de la comarca en una nueva edición de nuestro particular Tour de Qatar.


Sábado, 8 de la mañana. Tras vestirme de tuercepedal me dispongo a atracar el cajón de los recuerdos, nombre con el que siempre se ha denominado en casa ese espacio de la cocina en el que habitan toda clase de artículos de repostería y bollería. Sin contemplaciones degluto una napolitana y cuatro donetes, todo lo cual pudiera parecer un desayuno normal teniendo en cuenta que me dispongo a coger la bici pero como más adelante se comprobará solamente supone un innecesario capítulo más en la vorágine alimentaria de la jornada.

Como ya he dicho, cojo la bici para realizar el trayecto que separa mi casa del Moliné, donde espera Nachete. Un escaso kilómetro el recorrido para que, tras meter el velocípedo de brincar charcos en la furgona de Jesús, entremos al establecimiento a ingerir la segunda napolitana de chocolate del día. La camarera, horrorizada, contempla como el pavor cunde entre nosotros al comprobar que no hay napolitanas suficientes para todos. Antes de que nos amotinemos y de manera hábil se antepone a la jugada diciendo que tiene guardadas más napolitanas y además nos pregunta si venimos de o vamos a pedalear. Vamos, todavía, vamos. Pues jodo, debe de pensar, menos mal que no vienen de, menuda banda de tragaldabas. Tras ello, cogemos los coches para dirigirnos a Berbegal, lugar de partida de la etapa del Tour de Qatar.

Allí, frente al cementerio, esperamos a David y Pablo quienes llegan en bici desde Barbastro. De este modo se puede comprobar cual es el sector motivado y cual el desmotivado en el grupo Tuercepedales. Y lo que es más importante, un tuercepedal que se precie siempre, siempre, siempre queda con otro de sus congeneres en lugares relacionados con los muertos. O en el cementerio, o en la rotonda de la funeraria o en lugares similares.

A pesar de la motivación de los sujetos antes mencionados, esta no es suficiente como para hacerles llegar a la cita a la hora convenida, motivo por el que Jesús, Nacho y yo debatimos acerca de lo humano y lo divino como la rampante endogamia en Islandia hasta mediados del siglo XX, así como las carencias de TripAdvisor en ciertos sectores bastantes potentes de la hostelería. Al menos durante ese rato no estamos comiendo.

Llegan David y Pablo y se da el banderazo de salida al Tour de Qatar. Lo primero que uno se encuentra es un rampote bastante exigente que le hace sudar media napolitana aunque el sufrimiento termina pronto ya que se alcanza el altiplano de esas latitudes del Somontano meridional desde el cual se divisa todo el Pirineo. Apostado en una curva en uno de los checkpoints se encuentra un comisario UCI.

A todo esto, hagamos un inciso y hablemos acerca de los particulares métodos de orientación de mi hermanos Jesús y un servidor a la hora de hacer una ruta BTT. No solamente no disponemos del último modelo de GPS Garmin sino que el viejo Forerunner la mayoría de las veces se queda en casa o en el fondo de la mochileta en el mejor de los casos. Nos va la marcha, así es que nos orientamos con hojas de papel fotocopiadas del libro de rutas de Javi Sam y Tom Gi (sr Ornitorrinco, me tomo la licencia de robarle los pseudónimos). El libro estaba muy bien hace veinte años y hoy por hoy debemos de ser los únicos pardales que lo seguimos utilizando en pleno campo de batalla pero a su favor tiene dos cosas por lo menos:


  • Hay que parar en cada cruce por cojones, porque no se piensen ustedes que nos estudiamos la ruta previamente en casa, no. Se empieza la ruta y se mira cual es el siguiente cruce o checkpoint, y hasta allí que se va y se para y otra vez vuelta a mirar los papeles. De modo que si no vas muy bien de forma las paradas son una bendición y uno sabe que a lo sumo a todo tirar, no va a hacer más de diez kilómetros sin hacer una paradeta.
  • Aporta una emoción y una tensión que un GPS no te da. En este mundo desnaturalizado en el que la gente busca emociones fuertes y se apunta a cosas tan absurdas como hacer diez ironmanes seguidas en un circuito cerrado de 3 km, el abandono del GPS es algo que la gente debería probar. Sabes que el riesgo de perderse es real, y es más, al final uno se pierde. Sobre todo si la ruta se realiza en sentido contrario al indicado, las posibilidades aumentan de manera exponencial. Si no hay cazadores pegando tiros en las inmediaciones perderse puede resultar divertido, si los hay pues ya toca un poco más los huevos.

Pues bien, en el primer cruce primera duda y he ahí el comisario de la UCI que no es otro que un abuelo que está por allá arriba dando vueltas con el tractor y que se muestra presto a ayudar. Eso sí, antes realiza una espeluznante pregunta en la que respondemos de manera correcta. No queremos saber lo que puede ocurrir si en el siguiente diálogo se responde otra cosa:

- Buenos días
- Buenos días, zagales
- Por favor, ¿para ir a Lagunarrota?
- ¿De dónde sois? ¿De Barbastro o de Monzón?
- ... de Barbastro
- Ah, bueno, pues tenéis que coger todo recto y bla, bla...

Inquietante pregunta, no queremos saber que ocurre si se le contesta que se es de Monzón. El llaneo agradable por el altiplano que lleva a Lagunarrota se pedalea por caminos en buen estado con ligeros toboganes. Tras pasar esta localidad el camino va descendiendo primero ligeramente y luego de manera más acusada hasta llegar a El Tormillo, lugar del que parte un pequeño puerto por carretera con asfalto algo machacado pero con serpenteantes curvas que nos llevan de nuevo al altiplano que habíamos abandonado y desde cuya cima se contemplan al sur las áridas tierras monegrinas.

Tras hacer cima se vuelve a descender para ir a parar al núcleo más meridional del Somontano, Terreu, el cual linda además de con Monegros con la ribera del Cinca. Al paso por Terreu avistamos un pequeño cobertizo en el que yace destartalado una pequeña joya. Un Ford Consul 375 hecho polvo pero que aún así llama de manera poderosa nuestra atención.


Desde allí aún se desciende algo más hasta ir a buscar el camino que nos conduce al Muro de los (mil) Juramentos, una atroz subida que presenta todos los ingredientes para soltar exabruptos varios por la boca. Es decir, pendiente elevada y progresiva hasta alcanzar una pendiente de tanto por ciento absurdo y desproporcionado; firme irregular con brechas provocadas por la escorrentía de las lluvias; camino machacado por la lluvia pero por otra parte seco como como la mojama con una proporción al cincuenta por ciento de arenilla suelta y piedra. Resultado: a la tarea de pedalear se une la de mantener el equilibrio e intentar que la bici no se encabrite, debiendo desistir de ello al tercer resbalón y el decimoséptimo juramento.

Tras este arreón uno pudiera pensar que ya está la etapa en el zurrón pero no es así. Ya que en Qatar además de pasar por paisajes más o menos áridos también resulta que sopla el viento de lo lindo. Y ahora toca llanear con unas buenas aireras pegando de frente o de costado. En la foto del google earth se aprecia una frontera que pasa por Berbegal y Lagunarrota debido a que allí debe de estar el límite del plano de la base de datos... o porque hasta allí llegan los poderes de los extraños fenómenos acaecidos en otra ruta del Tour de Qatar (pero en dirección contraria, hacia Lacuadrada) y de la que se hablará en otra ocasión.


Tras llegar a Lagunarrota se vuelve por donde se ha venido, todo ello para terminar en 2h 22' los 40 km, haber sudado las napolitanas y haber hecho hambre para el plato fuerte de la jornada. La comilona en la granja escuela de Selgua.

Como ya se ha dicho, el mundo tuercepedal se divide en estos momentos en aquellos que ansían participar (y hacer marca) en la QH y los que nos conformamos con ir a Graus y que las abuelas nos sirvan un buen plato de raviolis al terminar. Es por ello que la parte motivada se dirige a Selgua en bici y los vagos vamos en en convoy neutralizado. 

Y allí el merecido premio. Algún tuercepedal como Héctor se apunta a la lifara sin haber pedaleado ni un metro (aunque habiendo trabajado que es peor) y van desfilando las jarrotas de cerveza con limón; la paella de la que salen dos platos por barba; la brasada de costilletas, longaniza, panceta, chuletas de cordero y de la que también repetimos a pesar de que nuestros sufridos estómagos nos adviertan de que deberíamos ir parando; la sopa de chocolate blanco más densa que jamás hayamos comido y que está buenísima; cafés y por supuesto el vino tinto Crucillón para regar tan pantagruélica comida.

Con el comedor atestado de gente, despedidas de soltera, personajes simpares, cumpleañeras y los baffles atronando música discotequera y el Cumpleaños Feliz a niveles infrahumanos. Con todos esos ingredientes buenas risas nos echamos.

Una visita a los simpáticos animales de la granja entre los que echamos en falta al orondo tocino que en la última ocasión que vinimos a almorzar estaba tirado como un fardo dormitando sus últimas horas antes de la matacía. Y de allí para los coches y para casa. La parte motivada marcha con las bicis con el riesgo de acabar tirados en alguna margen bajo una chopera víctimas de los efluvios del Crucillón y el ajaceite. Al final todos llegamos sanos y salvos a casa.

Ayer hubiera escrito esta crónica, pero me fue imposible. Tras llegar a casa y ducharme entré en un estado semicomatoso de inconsciencia que me postró en la cama hasta la hora de cenar impidiendo cualquier movimiento que implicara un desplazamiento mayor al recorrido cama-baño-cama. Pero una vez pasado semejante trance ya puedo decir que para cuando queráis se vuelve a dar una vuelta por Qatar.




3 comentarios:

  1. Solo te falta haberos hecho un selfi con el comisario de la UCI.
    4 donetes parece una buena forma de empezar el dia.
    saludos.

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    1. Tomo nota para la próxima ocasión, selfi con el comisario mientras le decimos que somos de Monzón a ver qué pasa :)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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